ARQUEOLOGÍA MEDIEVAL:
José Manuel Rodríguez García
(extracto de un artículo propio)
Sólo en los últimos años, la
excavación de los campos de batalla y fortalezas diseminados a lo
largo de nuestra península, han podido aportar importantes datos
históricos que hasta ahora se desconocían. Esta carencia
se había tratado de suplir recurriendo a otras fuentes como las
iconográficas. Las excavaciones se han mostrado fundamentales en
el estudio del armamento medieval peninsular, técnicas militares
y de encastillamiento, u otros datos políticos; confirmando, negando
o ampliando las tradicionales fuentes escritas. Cinco importantes batallas
pueden darnos la clave de tres momentos históricos claves para la
historia de Castilla-León:
1.
Alarcos (1195) y Navas de Tolosa (1212). Cenit y derrumbamiento de los almohades.
2.
Salado (1340) y Algeciras (1344). Control del estrecho para Castilla-León.
3.
Aljubarrota (1385). El decisivo enfrentamiento entre Lusos y Castellanos.
Ruta de los campos de Batalla
1.
Alarcos (1195, Ciudad Real). En un movimiento pendular de la historia,
y después de la caída del imperio almorávide, surgieron
los segundos reinos taifas en al-Andalus. A todo ello le siguió,
como era de esperar, un debilitamiento del poder musulmán y la recuperación
de la ofensiva por parte cristiana, en la segunda mitad del s. XII,
encabezada por dos reyes legendarios, Sancho el Fuerte de Navarra y Alfonso
VIII de Castilla. Como era de prever los andaluces, a pesar de la lección
histórica que supuso la venida de los almorávides, volvieron
a llamar al nuevo poder reinante en el norte de África, los
Almohades, alimentados también por sentimientos reformistas. Así
como ocurriera con su antecesor Alfonso VI, Alfonso VIII nada más
oír la noticia de la llegada de los nuevos refuerzos africanos decidió
salir a su encuentro lo antes posible, aun sin esperar la llegada de la
mayor parte de las tropas con que el rey podía contar, conformándose
con recoger las tropas y mesnadas que se unieran en su veloz viaje al Sur.
El choque se produjo en un campo que ya había visto e iba a seguir
viendo otras muchas confrontaciones entre moros y cristianos. Nos referimos
a lo que se conocería como el Campo de Calatrava, al sur de la provincia
de Ciudad Real, zona de paso obligado entre la meseta manchega y el campo
andaluz, entre Toledo y Córdoba. Una, puerta de Castilla y el otro,
paso para Andalucía. La zona, muy fortificada, tenía sus
cuatro puntos básicos en los castillos de Calatrava la Vieja, Alarcos,
Salvatierra y Dueñas (o Calatrava la Nueva, como se denominaría
después de 1212). Estos dos últimos guardando el vital paso
del Muradiel, y los dos primeros ejerciendo el control efectivo del territorio.
Calatrava la Vieja, desde que en 1158 los Templarios renunciaran a su defensa,
se había convertido en la sede de la Orden Militar hispánica
de Calatrava, la cual también controlaba los castillos de Caracuel
y Salvatierra, entre otros. Aparte de este eje Norte-Sur, Alarcos, de propiedad
compartida entre el rey y la Orden, también se encontraba
en otra encrucijada de comunicaciones Este-Oeste, que hizo que Alfonso
VIII, a pesar de lo insalubre del lugar -en principio había sido
elegido por razones puramente estratégico-militares ya en época
romana-, decidiera impulsar en persona el desarrollo de un núcleo
urbano amurallado, alrededor del primitivo castillo. Es precisamente en
ese momento, como así han demostrado las hallazgos arqueológicos,
cuando se producirán lo hechos históricos aquí narrados.
Las excavaciones que han venido desarrollándose durante los 10 últimos
años tanto en Alarcos como en Calatrava la Vieja aportan importantes
datos a la historia. Por una parte se confirma que la batalla tuvo lugar
a los pies del castillo y villa de Alarcos, a su Sudoeste, limitado por
Alarcos y cerro del despeñadero al norte, el río Guadiana
al oeste, y la cima 648, situada al Oeste del actual Poblete. La táctica
cristiana tradicional consistía en la carga frontal de su masa de
caballería en oleadas sucesivas, intentando reagruparse para volver
a cargar. Si conseguían romper las líneas enemigos antes
de dispersarse la victoria era suya; si no, se encontrarían envueltos
en una "melée" con grandes posibilidades de perder debido a que
normalmente eran sobrepasados en número por los musulmanes y acababan
siendo rodeados. Fue eso lo que volvió a pasar aquel día.
Cuando las tropas cristianas tras su derrota buscan refugio en el recinto,
las excavaciones demuestran que hubo una primera resistencia alrededor
de las murallas que defendían la nueva villa -que ocupaba todo el
cerro-, las cuales aún no se habían acabado de construir.
Así tenemos la presencia de cadáveres y restos de la batalla
en las fosas de cimentación de dichas murallas, limpias, por otra
parte, de cualquier otro elemento extraño al momento. Así
mismo, se pudo datar precisamente la cronología de los restos de
cadáveres encontrados en las murallas por la localización
de monedas contemporáneas. Esa primera resistencia posibilitó
la huida del rey castellano por la puerta norte de las murallas de la ciudad,
y no del castillo, como dicen las crónicas, ya que no existe una
puerta norte en dicho castillo. Los supervivientes de la primera resistencia
pasaron a refugiarse en el castillo que corona la cima de Alarcos, donde
ofrecieron su última lucha hasta la salida negociada. Calatrava
la Vieja fue también asaltada en 1195, y en 1212, como resultado
de la campaña de Las Navas, al igual que ocurriría con Alarcos.
Tanto Alarcos como Calatrava la Vieja siguen aún en excavación
y constituyen el único campo de batalla medieval excavado en Castilla-León.
Los frutos de dichas excavaciones se pueden contemplar in situ, en el museo
de Ciudad Real, y en Calatrava la Nueva.
Uno de los frutos de las excavaciones es que es prácticamente
indistinguible discernir si los cuerpos o armas encontradas pertenecían
a un bando u otro. Ello nos lleva a pensar que desde mediados del s. XII
hay un fuerte proceso de aculturación entre ambos pueblos en la
península que hace que adopten vestimentas y armas muy similares.
El creciente triunfo de los ejércitos cristianos hizo que el bando
andalusí adoptara gran número de las armas y corazas de los
pueblos cristianos al asociarlo con sus victorias. Esto fue especialmente
patente durante esta segunda mitad del s. XII y gran parte del s. XIII
hasta que la llegada de un nuevo pueblo norteafricano viniera a modificar
levemente la situación
1.b. Navas de Tolosa (1212, Jaén) La dramática
derrota de Alarcos había provocado el pánico en los reino
cristianos peninsulares, y así lo cuentan las crónicas. La
sensación de peligro no sólo era tomada muy en serio por
los castellano-leoneses, sino también por el papa y el resto de
Europa. Por eso, cuando a comienzos de 1211, la fortaleza de Salvatierra,
último reducto cristiano en el vital campo de Calatrava, cayó
ante un nuevo empuje almohade, el clamor castellano fue escuchado por el
resto de Europa que, ante la predicación papal de la cruzada, personificada
en el arzobispo toledano Jiménez de Rada, acudió a la defensa
de Castilla. Esta vez el rey castellano Alfonso VIII no iba a estar solo.
Además de sus propias tropas, iba a contar con el apoyo de los reyes
de Navarra, Sancho, y Aragón, Pedro. Y, a pesar de que el rey leonés
no sólo no acudiera a la lucha, sino que incluso aprovechara la
coyuntura para tomar algunos castillos fronterizos disputados con Castilla,
sí es patente la presencia de nobles y tropas leonesas entre los
efectivos cristianos que lucharían en Las Navas. A ellos habría
que añadir el importante efectivo de cruzados europeos. No obstante,
la mayor parte -no todos- de éstos últimos, se retirarían
en los primeros días de la campaña, tras la reconquista de
los castillos de Calatrava y Salvatierra; al parecer por discrepancias
en la manera de tratar a los infieles - siendo los peninsulares mucho más
tolerante que los ultrapirenaicos- y a la propia dureza de la campaña.
El califa al-Nasir, también se dirigía
orgulloso de su imponente ejército de almohades, tropas africanas,
mercenarios, aliados andaluces y voluntarios de la fé -que como
siempre formarían la vanguardia-, al encuentro de las tropas cristianas.
Sería demasiado contar todos los acontecimientos
de la campaña; baste decir que los musulmanes se aposentaron en
una inmejorable posición del paso de Almuradiel, cortando de esta
manera el camino a los cristianos a la submeseta bética. De hecho
éstos quedaron en una situación harto complicada cuando Alfonso
VIII decidió apresurar la marcha, metiéndose de tal manera
en la boca del lobo que estratégicamente sólo tenía
dos soluciones: una arriesgada y humillante retirada hacia territorio cristiano
por donde habían venido y aún así contando con la
esperable oposición musulmana; o una muy arriesga apuesta por una
batalla en la situación que estaban, debajo del campamento musulmán
y rodeados de montañas. Sin embargo, la leyenda vuelve a aparecer
diciendo que un pastor de la zona logró conducir a Alfonso y su
ejército a través de un angosto y desconocido paso para los
musulmanes a través de la sierra, que hizo colocar a las tropas
cristianas en la retaguardia de al-Nasir, y teniendo el campo abierto de
acceso a Andalucía a sus espaldas. Así, tras unas largas
marchas que habían llevado a los cristianos desde Castro Ferral
(donde aún se levantan las ruinas de una antigua torre), a Puerto
del Rey, para acabar, gracias al pastor, en la Mesa del Rey, y al obligado
traslado del campamento almohade a la colina al Noroeste de la actual Santa
Elena, las tropas se enfrentarían el 16 de Julio de 1212,
bajo un sofocante calor. La lucha se debió generalizar alrededor
de Miranda del Rey, habiéndose colocado el palenque del Miramamolín
a la espalda de la colina que protege el asentamiento. Las descripciones
de la lucha, con la famosa victoria cristiana, se pueden encontrar en todas
las crónicas contemporáneas y posteriores, tanto musulmanas
como cristianas. Todas hablan del igualado y sostenido combate, sólo
roto por la carga desesperada de los tres reyes al mando de lo que quedaba
de las reservas cristianas. Todas hablan de la encarnizada lucha alrededor
del palanquín del califa almohade rodeado por su guardia negra juramentada;
y todos, en definitiva, de la humillante y acalorada huída del califa
con sólo un puñado de los suyos, a uña de caballo,
a través de Sta. Elena en dirección a Vilches y Baeza. La
victoria cristiana fue total, el botín inmenso, y la derrota almohade
definitiva. Desde ese momento la autoridad almohade en la península
empezaría a caer inexorable y rápidamente, y el camino para
la reconquista cristiana de Andalucía quedará abierto.
Tampoco de este vital campo de batalla se han realizado excavaciones
sistemáticas. Sólo alguna prospección superficial
a mediados de siglo logró hacerse con un puñado de puntas
de flecha y lanza, algunas de las cuales se guardan en el Museo del Ejército
de Madrid. Es una pena, ya que el número de efectivos y la riqueza
y variedad de sus componentes y armamento debió ser considerable,
como se muestran de acuerdo todas las fuentes de la época. Y es
razonable pensar que gran número de dichos restos quedaran sobre
el campo de batalla. Las excavaciones podrían mostrar el desarrollo
y emplazamiento exacto de los acontecimientos, los resultados prácticos
de la batalla, el armamento de los combatientes y la composición
de los mismo ¿había claras diferencias entre cristianos y
musulmanes; entre africanos y andaluces...? ¿Qué hay de cierto
sobre las siempre famosas y decisivas cargas de la caballería nobiliaria,
no jugaban un papel importante los infantes? ¿Se podrían
observar trazas de una defensa o ataque organizado? En fin, tantas cosas
que una excavación sistemática y metódica podía
responder y que aún no se ha hecho. Actualmente, un tapiz considerado
parte de la tienda de al-Nasir, se guarda con el nombre de el "pendón
de las Navas" en el monasterio de las Huelgas, en Burgos
![escudos](images/SHIELD.JPG)
2. Salado
(1340, Cádiz). Después de la conquista de la mayor
parte de Andalucía por parte de Fernando III (reunificación
definitiva de Castilla-León, 1230) y Alfonso X, quedaba un espinoso
y fundamental problema a resolver si se quería afrontar con éxito
la parte final de la Reconquista que daría fin al único reino
moro superviviente en la península: el reino nazarí de Granada.
Éste, a pesar de ser una poderosa entidad en sí misma, había
contado con el apoyo más o menos querido, más o menos soportado,
de la tribu benimerí, el nuevo poder norteafricano desde 1270. Los
reyes cristianos veían claramente que sin un control del estrecho
de Gibraltar, que pusiera fin a las continuas levas de contingentes africanos
dispuestos a luchar contra los cristianos en la península, éstos
nunca podrían estar tranquilos. A tal fin iban encaminadas las campañas
de Sancho IV de Castilla y León, pero no fue hasta época
de Alfonso XI cuando se consiguió dicho objetivo. Entre 1339 y 1345
se desarrollaron unas duras campañas en las costas y campos
de Cádiz y Gibraltar entre ambos poderes por el control del estrecho.
En 1339, Abu-l-Hasan y sus aliados nazaríes derrotaron a la flota
cristiana
que guardaba el estrecho. Ello les permitió pasar un impresionante
contingente de tropas norteafricanas que deberían asegurar las plazas
cristianas del campo gaditano y gibraltareño, empezando por Tarifa.
Los benimerines y granadinos pusieron estrecho cerco a la ciudad no antes
de que sus defensores enviaran mensajeros al rey informándoles de
su situación. Alfonso XI, que ya se temía algo por el estilo,
había logrado convocar un importante ejército entre sus súbditos
castellano-leoneses, ayudados por portugueses y aragoneses. Con dichas
tropas marchó rápidamente hacia la ciudad sitiada. Mientras
tanto, los sitiadores haciendo gala de su imperecedero estigma, se habían
mostrado incapaces de rendir la ciudad, a pesar de haber contado con importantes
máquinas de asedio (algunos de sus proyectiles de piedra, hallados
mientras se excavaban las murallas de la ciudad, se encuentran en el museo
provincial). Las tropas de refresco cristianas, logran pasar a marchas
forzadas por las últimas estribaciones de los colinas costeras gaditanas
hasta plantarse en la orilla occidental del río Salado, a pocos
kms al Oeste de Tarifa. Acto seguido, Alfonso XI logra pasar refuerzos
al interior de la ciudad sitiada la noche previa a la batalla, que tendría
lugar el 30 de Octubre de 1340. La victoria cristiana de Alfonso XI de
Castilla-León y Alfonso IV de Portugal, contra Abu-l-Hasan y Yusuf
I de Granada se cimentaría en el logro de las tropas cristianas
de vadear el río Salado frente a la oposición musulmana;
y se culminaría con la decidida salida de los defensores de la ciudad
atacando la retaguardia enemiga. La victoria volvió a ser total,
aunque no definitiva. Lo reyes moros lograrían escapar hacia Algeciras,
aunque dejando un inmenso número de muertos y botín sobre
el campo de batalla. El botín fue tan considerable que el precio
del oro y la plata cayó en picado en los mercados de la península
y en gran parte del sur Europeo. El pendón de Abu-l-Hasan Alí
se guarda en el tesoro catedralicio de Toledo. Las monedas musulmanas circularon
con fluidez por Castilla y algunas se encuentran en los diferentes tesorillos
que se pueden encontrar por diversas partes de la península. Sin
embargo, otra vez, el campo de batalla en sí, no ha sido excavado
sistemáticamente. Los únicos restos arqueológicos
que tenemos son el pendón, algunas monedas y hierros hallados en
prospecciones superficiales, y lo que se encontró en, la por otra
parte no completa, excavación de las murallas de Tarifa.
2.b. La victoria no había sido total. Pero ahora la iniciativa
la llevaba Castilla. Su flota, reforzada de manera muy significativa por
buques genoveses y una flota aragonesa logra al fin hacerse con el control
del estrecho hacia 1242, fecha en la que se iniciaran los preparativos
para el cerco y toma de la plaza musulmana de Algeciras. Las excavaciones
llevadas a cabo en dicha ciudad, alrededor de su alcazaba y murallas, en
conjunción con las crónicas y documentos, nos han permitido
conocer de manera más perfecta cómo se desarrolló
el cerco y el tipo de ingenios y sistemas que se utilizaron para el mismo.
Una vez completado el cerco marítimo se establece el terrestre.
Los defensores amparados tras el foso que rodea a las barbacanas, que a
su vez protegen a las torres y murallas de la ciudad señoreadas
por el alcázar de la misma, esperan refuerzos que serán rechazados
por las tropas sitiadoras cristianas. Éstas, a su vez, a una prudencial
distancia de las murallas de la ciudad instalan su dispositivo que rodea
completamente a la misma ciudad. Tras un foso instalan su barrera o muro
de tapial. Tras él, instalan sus torres de maderas o "cadahalsos";
y a una distancia de tiro emplazan sus ingenios de asedio y tiro como los
trabucos. La conquista de la ciudad de Algeciras (1344, Cádiz),
tras rechazar los sitiadores diversos intentos de refuerzos musulmanes
tanto por mar como por tierra, marca el fin de una época de la Reconquista,
y da el control del estrecho a Castilla y León, dejando casi
aislada a Granada que sólo cuenta con sus puertos de Málaga
y Almería para mantener sus comunicaciones en medio de un mar controlado
por las flotas de Castilla, Aragón y Génova. Así mismo,
marcará el fin de la intervención de poderes norteafricanos
en lo que resta de reconquista. Por otra parte, la llegada de los benimerines
hacia 1270 había puesto de manifiesto las bondades militares de
uno de sus aliados: la tribu beréber de los zenetas. Éstos
basaban su manera de hacer la guerra en el extensivo uso de la caballería
ligera, armado de adargas, jabalinas y un tipo de espada que llegó
a definirse como "espada gineta". Estos cuatro elementos fueron adoptados
tanto por andaluces como cristianos peninsulares (excepto el caso de la
espada), y así, aunque Castilla-León siempre había
contado con un abundante cuerpo de caballería, se recalcó
la importancia de la ligera, sin perder la preeminencia de la pesada. Un
ejemplo de esa "espada gineta", se puede observar en el Museo del Ejército
siendo el ejemplar mostrado el perteneciente a Boabdil el Chico, último
rey de Granada, cuando fue capturado en Loja.
![Armadura completa. S. XIV-XV](images/SUIT.JPG) 3.
Aljubarrota (1385, Leiria, Portugal). Fue la más grave derrota
infligida por los portugueses a Castilla. Supuso la independencia definitiva
del reino portugués y el afianzamiento de su conciencia nacional.
Además de la tradicional lucha entre Castilla-León y Portugal,
este conflicto también se encuadra dentro de los acontecimientos
que conllevó la Guerra de los Cien años. A la muerte del
antiguo soberano, Juan II de Castilla junto con un bando de Portugueses
intentó reclamar sus derechos dinásticos al trono portugués,
o al menos cederlos a una persona de su confianza. Llevó la lucha
hasta Lisboa, que no pudo tomar debido a la férrea defensa que hicieron
sus ciudadanos, encabezados por el nuevo aspirante al trono, Juan, Maestre
de la Orden Militar de Avis. Éste contaba con la ayuda de los ingleses,
que siempre estaban dispuestos a colaborar en cualquier empresa que debilitara
a los castellanos, aliados de los franceses en su lucha contra Inglaterra.
En la retirada hacia Castilla de dicha campaña fue donde se produjo
la decisiva batalla. Afortunadamente, y debido a su transcendencia para
el país vecino, el campo de batalla fue intensamente excavado entre
los años 1958-1960, cuando el ministerio portugués quería
establecer en dicha zona un campamento permanente para la formación
de las Mocedades Portuguesas de adoctrinamiento y educación en el
culto patrio. Las excavaciones, aunque por su premura y antigüedad
requieren una profunda revisión, lograron sacar a la luz importantes
vestigios y aclarar numerosas dudas sobre el conflicto en sí. Por
ejemplo, durante las excavaciones en Aljubarrota, se demostró que
las tropas portuguesas habían tenido tiempo de fortificarse, excavando
trincheras y construyendo algunas empalizadas, antes del ataque de los
castellanos. Así mismo, se pudo comprobar la presencia de arqueros
ingleses entre las tropas portuguesas, ya que en un montículo que
se había reforzado con empalizadas se encontraron restos de los
típicos arcos ingleses, sus flechas y otros utensilios que demostraron
la existencia de una alianza anglo-portuguesa ante el ataque castellano.
Dichos montículos se encontraban detrás de un linea principal
de trincheras al fondo del valle así como sobre las pequeñas
lomas que rodean dicho final. Se hallaron diversas zanjas, auténticas
trincheras, unas relacionadas con empalizadas y otras no. En una de éstas
últimas de 182m se encontró en su fondo grandes cantidades
de cantos rodados, del tipo que debieron utilizar los honderos portugueses
para frenar la carga de la caballería castellana y lusitana. Así
mismo se demostró la existencia de un entramado organizado de hoyos
o pequeñas trincheras, denominadas "pozos de lobo", destinadas a
ser camufladas y así detener la carga de la caballería castellana
cuando los caballos cayeran inesperadamente en dichos agujeros, al tiempo
que los honderos portugueses y arqueros ingleses remataban la faena asando
a caballeros y jinetes bajo su lluvia de proyectiles. El resultado parece
evidente: la vanguardia castellana -formada por su caballería pesada
con jinetes y monturas acorazados- había cargado frontalmente a
lo largo del valle hacia lo que parecía un delgada línea
de defensores lusitanos, para encontrarse entrampada a mitad de camino
entre esas trincheras y pozos de lobo, sufriendo la descarga de proyectiles
enemigos. La flor de la caballería castellana, que conformaban la
vanguardia aquel día, se perdería en ese campo lusitano,
Juan II de Castilla lograría retirarse apresuradamente hacia su
reino, y los portugueses, bajo Juan de Avis, conseguían confirmar
su independencia. El campo cuenta con un museo propio donde se pueden contemplar
los objetos hallados así como paneles explicativos. Por otra parte,
no hay que dejar de pasar por el cercano monasterio de Batalha, a unos
15 km, levantado por el nuevo monarca portugués, Juan II (Juan I
de Avís), en conmemoración de tan glorioso fasto para la
historia lusa; y donde, en la actualidad, se guarda la tumba al soldado
desconocido portugués.
LAS
RUTAS DE LOS CAMPOS DE BATALLA MEDIEVALES
Echemos un vistazo a cómo podríamos
integrar nosotros esas visitas a los campos de batalla medievales, anteriormente
descritos, dentro de nuestro tiempo de ocio.
Empecemos por el Campo de Calatrava. En esta zona,
teniendo como base Ciudad Real y nada más salir hacia el Sudeste,
en las propias afueras de la ciudad tenemos Alarcos. Es más cómodo
llegar por la N-420 con dirección sur a Poblete (a 6 Km de la ciudad),
y desde allí se puede ir andando o en coche al sitio de la batalla
y la fortaleza excavada, estando los materiales muebles en el museo de
la ciudad. También, desde Ciudad Real, podemos coger la carretera
comarcal hacia el Sudoeste que la une a Calzada de Calatrava; y desde allí
una bifurcación hacia el sudeste nos llevará a los castillos
de Salvatierra y Calatrava la Nueva (excavándose), que guardaban
el paso a la meseta manchega. Si seguimos recto el mismo camino que llevábamos
hasta Calzada, éste nos llevará a Almuradiel, conectando
con la autovía de Andalucía IV. Camino al sur nos dirigimos
al campo de batalla de las Navas de Tolosa, que quedará a entera
imaginación del visitante ya que no se ha excavado nada. Se encuentra
situado en la misma carretera, poco después de pasar Despeñaperros
y justo antes de llegar a La Carolina, aunque la batalla en sí se
supone que se desarrollaría alrededor de Miranda del Rey, o entre
ésta y Sta. Elena. Por otro lado, desde Almuradiel, si continuamos
hacia el Este cogeremos la carretera comarcal que nos lleva a Castellar
de Santiago, Torre de Juan Abad y, finalmente, Montiel, donde podremos
contemplar las ruinas del otrora fuerte castillo, a cuyas sombras cambió
la historia dinástica de España (b. 1369).
Otra ruta, en este caso gran viaje, es la que podríamos
iniciar en Badajoz. Veríamos la alcazaba y el campo de batalla de
Sagrajas (b. 1086,digamos lo que queda de él, y teniendo en cuenta
que no se ha excavado nada). Pasaríamos a introducirnos en
Portugal, por la autopista hasta Lisboa. Desde allí podemos coger
la carretera costera (IC-1), que une la capital con Torres Vedras, Alcobaça
y Leiría. Precisamente entre estas dos poblaciones es donde se encuentra
el campo de batalla de Aljubarrota, excavado y con museo propio, y el monasterio
de Batalha, levantado en conmemoración de la victoria lusa. Podemos
seguir dirección norte hasta Aveiro, para luego coger la autopista
que une el país vecino con Ciudad Rodrigo (Salamanca). De allí
a Salamanca, y Zamora por la N-620 y N-630. Desde esa ciudad cogemos la
N-122 hacia el Este que la comunica con Toro (b. 1476) y Tordesillas (Por
cierto, pasaremos a no más de 4 km al sur de Villalar, donde tuvo
lugar la famosa batalla entre los comuneros y las tropas imperiales a comienzos
del s. XVI). De Tordesillas cogemos la autovía VI hasta Medina del
Campo (y su castillo de la Mota), y de allí la comarcal a la amurallada
Olmedo (20 km al Este, bs. 1445 y1467), para luego subir por la N-601 a
Valladolid y coger la autopista E80-620, hasta Burgos. De ahí
la N-120 lleva hasta Logroño, pasando por Nájera (b. 1367,
entre Pedro I y Enrique II) y recorriendo el mismo camino de Santiago.
Para visitar Uclés, lugar de batalla (b.1108)
y cabeza de la Orden de Santiago es mucho más fácil llegar
a Tarancón por la autovía III que une dicha ciudad con Madrid.
Siguiendo por la misma, una bifurcación a 8 km de Tarancón
hacia el norte nos llevará hasta Uclés.
Visitas a museos: Museo de Ciudad Real, Museo Arqueológico
Nacional (Madrid), Monasterio de las Huelgas (Burgos), tesoro catedralicio
de Toledo, tesoro catedralicio de Sevilla, Monasterio de Sta. María
de Huertas (Soria), Museo Arqueológico de Badajoz (alcazaba), Museo
Militar de Aljubarrota; y algo en el Museo del Ejército y Armería
del Palacio Real (Madrid), aunque sus fondos datan principalmente desde
fines del s. XIV en adelante.
BIBLIOGRAFÍA SOBRE LA GUERRA EN LA BEM en
la Península Ibérica (actualizado sept 2013) |
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Historia Militar, 2001.
15.
VVAA Oxford
encyclopedia of Medieval warfare… Oxford, 2010
|
Esperamos que las disfrutéis. Si hay tiempo y
espacio iremos ampliando la información. En cualquier caso son de
obligada lectura el libro de HUICI MIRANDA sobre las batallas de la Reconquista,
así como los dos últimos libros aparecidos en conmemoración
del centenario de la batalla de Alarcos. |
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Artículos de Investigación
© Jose Manuel Rodriguez, abril, 1998
|