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ARQUEOLOGÍA MEDIEVAL:(extracto de un artículo propio) Sólo en los últimos años, la
excavación de los campos de batalla y fortalezas diseminados a lo
largo de nuestra península, han podido aportar importantes datos
históricos que hasta ahora se desconocían. Esta carencia
se había tratado de suplir recurriendo a otras fuentes como las
iconográficas. Las excavaciones se han mostrado fundamentales en
el estudio del armamento medieval peninsular, técnicas militares
y de encastillamiento, u otros datos políticos; confirmando, negando
o ampliando las tradicionales fuentes escritas. Cinco importantes batallas
pueden darnos la clave de tres momentos históricos claves para la
historia de Castilla-León:
1. Alarcos (1195, Ciudad Real). En un movimiento pendular de la historia, y después de la caída del imperio almorávide, surgieron los segundos reinos taifas en al-Andalus. A todo ello le siguió, como era de esperar, un debilitamiento del poder musulmán y la recuperación de la ofensiva por parte cristiana, en la segunda mitad del s. XII, encabezada por dos reyes legendarios, Sancho el Fuerte de Navarra y Alfonso VIII de Castilla. Como era de prever los andaluces, a pesar de la lección histórica que supuso la venida de los almorávides, volvieron a llamar al nuevo poder reinante en el norte de África, los Almohades, alimentados también por sentimientos reformistas. Así como ocurriera con su antecesor Alfonso VI, Alfonso VIII nada más oír la noticia de la llegada de los nuevos refuerzos africanos decidió salir a su encuentro lo antes posible, aun sin esperar la llegada de la mayor parte de las tropas con que el rey podía contar, conformándose con recoger las tropas y mesnadas que se unieran en su veloz viaje al Sur. El choque se produjo en un campo que ya había visto e iba a seguir viendo otras muchas confrontaciones entre moros y cristianos. Nos referimos a lo que se conocería como el Campo de Calatrava, al sur de la provincia de Ciudad Real, zona de paso obligado entre la meseta manchega y el campo andaluz, entre Toledo y Córdoba. Una, puerta de Castilla y el otro, paso para Andalucía. La zona, muy fortificada, tenía sus cuatro puntos básicos en los castillos de Calatrava la Vieja, Alarcos, Salvatierra y Dueñas (o Calatrava la Nueva, como se denominaría después de 1212). Estos dos últimos guardando el vital paso del Muradiel, y los dos primeros ejerciendo el control efectivo del territorio. Calatrava la Vieja, desde que en 1158 los Templarios renunciaran a su defensa, se había convertido en la sede de la Orden Militar hispánica de Calatrava, la cual también controlaba los castillos de Caracuel y Salvatierra, entre otros. Aparte de este eje Norte-Sur, Alarcos, de propiedad compartida entre el rey y la Orden, también se encontraba en otra encrucijada de comunicaciones Este-Oeste, que hizo que Alfonso VIII, a pesar de lo insalubre del lugar -en principio había sido elegido por razones puramente estratégico-militares ya en época romana-, decidiera impulsar en persona el desarrollo de un núcleo urbano amurallado, alrededor del primitivo castillo. Es precisamente en ese momento, como así han demostrado las hallazgos arqueológicos, cuando se producirán lo hechos históricos aquí narrados. Las excavaciones que han venido desarrollándose durante los 10 últimos años tanto en Alarcos como en Calatrava la Vieja aportan importantes datos a la historia. Por una parte se confirma que la batalla tuvo lugar a los pies del castillo y villa de Alarcos, a su Sudoeste, limitado por Alarcos y cerro del despeñadero al norte, el río Guadiana al oeste, y la cima 648, situada al Oeste del actual Poblete. La táctica cristiana tradicional consistía en la carga frontal de su masa de caballería en oleadas sucesivas, intentando reagruparse para volver a cargar. Si conseguían romper las líneas enemigos antes de dispersarse la victoria era suya; si no, se encontrarían envueltos en una "melée" con grandes posibilidades de perder debido a que normalmente eran sobrepasados en número por los musulmanes y acababan siendo rodeados. Fue eso lo que volvió a pasar aquel día. Cuando las tropas cristianas tras su derrota buscan refugio en el recinto, las excavaciones demuestran que hubo una primera resistencia alrededor de las murallas que defendían la nueva villa -que ocupaba todo el cerro-, las cuales aún no se habían acabado de construir. Así tenemos la presencia de cadáveres y restos de la batalla en las fosas de cimentación de dichas murallas, limpias, por otra parte, de cualquier otro elemento extraño al momento. Así mismo, se pudo datar precisamente la cronología de los restos de cadáveres encontrados en las murallas por la localización de monedas contemporáneas. Esa primera resistencia posibilitó la huida del rey castellano por la puerta norte de las murallas de la ciudad, y no del castillo, como dicen las crónicas, ya que no existe una puerta norte en dicho castillo. Los supervivientes de la primera resistencia pasaron a refugiarse en el castillo que corona la cima de Alarcos, donde ofrecieron su última lucha hasta la salida negociada. Calatrava la Vieja fue también asaltada en 1195, y en 1212, como resultado de la campaña de Las Navas, al igual que ocurriría con Alarcos. Tanto Alarcos como Calatrava la Vieja siguen aún en excavación y constituyen el único campo de batalla medieval excavado en Castilla-León. Los frutos de dichas excavaciones se pueden contemplar in situ, en el museo de Ciudad Real, y en Calatrava la Nueva. Uno de los frutos de las excavaciones es que es prácticamente
indistinguible discernir si los cuerpos o armas encontradas pertenecían
a un bando u otro. Ello nos lleva a pensar que desde mediados del s. XII
hay un fuerte proceso de aculturación entre ambos pueblos en la
península que hace que adopten vestimentas y armas muy similares.
El creciente triunfo de los ejércitos cristianos hizo que el bando
andalusí adoptara gran número de las armas y corazas de los
pueblos cristianos al asociarlo con sus victorias. Esto fue especialmente
patente durante esta segunda mitad del s. XII y gran parte del s. XIII
hasta que la llegada de un nuevo pueblo norteafricano viniera a modificar
levemente la situación
El califa al-Nasir, también se dirigía orgulloso de su imponente ejército de almohades, tropas africanas, mercenarios, aliados andaluces y voluntarios de la fé -que como siempre formarían la vanguardia-, al encuentro de las tropas cristianas. Sería demasiado contar todos los acontecimientos de la campaña; baste decir que los musulmanes se aposentaron en una inmejorable posición del paso de Almuradiel, cortando de esta manera el camino a los cristianos a la submeseta bética. De hecho éstos quedaron en una situación harto complicada cuando Alfonso VIII decidió apresurar la marcha, metiéndose de tal manera en la boca del lobo que estratégicamente sólo tenía dos soluciones: una arriesgada y humillante retirada hacia territorio cristiano por donde habían venido y aún así contando con la esperable oposición musulmana; o una muy arriesga apuesta por una batalla en la situación que estaban, debajo del campamento musulmán y rodeados de montañas. Sin embargo, la leyenda vuelve a aparecer diciendo que un pastor de la zona logró conducir a Alfonso y su ejército a través de un angosto y desconocido paso para los musulmanes a través de la sierra, que hizo colocar a las tropas cristianas en la retaguardia de al-Nasir, y teniendo el campo abierto de acceso a Andalucía a sus espaldas. Así, tras unas largas marchas que habían llevado a los cristianos desde Castro Ferral (donde aún se levantan las ruinas de una antigua torre), a Puerto del Rey, para acabar, gracias al pastor, en la Mesa del Rey, y al obligado traslado del campamento almohade a la colina al Noroeste de la actual Santa Elena, las tropas se enfrentarían el 16 de Julio de 1212, bajo un sofocante calor. La lucha se debió generalizar alrededor de Miranda del Rey, habiéndose colocado el palenque del Miramamolín a la espalda de la colina que protege el asentamiento. Las descripciones de la lucha, con la famosa victoria cristiana, se pueden encontrar en todas las crónicas contemporáneas y posteriores, tanto musulmanas como cristianas. Todas hablan del igualado y sostenido combate, sólo roto por la carga desesperada de los tres reyes al mando de lo que quedaba de las reservas cristianas. Todas hablan de la encarnizada lucha alrededor del palanquín del califa almohade rodeado por su guardia negra juramentada; y todos, en definitiva, de la humillante y acalorada huída del califa con sólo un puñado de los suyos, a uña de caballo, a través de Sta. Elena en dirección a Vilches y Baeza. La victoria cristiana fue total, el botín inmenso, y la derrota almohade definitiva. Desde ese momento la autoridad almohade en la península empezaría a caer inexorable y rápidamente, y el camino para la reconquista cristiana de Andalucía quedará abierto. Tampoco de este vital campo de batalla se han realizado excavaciones sistemáticas. Sólo alguna prospección superficial a mediados de siglo logró hacerse con un puñado de puntas de flecha y lanza, algunas de las cuales se guardan en el Museo del Ejército de Madrid. Es una pena, ya que el número de efectivos y la riqueza y variedad de sus componentes y armamento debió ser considerable, como se muestran de acuerdo todas las fuentes de la época. Y es razonable pensar que gran número de dichos restos quedaran sobre el campo de batalla. Las excavaciones podrían mostrar el desarrollo y emplazamiento exacto de los acontecimientos, los resultados prácticos de la batalla, el armamento de los combatientes y la composición de los mismo ¿había claras diferencias entre cristianos y musulmanes; entre africanos y andaluces...? ¿Qué hay de cierto sobre las siempre famosas y decisivas cargas de la caballería nobiliaria, no jugaban un papel importante los infantes? ¿Se podrían observar trazas de una defensa o ataque organizado? En fin, tantas cosas que una excavación sistemática y metódica podía responder y que aún no se ha hecho. Actualmente, un tapiz considerado parte de la tienda de al-Nasir, se guarda con el nombre de el "pendón de las Navas" en el monasterio de las Huelgas, en Burgos 2.b. La victoria no había sido total. Pero ahora la iniciativa
la llevaba Castilla. Su flota, reforzada de manera muy significativa por
buques genoveses y una flota aragonesa logra al fin hacerse con el control
del estrecho hacia 1242, fecha en la que se iniciaran los preparativos
para el cerco y toma de la plaza musulmana de Algeciras. Las excavaciones
llevadas a cabo en dicha ciudad, alrededor de su alcazaba y murallas, en
conjunción con las crónicas y documentos, nos han permitido
conocer de manera más perfecta cómo se desarrolló
el cerco y el tipo de ingenios y sistemas que se utilizaron para el mismo.
Una vez completado el cerco marítimo se establece el terrestre.
Los defensores amparados tras el foso que rodea a las barbacanas, que a
su vez protegen a las torres y murallas de la ciudad señoreadas
por el alcázar de la misma, esperan refuerzos que serán rechazados
por las tropas sitiadoras cristianas. Éstas, a su vez, a una prudencial
distancia de las murallas de la ciudad instalan su dispositivo que rodea
completamente a la misma ciudad. Tras un foso instalan su barrera o muro
de tapial. Tras él, instalan sus torres de maderas o "cadahalsos";
y a una distancia de tiro emplazan sus ingenios de asedio y tiro como los
trabucos. La conquista de la ciudad de Algeciras (1344, Cádiz),
tras rechazar los sitiadores diversos intentos de refuerzos musulmanes
tanto por mar como por tierra, marca el fin de una época de la Reconquista,
y da el control del estrecho a Castilla y León, dejando casi
aislada a Granada que sólo cuenta con sus puertos de Málaga
y Almería para mantener sus comunicaciones en medio de un mar controlado
por las flotas de Castilla, Aragón y Génova. Así mismo,
marcará el fin de la intervención de poderes norteafricanos
en lo que resta de reconquista. Por otra parte, la llegada de los benimerines
hacia 1270 había puesto de manifiesto las bondades militares de
uno de sus aliados: la tribu beréber de los zenetas. Éstos
basaban su manera de hacer la guerra en el extensivo uso de la caballería
ligera, armado de adargas, jabalinas y un tipo de espada que llegó
a definirse como "espada gineta". Estos cuatro elementos fueron adoptados
tanto por andaluces como cristianos peninsulares (excepto el caso de la
espada), y así, aunque Castilla-León siempre había
contado con un abundante cuerpo de caballería, se recalcó
la importancia de la ligera, sin perder la preeminencia de la pesada. Un
ejemplo de esa "espada gineta", se puede observar en el Museo del Ejército
siendo el ejemplar mostrado el perteneciente a Boabdil el Chico, último
rey de Granada, cuando fue capturado en Loja.
3. Aljubarrota (1385, Leiria, Portugal). Fue la más grave derrota infligida por los portugueses a Castilla. Supuso la independencia definitiva del reino portugués y el afianzamiento de su conciencia nacional. Además de la tradicional lucha entre Castilla-León y Portugal, este conflicto también se encuadra dentro de los acontecimientos que conllevó la Guerra de los Cien años. A la muerte del antiguo soberano, Juan II de Castilla junto con un bando de Portugueses intentó reclamar sus derechos dinásticos al trono portugués, o al menos cederlos a una persona de su confianza. Llevó la lucha hasta Lisboa, que no pudo tomar debido a la férrea defensa que hicieron sus ciudadanos, encabezados por el nuevo aspirante al trono, Juan, Maestre de la Orden Militar de Avis. Éste contaba con la ayuda de los ingleses, que siempre estaban dispuestos a colaborar en cualquier empresa que debilitara a los castellanos, aliados de los franceses en su lucha contra Inglaterra. En la retirada hacia Castilla de dicha campaña fue donde se produjo la decisiva batalla. Afortunadamente, y debido a su transcendencia para el país vecino, el campo de batalla fue intensamente excavado entre los años 1958-1960, cuando el ministerio portugués quería establecer en dicha zona un campamento permanente para la formación de las Mocedades Portuguesas de adoctrinamiento y educación en el culto patrio. Las excavaciones, aunque por su premura y antigüedad requieren una profunda revisión, lograron sacar a la luz importantes vestigios y aclarar numerosas dudas sobre el conflicto en sí. Por ejemplo, durante las excavaciones en Aljubarrota, se demostró que las tropas portuguesas habían tenido tiempo de fortificarse, excavando trincheras y construyendo algunas empalizadas, antes del ataque de los castellanos. Así mismo, se pudo comprobar la presencia de arqueros ingleses entre las tropas portuguesas, ya que en un montículo que se había reforzado con empalizadas se encontraron restos de los típicos arcos ingleses, sus flechas y otros utensilios que demostraron la existencia de una alianza anglo-portuguesa ante el ataque castellano. Dichos montículos se encontraban detrás de un linea principal de trincheras al fondo del valle así como sobre las pequeñas lomas que rodean dicho final. Se hallaron diversas zanjas, auténticas trincheras, unas relacionadas con empalizadas y otras no. En una de éstas últimas de 182m se encontró en su fondo grandes cantidades de cantos rodados, del tipo que debieron utilizar los honderos portugueses para frenar la carga de la caballería castellana y lusitana. Así mismo se demostró la existencia de un entramado organizado de hoyos o pequeñas trincheras, denominadas "pozos de lobo", destinadas a ser camufladas y así detener la carga de la caballería castellana cuando los caballos cayeran inesperadamente en dichos agujeros, al tiempo que los honderos portugueses y arqueros ingleses remataban la faena asando a caballeros y jinetes bajo su lluvia de proyectiles. El resultado parece evidente: la vanguardia castellana -formada por su caballería pesada con jinetes y monturas acorazados- había cargado frontalmente a lo largo del valle hacia lo que parecía un delgada línea de defensores lusitanos, para encontrarse entrampada a mitad de camino entre esas trincheras y pozos de lobo, sufriendo la descarga de proyectiles enemigos. La flor de la caballería castellana, que conformaban la vanguardia aquel día, se perdería en ese campo lusitano, Juan II de Castilla lograría retirarse apresuradamente hacia su reino, y los portugueses, bajo Juan de Avis, conseguían confirmar su independencia. El campo cuenta con un museo propio donde se pueden contemplar los objetos hallados así como paneles explicativos. Por otra parte, no hay que dejar de pasar por el cercano monasterio de Batalha, a unos 15 km, levantado por el nuevo monarca portugués, Juan II (Juan I de Avís), en conmemoración de tan glorioso fasto para la historia lusa; y donde, en la actualidad, se guarda la tumba al soldado desconocido portugués.
Echemos un vistazo a cómo podríamos integrar nosotros esas visitas a los campos de batalla medievales, anteriormente descritos, dentro de nuestro tiempo de ocio. Empecemos por el Campo de Calatrava. En esta zona,
teniendo como base Ciudad Real y nada más salir hacia el Sudeste,
en las propias afueras de la ciudad tenemos Alarcos. Es más cómodo
llegar por la N-420 con dirección sur a Poblete (a 6 Km de la ciudad),
y desde allí se puede ir andando o en coche al sitio de la batalla
y la fortaleza excavada, estando los materiales muebles en el museo de
la ciudad. También, desde Ciudad Real, podemos coger la carretera
comarcal hacia el Sudoeste que la une a Calzada de Calatrava; y desde allí
una bifurcación hacia el sudeste nos llevará a los castillos
de Salvatierra y Calatrava la Nueva (excavándose), que guardaban
el paso a la meseta manchega. Si seguimos recto el mismo camino que llevábamos
hasta Calzada, éste nos llevará a Almuradiel, conectando
con la autovía de Andalucía IV. Camino al sur nos dirigimos
al campo de batalla de las Navas de Tolosa, que quedará a entera
imaginación del visitante ya que no se ha excavado nada. Se encuentra
situado en la misma carretera, poco después de pasar Despeñaperros
y justo antes de llegar a La Carolina, aunque la batalla en sí se
supone que se desarrollaría alrededor de Miranda del Rey, o entre
ésta y Sta. Elena. Por otro lado, desde Almuradiel, si continuamos
hacia el Este cogeremos la carretera comarcal que nos lleva a Castellar
de Santiago, Torre de Juan Abad y, finalmente, Montiel, donde podremos
contemplar las ruinas del otrora fuerte castillo, a cuyas sombras cambió
la historia dinástica de España (b. 1369).
Para visitar Uclés, lugar de batalla (b.1108)
y cabeza de la Orden de Santiago es mucho más fácil llegar
a Tarancón por la autovía III que une dicha ciudad con Madrid.
Siguiendo por la misma, una bifurcación a 8 km de Tarancón
hacia el norte nos llevará hasta Uclés.
Visitas a museos: Museo de Ciudad Real, Museo Arqueológico
Nacional (Madrid), Monasterio de las Huelgas (Burgos), tesoro catedralicio
de Toledo, tesoro catedralicio de Sevilla, Monasterio de Sta. María
de Huertas (Soria), Museo Arqueológico de Badajoz (alcazaba), Museo
Militar de Aljubarrota; y algo en el Museo del Ejército y Armería
del Palacio Real (Madrid), aunque sus fondos datan principalmente desde
fines del s. XIV en adelante.
© Jose Manuel Rodriguez, abril, 1998 |
La página sobre el medioevo de Ana y José Manuel |