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Gijón, 14 de julio de 2023

La cocina que nos hizo humanos

Jesús Jordá, director del curso de verano de la UNED en el Centro de Arte Rupestre de Tito Bustillo, ha explicado en su intervención las claves de la cocina de la prehistoria del oriente de Asturias, en la que estaban muy presentes el ciervo y el marisco
Por su parte, la profesora María Martín Seijo ha disertado sobre el estudio de los carbones encontrados en los yacimientos, que revelan información sobre la actividad del hombre primitivo y sobre el paisaje
Juan Carlos Menéndez Mato, Jesús Jordá, María José Bode y Pablo León Gasalla.

Jesús Jordá y María Martín Seijo

El curso de verano de UNED Asturias “150 años de investigaciones prehistóricas en el valle del Sella, Asturias (3ª edición)” ha incluido dos ponencias sobre los últimos avances en relación con la cocina en la Prehistoria y con el estudio de los carbones recuperados de los yacimientos arqueológicos, intervenciones que han estado a cargo del director del curso y profesor de la UNED, Jesús F. Jordá Pardo, y de María Martín Seijo, profesora de la Universidad de Cantabria.

Respecto a la primera de las cuestiones, Jesús Jordá ha destacado que “la cocina nos hizo humanos, como han manifestado varios autores, porque desde que empieza a intervenir la elaboración de los alimentos, con el homo habilis muy rudimentariamente, y después con el homo erectus y su uso del fuego, se va produciendo una mejora en la calidad de la alimentación”. Y esto fue debido a que los alimentos resultaron “más aptos para la nutrición, para sacarles los nutrientes, lo que mejorará, por un lado, el aspecto de los humanos y, por otro, su capacidad cognitiva, por el incremento progresivo del tamaño del cerebro”.

Tal y como ha explicado el investigador, la alimentación con cocina y con fuego fue intensamente utilizada por los neardertales y por los humanos modernos ―el tostado de la carne, o la acción de caramelización que produce al calentar los vegetales―, y también otros procesos culinarios como la separación de la carne del hueso de los animales.

Pero también llama la atención que los habitantes del Sella, a finales del Paleolítico Superior, hace 12.000 o 14.000 años, consumían con mucha frecuencia ciervo, y también empiezan a hacer un consumo importante de mariscos: llámpares (lapas), bígaros, mejillones, almejas, ostras, crustáceos como los cangrejos o los percebes... “Los alimentos procedentes del mar se consumían muy intensamente, y se calentaban o se ponían al fuego o sobre una piedra caliente”, ha indicado Jordá.

Los restos se localizan abundantemente en los concheros de finales del Paleolítico superior hasta el Mesolítico (del 12.000 al 7.000 antes del presente), una especie de basureros con las conchas de lo que se consumía. El profesor ha puesto el ejemplo del “importante” conchero de la cueva de El Cierro, en Ribadesella.

Siguiendo la pista de los carbones

En cuanto a la investigación de los restos de carbones, la profesora María Martín Seijo ha puesto de relieve cómo permiten conocer “la vegetación y los usos de la madera en el pasado”. Se trata del estudio conocido como antracología. La investigadora ha explicado que los carbones son el resto de plantas más frecuente en los contextos arqueológicos, y suelen aparecer prácticamente siempre que se recogen muestras. Proceden, por ejemplo, de los restos de la leña que quemaban, o de los incendios... “Nos dan mucha información, al tratarse del residuo de lo que queda de la actividad, del cocinado, del transporte de la leña, etcétera. Es una manera muy directa de transportarnos al pasado y de reconstruir tanto las actividades de los seres humanos como el paisaje que recorrieron para recoger esa leña”.

La antracología se está aplicando en la península ibérica desde finales de la década de 1980, y con más intensidad desde los noventa, pero una intensidad desigual, dependiendo de las zonas de los especialistas (Cataluña, Valencia, Andalucía, norte de Portugal…).  La ponente ha centrado sus investigaciones en el Noroeste y en el Norte peninsular y, para que este trabajo pueda seguir completándose, remarca la importancia de que los restos de carbones hallados en los yacimientos “se almacenen siempre, aunque no se tenga previsto estudiarlos a corto plazo”. Y es que en el futuro pueden permitir reconstruir un determinado aspecto y obtener, entre otras cosas, datos de carácter medioambiental. “Los carbones son a veces los que nos permiten conocer cuestiones como la variación del clima, porque la vegetación nos revela si se trataba de un periodo frío o más cálido”, ha explicado.

El curso de verano cuenta con el patrocinio del Ayuntamiento de Ribadesella y con la colaboración de la Consejería de Cultura, Política Llingüística y Turismo del Principado de Asturias y el Centro de Arte Rupestre de Tito Bustillo.

Programa completo: https://extension.uned.es/actividad/idactividad/30265

UNED Asturias. Gijón