LA VIDA COTIDIANA DE LOS MONJES CLUNIACENSES. (S.XI)
I Parte. Orígenes y necesidad de reforma
1. SAN
BENITO
San
Benito, monje del s.VI, marcaría la historia de Occidente a través de su
obra reformadora del monacato. San Benito veía que el espíritu monacal
volvía a flaquear y pensaba que el monje se relajaba y fallaba a su misión.
El ya famoso "Ora et Labora", personifica el espíritu de su reforma,
aunque de una manera algo esquemática. San Benito no rechazaba la humanidad
del hombre, sino todo lo contrario. Dios estaba en todas partes y el hombre
no era un ser impuro, sino que era reflejo y manifestación de Dios, por lo
que había que tratar al cuerpo humano dignamente. Había que entrenar el
cuerpo y el espíritu en servicio de Dios. Realmente, la vida comunal que él
propugnaba se basaba en tres aspectos: la vida contemplativa y lectura, la
oración y obras litúrgicas y finalmente, el tratamiento del cuerpo, donde el
trabajo físico era fundamental tanto por autodisciplina como por la propia
supervivencia de la comunidad. Una consecuencia tangencial de este último
aspecto seria una revalorización el trabajo físico o manual a nivel social.
Sus
fundaciones, por lo general, se situaban aisladas del mundo civil, con el
fin de que los monjes no fueran distraídos de su función y quehacer normal.
Aisladas pero no incomunicadas ya que no dejaban de estar bien relacionadas,
no siendo raro encontrar monasterios que, si bien, fuera de cualquier núcleo
urbano, se encontraban situados cerca de importantes rutas de comunicación.
2. LA
REFORMA CLUNIACENSE DEL S.IX
El S.IX,
parece marcar un claro relajamiento del primitivo espíritu Benedictino,
siendo necesario una reforma por parte de ciertos elementos que daría lugar
a la llamada reforma Carolingia y la subsiguiente creación de la Orden de
Cluny.
Posteriormente hablaremos de Cluny, baste decir por ahora que la reforma
constituía un refortalecimiento y mayor austeridad en el espíritu
Benedictino; la propia regla es bien explícita: de sus 73 capítulos sólo
tres se dedican a una introducción general a la obra y el espíritu, el resto
detallan exhaustivamente la vida diaria de la comunidad, tanto sus ritos
religiosos (muy solemnes y complicados), las comidas, el trabajo. etc...como
muestra palpable del propio espíritu.
Aldabéron,
arzobispo de Reims, entre los años 977 y 983 creyó necesario y urgente
corregir las costumbres de los monjes de su dominio eclesiástico. En
presencia de otros obispos decidió "que se reunieran los abades de las
diferentes abadías con el fin de buscar los medios necesarios para conseguir
esa reforma". He aquí alguno de las costumbres expuestas por Aldaberón, y
contra las que luchaba:
- " ¿Qué
necesidad ha empujado al monje encargado de los servicios domésticos en el
claustro a buscarse un compadre y a llamarse él mismo compadre? " ...si como
digo, es un compadre vayamos de la similitud a la realidad: él es padre con
otro padre; y si es padre, también es posible que tenga un hijo o una hija,
de suerte que más bien merece el nombre de libertino que el de monje".
Recordemos que además de las admoniciones acerca de la inconveniencia de
tratos coloquiales y amistosos entre los monjes, además había
estrictas reglas sobre guardar el silencio, debido a las cuales acabarían
desarrollando un lenguaje de signos.
- Denuncia
la aborrecible costumbre de "...algunos monjes" que "suelen salir sin
compañía del monasterio y se quedan solos fuera del claustro, sin testigos
de sus acciones..." y lo que aún es peor, salen y entran " sin recibir la
bendición de sus hermanos" lo cual les priva de una valiosa ayuda
espiritual. Consecuencia de ésto es "la vida desordenada", "la depravación
de las costumbres" y "el afán de amasar un peculio".
-
"...algunos monjes de nuestra orden (R. Benedictina), les gusta, cuando
están en público, cubrirse la cabeza con un sombrero de anchas alas, o bien
adornar el tocado religioso con pieles extranjeras y llevar, en lugar de las
humildes vestimentas, magníficos trajes. Sobre todo buscan túnicas muy
costosas que ciñen a ambos lados, y de las que cuelgan mangas y ribetes, de
modo que, vistos de espaldas, con la cintura entallada y las nalgas
protuberantes, se diría más bien que son putas en lugar de monjes."
-
"...nuestros predecesores permitieron por tolerancia que se cubrieran con
pieles corrientes en lugar de lana; de ahí vino el maldito lujo. Ahora les
ponen ribetes de dos palmos (45 cm) a los mantos de tejido extranjero y,
además los cubren con puños de Nórica..."
-
"...cometen tantos excesos (con el calzado) que ni siquiera son cómodos. Lo
llevan tan estrecho que casi no pueden andar, pues tienen los pies
aprisionados y también los talones van encajados..."
Aldabéron
deja otros cambios a sometimiento de los distintos abades. Es por tanto
evidente que estos monjes estaban resentidos con la Reforma que venía de
Cluny.
Los monjes de
Cluny, sometidos a la humildad y a la obediencia, forman de hecho un inmenso
ejército jerarquizado, en que el abad, jefe de la orden, es único y
todopoderoso. En ellos el orgullo individual ha quedado aplastado, dando paso a
un orgullo de casta extraordinario. Ellos no cuentan nada, pero su orden lo es
todo, tiene todos los derechos y, algo que tal vez sea peor, todos los deberes.
Cluny es una fuerza nueva, pura e implacable que tiene que acabar con los
corrompidos jefes de la sociedad cristiana y conseguir que en todas partes reine
la virtud y el temor de Dios. Pero muchos monjes salían al exterior, así como el
abad, que viajaba con frecuencia, bien sea para visitar los numerosos
monasterios que tiene a su cargo, bien para cumplir con la invitación de los
príncipes que requieren su consejo; y que iba acompañado por una nutrida guardia
de monjes armados. Difícil imponer a éstos una rigurosa disciplina fuera del
convento. Así, también, el prior cluniacense de S. Vicente, en la Salamanca de
los siglosXII-XIV, era una figura preponderante, e iba armado.
El monasterio
de Cluny, que responde ante Roma directamente, actuará con papel dirigente sobre
todos los demás monasterios hijos de la expansión. Pero a la vez, que con el
tiempo, después de una primera fase más rigurosa, Cluny se abrió más a la
sociedad de su época, así, los monasterios hijos actuarán más
independientemente. De hecho, Cluny se convertirá en uno de los justificadores
de la sociedad feudal, defendiendo la organización en los tres órdenes famosos:
los que rezan, los que pelean o defienden y los que trabajan.
A la segunda
parte |