La intervención e inclusión desde una perspectiva educativa constituyen dos ejes esenciales en orden a contribuir a la calidad de vida de los sujetos.

Los expertos que trabajan en las líneas indicadas, persiguen como finalidad la reflexión sobre la práctica con el fin de mejorarla. Su intencionalidad se orienta a provocar impacto social. En consecuencia, pretenden generar una cultura de calidad que, no se oriente sólo a la reflexión y al desarrollo de habilidades técnicas sino que contemple también la dimensión emocional. Tiene como meta modificar la realidad con ánimo de mejorarla, priorizando la perspectiva socioeducativa.

Entiende la intervención socioeducativa como participación e interacción constante entre los integrantes del grupo y la realidad investigada. Es un encuentro, en el que las personas implicadas no son intervenidas, sino partícipes en dicho proceso. Provoca una interacción constante que genera mediación, cooperación e inclusión.

La inclusión se entiende de múltiples formas si bien todas ellas subrayan la igualdad por encima de la diferencia. En esta ocasión, nos referimos a la inclusión social, laboral y educativa de las personas. Supone una riqueza cultural y educativa porque impulsa a la persona a alcanzar mejoras a partir de sus fortalezas.

La inclusión se puede definir en relación con los siguientes aspectos:

– Como filosofía para entender la educación y la sociedad.

– Relativa a la discapacidad.

– Como respuesta a los problemas de conducta.

– Como promoción de una escuela plural y una sociedad no excluyente.

– Como derecho a la educación para todos.

En suma, es un proceso que identifica y elimina barreras; busca la presencia, la participación y el éxito de todos; vela por los grupos de riesgo. Exige una nueva forma de pensar acerca de las diferencias y considera la diversidad como algo valioso en sí mismo que demanda un tratamiento educativo y social adecuado.