García Lorca y el "Pequeño vals vienés"

LorcaGarcía Lorca en la Universidad de Columbia (1929)

Leonard Cohen ha puesto una de sus músicas más bellas –y realmente estremecedora, al unirse a la letra- a uno de los poemas finales de la obra de Federico García Lorca,  Poeta en Nueva York. Contextualizamos ahora el sentido que posee esta obra del poeta dentro de su ciclo de textos surrealistas y decimos también acerca del propio poema “Pequeño vals vienés”.

 

Lorca y el krausismo español

 

Federico García Lorca parece coincidir  objetivamente con algunas de las  creencias e ideas de la tradición del krausismo en España; estamos ante una impregnación de tales actitudes y pensamientos, más quizá  que  ante  una sola coincidencia objetiva con ellos; el krausismo español sabido es que resulta más un tono de conducta y  de ética, que una doctrina filosófica más o menos sistemática.

 

La valoración de lo individual y de la persona y por tanto de lo espiritual y de la conciencia, la creencia en la igualdad de los hombres y en la necesaria reforma política y social subsiguiente, la fe en la perfectibilidad del hombre y por tanto el optimismo antropológico y educativo, etc., caracterizan  a los krausistas españoles y asimismo constituyen creencias e ideas que se descubren en los discursos artísticos de Federico García Lorca.

 

Estamos ante una impregnación general cumplida en los años de la “Edad de Plata” (1868-1936), que hace que diferentes autores literarios (Galdós, etc.) converjan con el espíritu de nuestro  krausismo y de la Institución Libre de Enseñanza, y esto se  cumple también en el caso particular de sucesivos escritos del poeta y dramaturgo granadino.

 

Trayectoria literaria de Lorca

 

García Lorca tiene una trayectoria de escritor a  una de cuyas partes nos referimos  cuando hacemos alusión o mención de sus textos: efectivamente, Lorca se acerca al surrealismo hacia 1928.  Nuestro autor se encuentra por entonces  en una situación personal  de conflictos y crisis, sin ganas vitales de nada, y tal crisis se resuelve  en parte en una incidencia estética: el acercamiento al surrealismo. «Lorca -según glosa Ian Gibson- considera ya cerrada su etapa “aséptica”, etapa de contención, de disciplina, de límites y términos, y [...] espera del arte nuevo grandes hallazgos y logros». En los textos del momento puede apreciarse una concomitancia o convergencia con el  krausismo español, según queda ya dicho.

 

Un grito hacia las cúpulas sahumadas

 

Momento en el que Lorca exclama su sentimiento de fraternidad y solidaridad con los sufrientes y los desfavorecidos es el poema «Grito hacia Roma», que argumentalmente se ha interpretado como  una denuncia de los pactos de Letrán entre Pío XI y Mussolini. El poema debe leerse completo, pero podemos ver cómo nuestro autor denuncia, en efecto, el abandono del espíritu y las tareas evangélicas por parte de la Iglesia y el Papa, quienes  no reparten  la Eucaristía, ni dan culto a los difuntos, e ignoran los hechos naturales y elementales de la vida, y por el contrario,  entregan a los inocentes al «faisán»:

 

Porque ya no hay quien reparta el pan y el vino,
ni quien cultive hierbas en la boca del muerto,
ni quien abra los linos del reposo [...]
... el hombre vestido de blanco
ignora el misterio de la espiga,
ignora el gemido de la parturienta,
ignora que Cristo puede dar agua todavía,
ignora que la moneda quema el beso de prodigio
y da la sangre del cordero al pico idiota del faisán.

 

El Papado que viste de blanco ignora la labor que le es propia  de Cristo en la Tierra, y pacta con él un poder temporal al precio de entregar la sangre del Cordero: García Lorca -lo mismo que hace en su drama El público- representa y simboliza en Jesucristo a todos los sufrientes

.

En el Vaticano ya no reside por tanto el amor, y así lo proclama el granadino:

 

Los maestros señalan con devoción las enormes cúpulas sahumadas,
pero debajo de las estatuas no hay amor.

 

Lorca pedirá en definitiva a los negros, a los muchachos y las mujeres, a la muchedumbre obrera toda, que griten con voz desgarrada frente a las cúpulas para que se cumpla sin embargo la fraternidad humana cuyo espíritu acaba de ser traicionado: 

 

Mientras tanto, mientras tanto ¡ay! mientras tanto,
los negros que sacan las escupideras,
los muchachos que tiemblan bajo el terror pálido de los directores,
las mujeres ahogadas en aceites minerales,
la muchedumbre de martillo, de violín o de nube,
ha de gritar aunque le estrellen los sesos en el muro,
ha de gritar frente a las cúpulas, [...]
ha de gritar como todas las noches juntas,
ha de gritar con voz tan desgarrada
hasta que las ciudades tiemblen como niñas [...].
Porque queremos el pan nuestro de cada día,
flor de aliso y perenne ternura desgranada,
porque queremos que se cumpla la voluntad de la Tierra
que da sus frutos para todos.

 

Nuestro autor opone,  pues, la actitud moral de que la Tierra da sus frutos para todos y de que Cristo ha de seguir dando agua todavía por mano de su Vicario, a la propia actitud histórica de Pío XI, que pacta con Mussolini y recobra su poder temporal independiente. Lorca postula para  las muchedumbres el pan evangélico de cada día, y pide a esas muchedumbres y a los sufrientes que griten siempre esa voluntad evangélica y de la Tierra del pan para todos.

 

Vista de Nueva YorkVista de Nueva York hacia 1930

Un vals vienés

 

El propio García Lorca manifestó cómo estos discursos de Poeta en Nueva York se hallan “llenos de hechos poéticos dentro exclusivamente de una lógica lírica”, de manera que su lógica es una lógica poética, inmanente; no obstante, no dejan de hacer afirmaciones inteligibles y de inducir connotaciones muy asertivas; la fraternidad incluye por igual la realización de la propia opción erótica y el respeto a ella.

 

Así se ha dicho -y resulta bien transparente- que el “Pequeño vals vienés” es un texto de amor homosexual, y además se interpreta que “preludia la salida liberadora hacia el Paraíso cubano” (Lorca viajará en efecto por esas fechas de Nueva York a Cuba). Con la elocución se imita el ritmo de la música, y ello no solo mediante los estribillos -como también se ha advertido-, sino con toda clase de recurrencias algunas de las cuales sobre todo - repetidas- simulan o traducen  ciertamente un baile y en concreto el vals referido en el título.

 

Véanse varias de tales recurrencias:

 

a) “En Viena hay diez muchachas [...] Hay un fragmento de la mañana [...] Hay un salón con mil ventanas”; “En Viena hay cuatro espejos [...] Hay una muerte para piano [...] Hay mendigos por los tejados. Hay frescas guirnaldas de llanto”.
b) “¡Ay, ay, ay, ay! / Toma este vals con la boca cerrada. / Este vals, este vals, este vals  [...] “¡Ay, ay, ay, ay! / Toma este vals de quebrada cintura. [...]  “¡Ay, ay, ay, ay! / Toma este vals que se muere en mis brazos. [...]  “¡Ay, ay, ay, ay! / Toma este vals del «Te quiero siempre»”.
c) “Te quiero, te quiero, te quiero [...] Porque te quiero, te quiero, te quiero, amor mío [...] Quiero, amor mío, amor mío, dejar [...]”.
d) “Viendo ovejas y lirios de nieve”: vien   ve   nieve (recurrencias de sonidos).
Estas repeticiones o recurrencias presentes en el texto dan lugar en la música que puso L. Cohen al poema a pasajes muy emotivos estéticamente.


Estas repeticiones o recurrencias presentes en el texto dan lugar en la música que puso L. Cohen al poema a pasajes muy emotivos estéticamente.

 

Desde luego, las connotaciones léxicas de contenido a lo largo del poema no dejan dudas acerca de un amor no logrado y doloroso, pero que se desborda en repeticiones y en el verso de expresiva franqueza inequívoca  “Dejaré mi boca entre tus piernas”; la voz “azul” que aparece en el texto debe entenderse que alude ciertamente a la ‘pasión homofílica’.   

 

Gritar un rincón de realidad

 

El compromiso político y social que Federico García Lorca pensaba para algunos de sus argumentos a fin de los años veinte  aparece luego del Poeta en Nueva York  al que pertenecen las dos piezas vistas, en la llamada Comedia sin título,  que es en realidad un esbozo de drama.

El «Autor» inicia esta denominada Comedia dirigiéndose al público para decirle en párlamento conmovedor:

 

Señoras y señores: No voy a levantar el telón para alegrar al público con un juego de palabras, ni con un panorama donde se vea una casa en la que nada ocurre y adonde dirige el teatro sus luces para entretener, y haceros creer que la vida es eso. No. El poeta con todos sus cinco sentidos en perfecto estado de salud, va a tener no el gusto, sino el sentimiento de enseñaros esta noche un pequeño rincón de realidad. [...] Venís al teatro con el afán único de divertiros y tenéis autores a los que pagáis, y es muy justo, pero hoy el poeta os hace una encerrona porque quiere y aspira a conmover vuestros corazones enseñando las cosas que no queréis ver, gritando las simplicísimas verdades que no queréis oír. ¿Por qué? Si creéis en Dios y yo creo, ¿por qué tenéis miedo a la muerte? Y si creéis en la muerte, ¿por qué esa crueldad, ese despego al terrible dolor de vuestros semejantes? [...] ¿Por qué hemos de ir siempre al teatro para ver lo que pasa y no lo que nos pasa? [...] La realidad empieza porque el autor no quiere que os sintáis en el teatro sino en mitad de la calle; y no quiere por tanto hacer poesía, ritmo, literatura, quiere dar una pequeña lección a vuestros corazones.

 

El alegato que había hecho García Lorca también en sus declaraciones periodísticas, llega a las tablas: se trata de llevar a los públicos convencionales y burgueses a las verdaderas realidades, aquello de lo que con miedo y acomodaticiamente no quieren oír hablar. Lorca no sólo echa en cara al público su inconsciencia banal e hipócrita, sino que además lo desafía al plantearle que él cree en Dios, y que si tras la muerte los creyentes esperan ver a Dios, cómo es que pueden presentar y explicar su despego ante el dolor terrible de los semejantes.

 

El teatro -piensa el granadino- ha de ser como la calle, contener esa misma realidad de la calle; es decir, lo que nos pasa: él se propone efectivamente hacer ver y enseñar tal realidad sobre la escena, aunque resulte una empresa difícil. Lorca realmente  “quiere dar una pequeña lección”, en definitiva, a quienes son crueles con sus semejantes porque los ignoran, y a quienes viven en la abyección moral al no querer escuchar simplicísimas verdades.

 

Por igual, el motivo del enamoramiento no convencional que vertebra también El público surge ahora: el «Autor» manifiesta que la gente no entiende  «El sueño de una noche de verano», obra que posee «un sombrío argumento»: “Todo en la obra tiende a demostrar que el amor, sea de la clase que sea, es una casualidad y no depende de nosotros en absoluto. La gente se queda dormida, viene Puk el duendecillo, les hace oler una flor y, al despertar, se enamoran de la primera persona que pasa [...] Así la reina de las hadas, Titania, se enamora de un campesino con cabeza de asno. Es una verdad terrible”.

 

El dramaturgo García Lorca expresa la verdad humana del hombre García Lorca, su anhelo de un amor de la clase que sea, esto es, que tiene derecho a amar también a un  varón con el que desea  -según hemos visto- dejar su boca entre sus piernas. Poeta en Nueva York  (donde está el “Pequeño vals vienés”) y El público o  [Drama sin título] remiten –entre otras cosas- a la defensa del amor homosexual, y al dolor del amor frustrado.

Al identificarse con la exigencia de libertad de conciencia y reclamar el respeto a ella, así como al incidir en un compromiso político-social y anhelar las reformas consecuentes en la vida pública, Lorca muestra unas actitudes éticas e ideológicas que se hallan en la misma traza de las del krausismo-institucionismo español.

 

Francisco Abad Nebot

Catedrático de Lengua Española de la UNED
fabad@flog.uned.es

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