Fotografía de Robert Capa.
Para un historiador interesado en la historia bélica, la prensa y los restantes medios de comunicación constituyen una fuente informativa de primer orden; de ellos pueden extraerse datos significativos, relatos y acontecimientos pero, sobre todo, actúan como un espejo de doble cara que refleja simultáneamente la mentalidad colectiva sobre la que influyen y la ideología del comunicador –o del grupo a él ligado- que la conforma y que, además, está sujeto a los condicionantes de la censura o de las consignas existentes. Mi interés por abordar este asunto de una manera lo más poliédrica posible, comenzó con el análisis del impacto de las campañas de la Guerra de África en la opinión pública asturiana de los años 20 y me llevó a la publicación de las extraordinarias crónicas que en su día escribió "Adeflor", director de El Comercio tras el desastre de Annual de 1921. En buena medida, las "lecciones aprendidas" en la Guerra de África desde el punto de vista del control militar de la información y de los informadores se siguieron aplicando en la contienda de 1936-39 y fueron recogidas con todo lujo de detalles en las memorias de los periodistas, hombres de radio y cineastas extranjeros que acudieron a España, atraídos por un fenómeno que tuvo una repercusión enorme. Así que éste fue el itinerario que me llevó hasta tan apasionante asunto y el que me hizo asomarme con mayor profundidad a la figura de los corresponsales combatientes del ámbito anglosajón y a la del oficial de prensa franquista Gonzalo de Aguilera Munro. La Guerra Civil fue un campo de pruebas en todos los aspectos, incluido el informativo y un cruce de caminos donde se dieron la mano las fórmulas de comunicación y propaganda más tradicionales y anticuadas con las más avanzadas desde el punto de vista técnico y del lenguaje escrito y audiovisual.
Milicianos y civiles leyendo El Diluvio. Frente de Aragón.
Poder exponer toda esta riqueza testimonial, documental y hasta estética, ha constituido para mí un verdadero placer aunque hubiéramos necesitado mayor número de horas y la presencia de los grandes especialistas de algunos de los muchos aspectos apenas esbozados. Pero, a pesar de ello, lo mejor del curso, sin duda, han sido la curiosidad y la participación activa y entregada de los alumnos, tanto de los presenciales como los de las otras modalidades, quiénes con sus comentarios y preguntas han conseguido dinamizar las sesiones y transformar la erudición en verdadera Historia. Espero que esta referencia al pasado les haya servido para entender un poco mejor la realidad del tratamiento de las guerras en los medios de comunicación actuales pues éste es el verdadero fin de la Historia como disciplina.
Luis Arias González
Profesor-Tutor del CA de Asturias
