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Gijón, 2 de julio de 2019

José Luis Muñoz de Baena: "Tenemos que huir de la creciente banalización del discurso"

Profesor titular de Filosofía del Derecho de la UNED, dirige el curso de verano "Derechos humanos y cine" en el Centro Asociado de Asturias

 

José Luis Muñoz de Baena.

José Luis Muñoz de Baena.

Con apenas 19 años, José Luis Muñoz de Baena se dio cuenta de que lo suyo era la Filosofía del Derecho, porque le atraía abordarlo "como problema", más allá de sus aspectos dogmáticos o de práctica cotidiana. No en vano, con el paso de los años ha ido evolucionando hacia la Filosofía Política. "La existencia humana en sus modos, sus crisis y sus problemas, siempre hay que tratarlos desde el punto de vista crítico, y eso es una tarea típica de la filosofía del derecho y de la filosofía política", explica. Doctor en Derecho y en Filosofía, profesor titular de la UNED, Muñoz de Baena (Madrid, 1959) dirige del 1 al 3 de julio, en el Centro Asociado de la UNED en Asturias, el curso de verano "Derechos humanos y cine".


El cine ha conseguido poner sobre la mesa distintos problemas relacionados con los derechos humanos y sensibilizarnos respecto a ellos. ¿Tiene algún poder especial? ¿No bastaba con la palabra?

El discurso por sí solo tiene tendencia a desaparecer, porque, como queda sepultado por un montón de discursos, suele perder fuerza. Esto ocurre mucho hoy en día. Al final el sistema ha impuesto la eliminación de multitud de discursos críticos, a base de que hay tal cantidad de discursos que todos parecen quedar nivelados. La gente no tiene tiempo para leer con profundidad, no pasa más allá del titular, porque hay una cantidad de información enorme. Hace muchos años, en México, en una conferencia, le dije al auditorio que se fijara en dos tablones de anuncios que había al fondo, uno con un solo papel y otro con muchísimos papeles. En este último, todo estaba sepultado por todo; tenía tanta información que es como si no tuviera ninguna, mientras que, en el caso del primer tablón, el papel que tenía sí que se leía. Como leemos tanto, leemos con impaciencia, y un discurso crítico es un discurso complejo, y un discurso complejo requiere tiempo, espacio y cantidad de escritura, luego la gente no lo lee. Sin embargo, una imagen se puede quedar con una eficacia que no tiene el discurso. Parece que en este mundo audiovisual cada vez necesitamos más un soporte en imágenes, y esto a mí no me parece especialmente bueno… Creo en el discurso, pero como me gusta mucho el cine, pienso que si dos de las cosas que hago pueden confluir, bienvenido sea: por un lado, producir discurso y analizarlo críticamente, y, por otro, ver cine y analizarlo también críticamente. Y además me lo paso bien haciéndolo.

 

Ese análisis crítico, y esa reflexión, por parte del espectador, ¿ha cambiado al no verse tanto el cine en una gran pantalla, tranquilamente, sino en pantallas pequeñas, mientras a menudo se envían wasaps o se mantienen conversaciones?

Justamente. Es el tiempo de la total simultaneidad de todo. Uno va a una biblioteca y se encuentra -estoy hablando de una experiencia personal- a una mujer con un libro bastante grueso de Física, que se sienta un domingo en una biblioteca municipal y después de tres horas de estudio ha dejado el móvil no más allá de veinte minutos. Y uno piensa: ¿ha aprendido algo de Física en esos veinte minutos, que además no han sido seguidos? Este es el problema: que todo se fracciona. Y cuando todo se fracciona, cuando se llega a la infinita simultaneidad, se llega también a la infinita ansiedad, y así a la banalidad del discurso. Tenemos que huir de la creciente banalización del discurso. Y efectivamente, el cine se ha convertido en la pantalla de tu casa, y además está siendo sustituido por las series. Bueno, pues eso tiene su parte buena y su parte mala. Las series también tienen un tratamiento comercial, aunque muchas de ellas son muy buenas, pero el problema es que al final todo se fracciona, y es muy difícil que uno pueda conseguir un auditorio fuerte y plantear un problema realmente importante. Al final, por decirlo así, uno se lo tiene que trabajar en plan “francotirador”, confiando en la fuerza con que sea capaz de expresar una idea y en que el soporte audiovisual tenga la fuerza suficiente. Es lo que vamos a hacer aquí estos días, y, como vamos a hablar de gente como Akira Kurosawa y Stanley Kubrick, pues vamos bien pertrechados.

 

Por la izquierda, José Luis Muñoz de Baena Simón, Benjamín Ribaya García y Juan Carlos Menéndez Mato.

Por la izquierda, José Luis Muñoz de Baena Simón, Benjamín Rivaya García y Juan Carlos Menéndez Mato.

En concreto, su ponencia tratará sobre Kurosawa. ¿Qué podemos aprender de este cineasta respecto a los derechos humanos?

Kurosawa es un autor muy occidental y muy oriental a la vez. Ha conseguido filmar una obra de Shakespeare mejor que un cineasta occidental como Orson Welles, porque el Macbeth de Kurosawa es más fiel al texto de Shakespeare, más hondo y menos barroco que el de Welles. Es un autor que imbrica perfectamente las culturas oriental y occidental. Y nos encontramos con que en la cultura oriental el concepto de derechos humanos es casi irrelevante hasta épocas muy recientes, hasta la occidentalización forzada de Japón. Por un lado, Kurosawa tiene la referencia japonesa, en la que no hay un discurso articulado en torno a los derechos humanos, y la referencia occidental, donde sí lo hay. Uno mira la obra de Kurosawa y la expresión derechos humanos aparece una vez nada más. El resto es ética, especulación sobre la dignidad humana, sobre la resistencia, sobre los códigos de honor... Reflexiona sobre todo aquello que nosotros articulamos a través de la expresión derechos humanos, pero como lo hace desde una cultura como la japonesa, para la cual la subjetividad siempre está subordinada a la comunidad, tenemos que ver siempre los derechos humanos en el hueco de su ausencia. Pero están, vaya si están.

 

En este sentido, en otro gran director como John Ford, aunque se muestren las violaciones de derechos humanos como una realidad, sin una aparente voluntad de denuncia, ¿su grado de profundización en el ser humano contribuye también a que seamos más sensibles hacia nuestros semejantes, influyendo también en el progreso de los derechos?

 

Justamente. Y es que además Kurosawa tenía como referente fundamental a John Ford. Son cinematografías que están muy vinculadas. El cine del Oeste habla del sentido de lo justo mostrando lo profundamente injusto. Otra vez: el hueco de la ausencia. El cine del Oeste aborda el espíritu del límite, de la venganza, del honor, de la capacidad de sobreponerse. Por ejemplo, en Solo ante el peligro, de Fred Zinnemann, un western tan estilizado que es prácticamente simbólico, y habla del sentido de la justicia, la capacidad de rendir cuentas solamente ante el propio deber, la valentía frente a las ganas de salir corriendo. Todo ese tipo de referentes que en el western son tan importantes pues están en los grandes westerns, están en Ford, están en un western reciente como el de Eastwood, y está en los western de Kurosawa.

 

José Luis Muñoz de Baena.

José Luis Muñoz de Baena durante su ponencia.

¿Falta una gran película sobre algún tema importante relacionado con los derechos humanos?

Me decían hace poco que no se ha contado todavía desde el cine de ficción -se ha hecho algún documental- el terrible problema de las muertes en el Mediterráneo. Al final el derecho a la vida da igual que se predique de un africano que es asesinado con un machete -Hotel Ruanda- o un libio, por ejemplo, que se ahoga a cien kilómetros de la costa occidental sin que nadie haga nada, e incluso cuando los países ribereños hace todo lo que pueden por impedir su trabajo a la gente que quiere salvarlos. Al final el derecho es el mismo, es el derecho a la vida, y detrás de él está el derecho a la vida digna, lo que varía son las circunstancias en que son transgredidos y, esto es mucho más grave, la creciente complicidad de los estados occidentales en esas transgresiones.

 

¿Por qué eligió a Ramón Llull como objeto de su tesis doctoral en Derecho?

Creo que leí algo y me pareció un tipo muy curioso, que en su época iba en contra de la corriente que triunfaba, que era el tomismo, y él representaba un agustinismo tardío, y en la medida que tenía ese aspecto como de “francotirador” me llegó a interesar. Hice esa tesis en Derecho muy jovencito.

 

¿Y sobre qué versó su tesis en Filosofía?

 Sobre la abstracción del mundo, sobre cómo la filosofía bajo-medieval condiciona buena parte de las ideas políticas y jurídicas de toda la Modernidad. Esa es una tesis que se tiene que hacer con cincuenta y tantos años. Hay distintas tesis para distintos momentos de la vida y lamentablemente la mayor parte de la gente tiene que hacer una tesis de juventud.

 

Pablo Núñez

Centro Asociado de Asturias. Gijón

 

Programa del curso "Derechos humanos y cine"

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