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Gijón, 25 de julio de 2024

“La empatía y la escucha activa son clave en los primeros auxilios psicológicos”

La profesora Beatriz García Rodríguez dirige en UNED Asturias el curso de verano “La regulación emocional en el apoyo psicológico de emergencia”, que ha alcanzado los 120 matriculados
Beatriz García.

Beatriz García Rodríguez

UNED Asturias cierra su oferta estival con el curso de verano “La regulación emocional en el apoyo psicológico de emergencia”, que, bajo la dirección de Beatriz García Rodríguez, permite conocer cómo los primeros auxilios psicológicos ayudan a las personas a afrontar acontecimientos de grave impacto, en los que las personas pueden sufrir tanto pérdidas de diferente cariz como fuertes crisis emocionales. García Rodríguez conoce bien las herramientas que deben manejarse en esos casos, pues ha dedicado su carrera investigadora a las emociones, desde que desarrollara su tesis doctoral en el Instituto Max Planck, en Alemania, antes de incorporarse a la UNED, donde hoy es profesora titular de la Facultad de Psicología. El curso ha tenido ya distintas ediciones, incorporando nuevos temas, porque el interés del alumnado no decae. En este caso, se han alcanzado los 120 alumnos, en las modalidades presencial y online.

Nueva edición de un curso de verano que siempre tiene éxito de matrícula. ¿Por qué atrae tanto este tema?

Porque se trata de algo muy íntimo, que no interesa solo desde el punto de vista profesional, sino también personal. Son cursos en los que se apuntan, por supuesto, profesionales, pero también personas con ganas de conocer más sobre sus emociones y sobre cómo se reacciona en momentos difíciles de la vida, porque todos hemos pasado por momentos de crisis…

Porque hablamos de crisis, de grandes catástrofes, pero también de elementos más cotidianos.

Los acontecimientos, independientemente del impacto, pueden ser personales o colectivos. Los colectivos suelen ser catástrofes, como terremotos, actos terroristas, el descarrilamiento de un tren… Pero también hay sucesos en la vida personal.

¿Qué hace que un mismo acontecimiento pueda impactar de manera distinta en las personas que lo han vivido?

El impacto de un suceso concreto dependerá de muchos factores, como de la forma que tienen las personas de autorregular sus emociones, y también la cercanía, la pérdida... Si en un terremoto alguien lo pierde todo y tiene que volver a empezar, no es lo mismo hacerlo con veinte años que con sesenta, cuando el impacto es mucho mayor. Luego hay pérdidas intangibles: por ejemplo, hay gente que desde el atentado de Madrid del 11-M no puede coger el metro. Esas pérdidas a largo plazo son difíciles de valorar, pero están ahí y hacen que la vida de las personas sea muy complicada.

¿El atentado del 11-M pudo marcar un antes y un después en nuestra percepción de los acontecimientos que causan gran impacto como algo cercano?

En Madrid lo vivimos muy cerca, desde luego, y una de las cosas que más impacta es la cercanía del suceso: no es lo mismo saber que ha habido un atentado de esa magnitud en un país que está a 10.000 kilómetros, que te impacta, que tenerlo al lado de casa y estar oyendo las ambulancias, ver los heridos, conocer a un vecino o un familiar afectado… Esa cercanía te impacta.

¿Cuáles son las claves para que un profesional ofrezca una ayuda eficaz en una situación así?

Hay dos cualidades: la empatía y la escucha activa. En estos casos es casi más importante saber qué no hay que hacer. Lo primero que hay que hacer es tratar de cubrir las necesidades básicas de la persona. Muchas se niegan a colaborar, dicen que no necesitan ayuda. Bueno, pues no hay que forzar. Solo preguntarles si necesitan cualquier cosa, preguntarle si tienen hambre, sed, si están tomando algún tratamiento que necesiten, si están buscando a un familiar, ayudar a buscar, etc. Eso es lo más inmediato. Que sepan que están acogidos, arropados, que se les va a cubrir cualquier necesidad que surja.

¿Y cómo debe actuar el profesional ante el sufrimiento de las personas en esos primeros momentos?

La labor del psicólogo no es eliminar el dolor, porque eso no lo puede quitar nadie. La tristeza es una reacción emocional inevitable ante determinadas situaciones. Pero se puede llamar a los servicios sanitarios si hace falta para que se les dé un calmante si están muy excitados. Y cuando la persona se pone a hablar, escucharla, evitando comentarios como “me lo puedo imaginar”, porque no es cierto que nos lo podamos imaginar, o “no te preocupes, se va a arreglar”, porque no sabemos si se va a arreglar. Si alguien está deprimido es porque no lo puede evitar, y no podemos despreciar encima su sentimiento diciéndole qué por qué se deprime, que no merece la pena, porque así lo hundimos un poco más. Son errores habituales en los voluntarios, pero estos acontecimientos de emergencia requieren de psicólogos. El psicólogo tiene que tener empatía y escuchar activamente, cubrir las necesidades y conectar a las personas con sus familiares, etc., y más tarde es importante que entre en contacto con otras víctimas.

¿Las asociaciones cumplen una función importante?

Sí. Si alguien iba en el vagón de tren en el que estallaron las bombas, de nada vale que le digamos “yo entiendo cómo te sientes”. Quien mejor les entiende es otra víctima. Así se sienten comprendidos.

Todo esto tiene que ver con la regulación emocional.

La regulación emocional es ajustar la respuesta… Las emociones son procesos o habilidades que tenemos los seres humanos que nos permiten dar respuestas muy adaptativas a nuestro entorno. Son nuestras grandes amigas, aunque algunas sean negativas (la tristeza, por ejemplo). Las necesitamos. Hasta cierto punto, las controlamos, pero, cuando las emociones son muy intensas, en lugar de ayudarnos en la adaptación, lo que hacen es desbordarnos completamente. Son nuestro peor enemigo. Una persona con ansiedad tiene todo su pensamiento dirigido hacia el objeto del miedo. La emoción es totalmente disruptiva. Autorregularse es lo que enseñamos desde pequeños a nuestros hijos (no te enfades tanto, habla, modera tus respuestas). Normalmente los individuos nos regulamos de ese modo en nuestro entorno social. Pero, cuando ocurre un acontecimiento, la emoción es muy intensa y se puede convertir en un trastorno. La mayor parte termina en un proceso de estrés postraumático.

Precisamente en su segunda ponencia aborda las técnicas de manejo del estrés postraumático y también el estrés y la ansiedad.

El estrés es una situación cotidiana, no es una emoción. Puede ser positivo, dentro de unos límites, porque necesitamos cierto estrés o cierta activación para hacer bien las cosas. Imagino que los deportistas que van ahora a los Juegos Olímpicos tendrán su propio estrés. Están activados para competir. Cuando la persona ve que el estrés va aumentado, y que todos los mecanismos que puede poner en marcha para ajustar su vida a esas demandas a las que no llega fallan, entonces aparecen dos emociones: la ansiedad y la depresión. El trastorno de estrés postraumático es un cuadro de ansiedad muy intenso. Eso ya sí es una emoción. Las emociones son procesos globales en el organismo. Afectan a lo psicológico, afectan a lo cognitivo y afectan al comportamiento. En estados de ansiedad, cada uno de los componentes de las emociones se dispara. Pero hay que entender que la ansiedad es una emoción positiva, aunque sé que es difícil verlo así.

Dentro de los límites que mencionaba antes…

Las emociones son siempre positivas cuando no alcanzan un nivel que nos desborde. Por ejemplo, si yo tengo un examen dentro de quince días, y no tengo un poco de ansiedad, no estudio. Y el deportista que va a los Juegos Olímpicos, si no tiene un poco de ansiedad, no entrena tanto, no se cuida tanto. Dice el refrán que el miedo guarda la viña. La ansiedad es un temor por lo que pueda ocurrir, por no saber lo que va a pasar. Por ejemplo, en los atentados la mayor ansiedad era buscar a los familiares, por los hospitales… Eso es ansiedad. Luego, cuando saben si viven o no viven, ya llegan otras emociones. La ansiedad es no saber.

¿Y cómo se debe actuar cuando llega a esos niveles?

Pues a nivel fisiológico hay que conseguir que el individuo ponga en marcha unos mecanismos de calma, de relajación. Y en ocasiones es necesario recurrir a una combinación terapéutica que incluya la medicación, si hace falta, cuando el individuo está sobrepasado. Y después ya entra el psicólogo. Una cosa es la intervención inmediata, cuando algo ocurre, para que posteriormente no se desarrolle un trastorno de estrés postraumático. El problema es que hay personas que en el primer momento tienen la alegría de que están vivos, se sienten afortunados, pero esa sensación positiva dura poco, y después se vienen abajo. Por esa euforia inicial, mucha gente rechaza la ayuda, y después, a los tres meses, pueden aparecer los síntomas de estrés postraumático.

¿En España se ha mejorado en la forma de actuar en el apoyo psicológico de emergencia?

Absolutamente. Los psicólogos somos una de las profesiones más queridas. La población valora el trabajo que hacemos. Y, por supuesto, ahora, en cualquier circunstancia crítica, hay personal de apoyo, hay psicólogos. Por ejemplo, en el curso va a intervenir Cristina Gaya, que es psicóloga en la Dirección General de la Guardia Civil, encargada de entrenar en muchos guardias civiles para actuar cuando hay accidentes de tráfico. Ahora están muy bien formados.

Pablo Núñez

UNED Asturias. Gijón

Juan Carlos Menéndez Mato y Beatriz García Rodríguez.

Beatriz García Rodríguez y Juan Carlos Menéndez Mato.