Entrevista a Alberto Manzano, traductor y biógrafo de Leonard Cohen

ManzanoAlberto Manzano, Anjani Thomas y Enrique Morente (2006).
© Alberto Manzano.

ALBERTO MANZANO (Barcelona, 1955). Amigo, traductor y biográfo de Cohen, ha estado desde siempre muy vinculado a la poesía del rock y el pop anglosajón y ha traducido a la mayor parte de sus principales autores. Ha dirigido diversas colecciones musicales en las editoriales Fundamentos y Celeste y colaboró en revistas como Ajoblanco, Ruta 66 o El Europeo. Es autor de tres libros de poemas.

 

Te une a Leonard Cohen una amistad de más de treinta años. ¿Qué destacarías de su personalidad y cómo le has visto evolucionar en los últimos años?

 

Leonard hace tiempo que dejó atrás su personalidad. Su fondo se deshizo para dejar paso a una dulzura interior que ya no puede disimular. Siempre lo percibí como una especie de Jesucristo andando sobre las aguas, pero, qué duda cabe, a veces también lo he visto bajando a la deriva en el mar del naufragio, agarrado a una caja de naranjas, como escribió en aquella canción: “Pero él mismo estaba destrozado antes de que se abrieran los cielos”.

 

¿Qué aspectos biográficos de Cohen crees que han incidido más en la génesis y desarrollo de su obra?

 

Evidentemente, su educación hebraica. Su estudio de las Sagradas Escrituras. Pero también su práctica del zen. El pop, el country, el jazz, Lorca, Yeats, Rumi. Las mujeres, dios y la muerte.
                                     

¿Qué particularidades encuentras en la obra de Cohen respecto a la de otros cantautores?

 

En la investigación diaria de los misterios del espíritu, nadie como él ha atisbado el corazón con la palanca de su guitarra, nadie con tanta destreza ha lanzado cargas de profundidad lumínica sobre los abismos del alma, nadie con tanta capacidad ha buceado hasta insondables lugares donde la mayoría de nosotros no se atrevería a pisar - a mil besos de profundidad -, articulando un discurso absolutamente comprensible en la descripción de lo que allí ha encontrado.

 

Cohen y Manzano
Cohen y Manzano "columpiándose" en Barcelona (1989). © Lourdes Barbal.

En una entrevista reciente, afirmabas que Leonard Cohen es antes que músico, poeta y novelista. Esa diferencia, a tu juicio, se apoyaría en una simple preferencia de Cohen por lo literario o crees que como escritor brilla a más altura que como músico e intérprete?

 

Si dije eso, quizá estuviera borracho. Supongo que me debía referir a un orden cronológico. Cohen empezó a escribir, profesionalmente, antes que a cantar. Pero descubrió a Lorca, que fue el poeta que le impulsó a escribir, cuando tenía 15 años, al mismo tiempo que se despertaba su interés por la música, especialmente por el flamenco. A esa edad ya había montado un grupo de country, Buckskin Boys, y empezaba a componer canciones. Para Cohen, música y poesía siempre han formado parte de un mismo cuerpo artístico.

 

Has traducido al español a grandes figuras de la canción anglosajona. ¿Ha habido alguno de ellos cuya traducción te haya supuesto un particular esfuerzo? ¿Existe alguna diferencia entre traducir canciones y traducir poesía?

 

Tom Waits es un hueso. Surrealista beat embriagado. Brian Eno es extremadamente sofisticado. Pero, no, para mí no existe diferencia entre traducir canciones o poesía. Es lo mismo traducir a Whitman que a Dylan, a Rimbaud que a Patti Smith, a Cohen que a Rumi. Todo es poesía.

 

Además de dedicarte al ensayo y la traducción, has publicado tres libros de poemas. ¿Hasta qué punto crees que el lenguaje de la canción ha influido en la poesía contemporánea y concretamente en tu propia obra?

 

Muchísimo. Yo soy lo que soy, en cuanto autor y persona, en gran medida como resultado de la influencia que la poesía del rock, y el mismo rock, ha tenido en mi vida. Soy fruto de ese árbol. Mi vida se transformó radicalmente cuando Cohen cambió mi latido. Y supongo que algo parecido debió de ocurrirles a muchas personas poéticas pertenecientes a la generación del rock. La poesía, que en aquellos días languidecía, supo encontrar una expeditiva manera de sobrevivir y recuperar su vitalidad al subirse al carro de la expresión artística que entraba con mayor fuerza en la habitación de todos: la música. Estoy convencido de que gran parte de nuestra generación poética ha bebido mucho en esa barra.

 

 

Pep Burgoa, 2011.

 
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