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Gijón, 18 de julio de 2014

Begoña Ibarrola: "La competitividad mata la empatía, y la cooperación la favorece"

La escritora ha participado como ponente en el curso de verano sobre el desarrollo de las inteligencias múltiples, impartido en la sede de la UNED en Gijón

 

Gonzalo González Villarías

Begoña Ibarrola.

La aplicación de la teoría de las inteligencias múltiples del psicólogo Howard Gardner (Premio Príncipe de Asturias en 2011), en las diferentes etapas educativas y en el ámbito familiar, ha sido el tema central de un curso de verano impartido esta semana en el Centro Asociado de la UNED en Asturias. Esta actividad formativa, que alcanzó los 100 alumnos, la ha dirigido el decano de la Facultad de Educación, José Luis García Llamas, con la co-dirección de Gerardo Fernández, profesor-tutor e inspector de Educación del Principado de Asturias. Una de las ponencias estuvo a cargo de la psicóloga y escritora Begoña Ibarrola, autora de libros de relatos que se emplean en centros educativos de todo el país para favorecer el desarrollo de las competencias emocionales. Ibarrola disertó sobre modelos de intervención y programas destinados a Educación Infantil y Primaria.

 

¿En qué consisten los programas de desarrollo de la inteligencia emocional?

Son aplicaciones prácticas, desarrollo de competencias y habilidades, para que el alumnado incorpore a su vida diaria incluso en forma de hábitos emocionalmente sanos, porque algunas de estas habilidades se pueden convertir en hábitos muy buenos, como la regulación emocional, por ejemplo. Los alumnos, mediante la aplicación de programas, aprenden estrategias para enfrentarse a los retos y a las situaciones que la vida les depare. Se trata de ofrecer no sólo explicaciones teóricas, que en algunos casos también es bueno que las conozcan (especialmente los alumnos más mayores). Pero sobre todo es entrenamiento, como si hiciéramos un chequeo de cómo está el cuerpo del alumno y le propusiéramos el desarrollo de unos "músculos", es decir, de las competencias que necesitan para estar en forma.

 

Entre esas competencias ha mencionado la regulación emocional.

La regulación emocional provee de estrategias al alumnado para expresar las emociones de forma adecuada, de forma correcta, sin hacer daño a nadie... Es importante saber cuándo no pueden o no deben expresar emociones, cuándo por las circunstancias del momento o de la persona o del lugar o de la situación no deben hacerlo. Regular las emociones no es reprimirlas. Es saber cuándo se puede y cuándo no, y en caso de que se pueda, de qué forma. Es un entrenamiento que pasa por control de estrés, por el desarrollo de un estado interno donde si me encuentro con pensamientos rumiantes negativos sea capaz de bajar su nivel de intensidad y transformarlos en positivos. Hay algunas herramientas que dan como resultado cambios de conductas hacia el exterior y otras herramientas que dan como resultado cambios internos.

 

¿Hasta qué punto es importante recibir esta formación desde una edad temprana?

Es importante porque los niños pequeños aprenden con mucha facilidad. Y sobre todo se evita caer en errores. Por ejemplo, es más difícil cambiar un hábito mal adquirido que adquirir uno nuevo, porque si ya se ha generado, por utilizar una metáfora, un enlace o un cableado en el cerebro, quitar ese enlace para modificarlo es más complicado que generar uno nuevo. Por eso cuanto antes se empiece es más eficaz el programa. Yo lo he observado. Si se trabaja de 3 a 6 años todas las competencias emocionales, a través del juego y dinámicas adaptadas a ellos, cuando los niños llegan a primaria tienen conductas diferentes. Y en la adolescencia no tienen nada que ver con otros, porque han generado ya unos hábitos que les han ayudado.

 

¿Qué edad tienen que tener los niños como mínimo?

Yo trabajo con niños a partir de tres años. Y he hecho una investigación precisamente de la etapa prenatal. Las emociones las sentimos desde antes de nacer. Ya hay una vinculación emocional con la madre en el vientre materno. Hay unos programas preventivos para la creación de un vínculo emocional sólido que comienza antes de nacer.

 

En términos generales, en los niños y jóvenes de nuestro país, ¿cuál es la principal carencia que debería abordarse con estos métodos de actuación?

Uno de los puntos débiles, que a mí me parece gravísimo, es la falta de conocimiento de uno mismo. El currículum está saturado de conocimientos del mundo exterior, pero hay muy poco espacio y muy pocos momentos en los que el alumnado pueda reflexionar sobre quién es él, qué hace, cuáles son sus valores, sus metas, sus objetivos... cómo son. Faltan espacios para desarrollar el autoconocimiento, que es la primera competencia. Luego la regulación emocional. Muchísimos problemas tienen su origen en una falta de control de impulsos. La impulsividad se está generalizando. Pero es por falta de recursos, de autocontrol. En nuestro código genético venimos con esas emociones básicas, pero no con las estrategias de regulación, que las tenemos que aprender.

 

¿Alguna otra carencia?

El profesor Gerardo Fernández presenta a la ponente Begoña Ibarrola

El profesor Gerardo Fernández presenta a la ponente Begoña Ibarrola.

Me he encontrado un déficit muy importante en empatía, que es una competencia emocional clave, por ejemplo para la prevención de conductas violentas. De hecho, siempre que las empresas ofertan un puesto para trabajar con otras personas, piden líderes empáticos. Y ahí tenemos un déficit muy importante. La competitividad mata la empatía, y la cooperación la favorece. Cada vez hay más centros que hacen un trabajo de aprendizaje cooperativo. Eso genera un buen clima en el aula, una mayor empatía entre los alumnos, y por supuesto una disminución tremenda de los problemas de conducta. Hay distintos elementos, pero todos confluyen en que existe un déficit de inteligencia emocional, porque los padres tampoco están preparados para abordar una buena educación emocional.

 

¿Qué papel juega la literatura infantil y juvenil a la hora de educar en estos valores?

Para mí la literatura, como el cine, es una herramienta fabulosa para desarrollar todas las competencias emocionales. Por eso me dedico a escribir, porque a través de los cuentos he comprobado cómo los niños incorporan pautas de comportamiento, o discriminan cuándo es una buena expresión de emociones o cuando es inadecuada. La literatura nos permite ponernos en el lugar de otros personajes y ver su mundo emocional con una distancia. Puedo ver si su comportamiento es el adecuado o no, y al mismo tiempo preguntarme qué haría yo. El libro es un espejo. Tú lees y ves a los personajes, pero también te estás viendo a ti mismo.

 

¿En qué nuevos proyectos está trabajando actualmente?

Estoy trabajando en una novela juvenil. Mis lectores de Cuentos para sentir, un libro que va por la 17ª edición, que eran niños de 3, 4 ó 5 años cuando sus padres o sus profesores se los leyeron, ahora tienen 13, 14 ó 15 y muchas veces llegan a la feria del libro y me preguntan cuándo voy a escribir novela juvenil para ellos. Así que he empezado una trilogía, que incluye la inteligencia emocional pero también intriga, misterio... Es una mezcla de novela histórica y de ciencia ficción que va a atrapar a los preadolescentes y les va a permitir aprender de vivencias más afines a su edad.

 

Pablo Núñez

El desarrollo de las inteligencias múltiples en diferentes etapas educativas y en el ámbito familiar
CA Asturias. Gijón.