El siglo XVIII ve como la mujer comienza a participar en la enseñanza de las artes plásticas como profesora y aunque es todavía muy difícil que sea admitida en las Academias, algunas lo consiguen pero no en igualdad de derechos con sus colegas varones. Como ejemplo de mujeres “académicas” podemos citar a Rosalba Carriera, Angelica Kauffmann, Mary Moser, Elisabeth Louis Vigée-Lebrun o Adélaïde Labille-Guiard, pero son muchas más las mujeres artistas entre las que se encuentran Giulia Lama, Maria Cosway, Katherine Read, Constance Marie Charpentier o Marie-Denise Villiers. Un cuadro que en la actualidad se atribuye a esta última fue comprado en 1922 por el Metropolitan Museum de Nueva York como un David pero en 1977 se tiene ya la certeza de que su autor no fue el gran maestro y se atribuyó a Constance Marie Charpentier antes de aceptar la definitiva autoría de Marie-Denise Villiers aventajada alumna de Giradet.
Rosalba Carriera (1675-1757)
Nace en Venecia en 1675 pero conocemos muy poco de su biografía, aunque se conservan muchas obras firmadas por la pintora, que encontró en el género del retrato y en la técnica del pastel una combinación que la hizo famosa en toda Europa.
Comenzó dedicándose a la realización de miniaturas con frecuencia sobre marfil, una de las cuales le abre las puertas de la Accademia di San Luca en Roma (1705). Recibe encargos de Cristiano Ludovico de Meclemburgo, del Elector del Palatinado Giovanni Guglielmo y del rey Federico IV de Dinamarca. En 1720 es admitida en la Accademia di Bologna y también en la Académie Royale de Peinture et Sculpture de París. En Francia conoce a Liotard, La Tour y Watteau. En 1723 está en Módena para retratar a la familia d’Este, cinco años después es huesped de los condes Lantieri de Goritzia, en 1730 está en la Corte de Viena donde retrata a la emperatriz Amalia y a otros miembros de la familia real.
La pintora trabaja ininterrumpidamente hasta 1747 cuando la ceguera, a pesar de las tres operaciones de cataratas a las que se había sometido, le impide pintar muriendo en 1757.
Sus refinados retratos de tonalidades delicadas gracias al uso de la sfumatura que confiere a sus modelos gracia y elegancia, van desde bustos a figuras de cuerpo entero. Procura no sobrecargar las composiciones con inútiles detalles y se aleja de las premisas que establece la enseñanza académica.
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Angelica Kauffmann (1741-1807)
Nace en 1741 en Coire (Suiza), hija de un discreto pintor suizo que apoya la vocación artística de la niña que comenzó siendo aún muy pequeña y se forma junto a su padre en Florencia y Roma.
Artista respetada por sus contemporáneos, apreciaron su obra personajes relevantes de la época como Goethe o Winckelmann. Con sólo 23 años entra a formar parte de la Accademia di San Luca de Roma. Desarrolla una parte importante de su carrera profesional en Inglaterra donde reside entre 1766 y 1780 ingresando en la Royal Academy de Londres como uno de sus miembros fundadores, junto a otra mujer, Mary Moser, pero con las restricciones que las Academias imponían a las mujeres (por ejemplo la prohibición de asistir a las clases de desnudo).
Hábil retratista, se dedicó también a otros géneros, incluso en el difícil terreno para una mujer de la pintura de historia. A pesar de los trabajos realizados en Inglaterra, será en Italia donde apreciarán todas sus facetas artísticas sin dejarla relegada al papel de simple retratista. Así afrontó temas religiosos, históricos o mitológicos y, claro está, el retrato, interesando a Cortes y coleccionistas de toda Europa.
Frente a su éxito profesional, su vida privada fue triste: le atribuyeron numerosos amantes pero lo cierto es que se casó secretamente con un misterioso aristócrata sueco del que pronto descubrió que no era noble y que tenía ya otra familia; soportó la humillación del abandono y un intento de rapto por parte del mismo para obtener un rescate y debió esperar hasta la muerte del marido para poder volver a casarse. Lo hizo después con el pintor Antonio Zucchi que abandonó su carrera para ocuparse de la más prometedora de su mujer. A la muerte de la pintora en 1807, la comunidad artística romana organizó un fastuoso funeral.
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Elisabeth Louise Vigée-Lebrun (1755-1842)
Nace en París en 1755 empezando a pintar desde muy pequeña. Cuando muere su padre ella tiene quince años pero ya puede mantener a su madre y su hermano pequeño con la venta de sus retratos. Cinco años después se traslada con la familia a un palacio propiedad del pintor, coleccionista y marchante de arte Jean Baptiste Pierre Lebrun quien le pide poco después en matrimonio. En la residencia de su marido puede ampliar sus conocimientos en pintura observando los cuadros de los grandes maestros de su colección privada y escuchando los consejos de Greuze y de Vernet, asiduos visitantes de la casa. Así comienza una carrera de éxito que la llevará a ingresar en 1783, junto a Adélaïde Labille-Guiard, en la Académie Royale y que le abrirá las puertas de la Corte de Francia. Realizó un retrato de María Antonieta que la convirtió en pintora oficial de la reina a quien, a partir de ese momento, retratará en numerosas ocasiones.
Todo cambió con la Revolución de 1789. Pertenecer a la Corte la colocará en una posición peligrosa, por lo que decidirá salir del país viajando por toda Europa (Italia, Austria, Rusia, Inglaterra), convirtiéndose en una retratista disputada entre la aristocracia y las casas reales europeas. Regresó a Francia después de la Revolución donde murió en 1842.
Se dedicó principalmente al retrato, género para el que demostró una gran habilidad, siempre en la línea de la moda y el gusto de la época y con una gran capacidad para adaptarse a los deseos de sus modelos. Es espléndido el del pintor Hubert Robert realizado en 1788 (Musée du Louvre). Consciente de su belleza, que contribuyó en alguna medida a su éxito, realizó numerosos autorretratos destacando el Autorretrato con la hija de 1789 (Musée du Louvre).
Dejó escritas unas Memorias y también unos Consejos para la práctica pictórica.
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