|
LA JOYERIA MEDIEVAL
METALES Y JOYERÍA DURANTE LAS INVASIONES BÁRBARAS.La conocida como "época de las grandes invasiones" bárbaras, que asolaron el Imperio Romano a partir del siglo IV d.C., tiene su comienzo en la lenta introduccion de tribus germánicas como mercenarios a través de las fronteras (limes) romanos desde el siglo II. Podemos seguir sus desplazamientos a través de la actual Europa -que ellos configuraron durante siglos - desde antes de la era cristiana. Los pueblos germánicos se habían desplazado desde Escandinavia hasta las costas del mar Báltico y la desembocadura del Vístula, mientras que uno de sus subgrupos se desdoblaba para ocupar territorios ocupados hasta entonces por los celtas al Este del Rin, y mas adelante hacia los Cárpatos y la zona al Norte del Mar Negro. La presión sobre las fronteras del Imperio Romano comenzó pronto, pero fue la irrupción de los hunos desde Asia la que precipitó los acontecimientos. Se produjo un efecto "dominó" que impulso a los ostrogodos sobre los visigodos, a éstos sobre Roma, que fue saqueada en 410, y a los que siguieron alanos, suevos y vandalos, que descendieron hasta África antes de ser vencidos por los bizantinos. Las convulsiones que sacudieron Europa hasta el siglo VII y
el término despectivo -bárbaros - con que los romanos conocían
a los habitantes que se situaban fuera de sus límites y lejos de
alcance de su legislación, pueden llevarnos a pensar que estas culturas
no tenían una cultura y un arte propios. Sí es verdad que
su constante movilidad les obligó a tener un tipo de arte
"portátil", que pudieran transportar cuando migraban de un sitio
a otro. Sólo cuando se establecieron en los territorios que los
romanos les cedieron, y que finalmente convirtieron en sus reinos (los
ostrogodos en Italia, los visigodos en España, suevos en Galicia,
etc.) procedieron a construir iglesias, palacios y otros monumentos.
Los materiales utilizados en joyería son variados según
la clase social a la que se destinen los objetos. Aunque normalmente se
asocie el término al oro o a la plata, se usan también como
soporte el cobre y el bronce, así como las cuentas de cristal, esmalte,
etc. San Isidoro, en las Etimologías -la mayor enciclopedia del
conocimiento en el siglo VII - habla de siete clase de metales, incluyendo
el oro, plata, cobre, estaño, plomo y hierro. Del oro, "radiante
como el esplendor de la atmósfera", dice que puede presentarse de
dos maneras distintas en la Naturaleza: en menas, mezclado con otros minerales
o en forma de pepitas conducidas por las corrientes de agua. En época
antigua los principales productores eran Egipto, Arabia, los Balcanes y
Anatolia, desde donde se comerciaba con él, a veces transformado
en cadenas.
Puesto que no existe documentación para las técnicas metalúrgicas en uso durante los siglos VI al X, deberemos extraer la información de las fuentes romanas teniendo en cuenta la nueva situación. A partir del siglo III se observa en Europa un descenso en la producción de metales acompañado de la vuelta a métodos primitivos de extracción: se aprovechan los filones situados a escasa profundidad y los pozos no pasan de los 12 m. Las minas más importantes se abandonan, y la disminución de la población incide tanto en la escasez de mano de obra como en la demanda de joyas. El Imperio Bizantino, rodeado de los pueblos bárbaros por todas sus fronteras, pierde el acceso a los territorios productores de oro de Nubia, al Sur de Egipto, del Cáucaso y los Urales. Además, el comercio mediterráneo se verá obstaculizado durante el siglo V por la piratería vándala. No tenemos documentación sobre la minería del cobre, y parece que el bronce se sustituye paulatinamente por el hierro, sobre todo en la industria del armamento. La Historia natural de Plinio el Viejo menciona la existencia en la Península Ibérica de minas de oro de elevada productividad, sobre todo en Lusitania, Galicia y Asturias, en la cuenca del Tajo y el Norte de Córdoba y Granada. Además existían "en el Pado de Italia, en el Hebro de Tracia, en el Pactolo de Asia y en el Ganges de la India" (Libro XXIII, cap. 4). Evidentemente, para los bárbaros serán los tres primeros lugares los que más importancia tengan. En época visigoda, sin embargo, no hay noticias de extracción de importancia. Las minas que había en explotación en Huelva durante el siglo IV se habían abandonado en el V, lo mismo que las de plata de Cástulo y las de estaño en Salamanca. En cambio, parece que las minas de oro de Gallaecia sí pervivieron, lo que pudo ser causa de la riqueza del reino suevo. La explotación en época romana se realizaba en los cauces de los ríos: una vez descubierto el yacimiento, setrazaba una red de canales y depósitos hidráulicos en los que el agua ayudase a la extracción, arrastre y lavado del mineral. Los topógrafos de las unidades auxiliares del ejército romano solían ser los encargados de iniciar el trabajo de nivelación, y el acabado a cincel de los canales se hacía después en sentido opuesto al de la corriente. Con el tiempo, algunos de estos conductos abandonados pasaron a convertirse en cañadas o caminos. A través de los canales llegaba el agua a depósitos ("piscinae") excavados en el terreno y con los bordes aumentados para obtener mayor capacidad. En ellas se obtenía el oro mediante el cribado, la desviación del cauce de un río para que las arenas auríferas se depositasen, o bien minando montículos al aire libre para luego utilizar el agua para que arrastre y lave el conglomerado de metales y tierra. Una vez empleado uno de estos procesos, se llevaba el oro hasta unos canales de madera ("agogae") con obstáculos en el fondo, para su lavado con agua. La plata seguía un proceso similar, una vez sacada de las minas. Diodoro Sículo (siglo I a.C.) se refiere ya a la explotación de plata en los Pirineos por parte de los fenicios e íberos. Su técnica de refinamiento, la copelación, estaba ya extendida por todo el Mediterráneo. Primero se fundía el metal para obtener la escoria (parte inútil, que se tira), y el régulo, mezcla de plata, plomo y oro con impurezas. Esta mezcla se coloca en otro recipiente y se vuelve a calentar para extraer el plomo por oxidación. El proceso necesita una temperatura de 1000-1200ºC en un horno alimentado a mano. La relativa complejidad de estas técnicas romanas y
la necesidad de talleres estables para conseguir la materia prima hace
sospechar que los pueblos bárbaros obtendrían el metal más
bien por la fundición de botines de guerra o el aprovechamiento
de las monedas, menos útiles para el comercio que en tiempos del
Imperio. Estos pueblos pueden dividirse en Occidente en cuatro grupos según
su cultura propia y las técnicas de orfebrería que utilizan
en sus joyas. Entre ellos hay influencias e intercambios, y la mayoría
se verán afectados por el gusto bizantino, sobre todo teniendo en
cuenta que imitar al Imperio de Oriente y sus costumbres era la mayor aspiración
de la nobleza. Cronológicamente, podemos hablar de visigodos,
merovingios,
anglosajones
y escandinavos o vikingos.
Los ejemplos más antiguos de joyería visigoda son los broches de cinturón de hebilla circular en oro o bronce , con gemas o esmaltes. Son una versión germánica de la orfebrería bizantina, y tienen por lo tanto paralelismos con otros encontrados en la ruta de Crimea-Rusia- río Danubio-Italia-Francia. También aparecen en Portugal y en el Norte de África. La técnica que utilizaron para hacer los esmaltes, que a menudo sustituían a las piedras preciosas por falta de material o para abaratar el producto, era sencilla. El vidrio derretido se adhiere a cualquier metal con el que entra en contacto. En la época de las invasiones se utilizaba la técnica del cloisonné o incrustación en celdillas previamente preparadas: en ellas se colocaba el vidrio en polvo para luego someter toda la pieza al calor. En otros lugares de la vestimenta, y con fines más bien decorativos se utilizaban las fíbulas, que se encuentran a lo largo de todo el territorio recorrido por los godos desde Oriente hasta la Península Ibérica. La tipología se divide en dos grupos: las famosísimas fíbulas aquiliformes (en forma de águilas) con la superficie cubierta de pasta de vidrio o gemas, utilizando técnicas romanas y una imaginería propia de los germánicos, y las fíbulas de placa, puente o arco, que se caracterizan por tener un arco soldado y estar remachadas con clavos. Suelen tener poca ornamentación y tienen paralelos entre los merovingios y lombardos (más adelante los celtas adaptarán este tipo de fíbulas a su gusto, mucho más ornamentado, dejando obras maestras de la joyería de los siglos VIII y IX). Estos tipos de fíbulas comienzan a desaparecer cuando se vaya sustituyendo el vestido germánico por el romano en las clases más altas de la sociedad visigoda. En ese momento, aunque son menos corrientes, aparecen las fíbulas circulares a la manera romana o bizantina para sostener sobre el hombro derecho el manto clásico o la capa. Además de la joyería incorporada al vestuario, encontramos otras obras de metalistería incorporadas a la vida corriente, pero no por ello menos curiosas. Es el caso de un pasarriendas en bronce con la figura de un caballo con sus arreos, del siglo V, asombrosamente parecida a una pieza del mismo tipo realizada en plata, hallada en el cementerio real de Ur, datada en el 2600 a.C. aproximadamente. En el 587 se produce la unión religiosa en el reino visigodo de Toledo, al desaparecer el arrianismo con la conversión de Recaredo. La desaparición de los ajuares en las tumbas y la evolución del vestido muestran cómo estas piezas comienzan a desaparecer. La influencia de Bizancio se deja sentir en la riqueza material y el gusto por la policromía, que se manifiesta en la profusión de las piedras preciosas, perlas y vidrios de colores. Se crean talleres en la corte de Toledo, donde trabajaban los "argentarii", siervos reales a cuyo frente se hallaba el "praepositus argentarium", según una ley de Chindasvinto. Es posible que el inspirador de estas manufacturas fuera Leovigildo, ya que su hijo Recaredo ya hizo una ofrenda a San Félix de Gerona proveniente seguramente de estos talleres. Era costumbre depositar sobre el altar de las iglesias coronas
o cruces con cadenas para colgarlas, destacando especialmente las
de los monarcas como signo de su poder. El primer emperador cristiano que
hizo ofrendas de este tipo fue Constantino, adoptando costumbres orientales.
Una vez más, la propaganda imperial llegaba al otro extremo de la
Cristiandad.
Los merovingios se habían asentado en las Galias y formaron un reino relativamente estable desde el 482 al ascenso de los carolingios en el 679. Los hallazgos en tumbas con ajuar indican un enriquecimiento progresivo durante el siglo VI a imitación de los príncipes y siempre con modas provenientes de Oriente. Uno de los ejemplos más típicos de ajuar completo es la tumba de Childerico, padre del primer rey merovingio cristiano, Clodoveo. Entre sus pertenencias encontramos espadas con pomos trabajados y hebillas en bronce y hierro de los mismos tipos que en la zona visigoda, aunque más gruesos. Destacan las limosneras con cierre terminado en cabezas de aves, que a su vez tienen conexiones con el hallazgo anglosajón de Sutton Hoo. En los ajuares posteriores, del siglo VII, el armamento se reduce al scramasax, y desaparecen hebillas y limosneras. En las tumbas femeninas abundan las fíbulas de arco, colocadas al nivel de la cintura o la cadera, a veces para sujetar otros adornos en forma de cadenas. Las cabezas se situaban hacia abajo. A la altura de las rodillas podían llevar colgado el remate de algún tipo de cinto, bien una gran perla decorada o de vidrio, lignito o cristal de roca, o bien un medallón. Otras fíbulas más pequeñas . Hacia fines del siglo VI se abandona el uso de este tipo de fíbulas en favor del broche circular o polilobulado mencionado previamente, coincidiendo con la introducción de modas bizantinas en el vestido. Los más lujosos utilizan la filigrana, elemento tradicionalmente oriental, como adorno. La filigrana consiste en hilos metálicos de poco grosor, sección circular, lisos o torneados, que forman motivos decorativos. Pueden estar asentados sobre una base laminar o al aire, sin soporte -este tipo es mucho más frágil y valioso. Uno de los ejemplos mejor conservados es el broche de Charnay (Saone-et-Loire, Francia), que reutiliza un camafeo de época romana. También se hacen imitaciones recubiertas de bronce estampillado. Los anillos y las guarniciones de metal decorado aparecen en distintas partes del cinturón y los zapatos. El gran valor intrínseco de las joyas de oro sugiere que eran encargadas. Los trabajos más dificultosos, como el corte de las gemas, se limitaban a algunas áreas geográficas precisas con talleres que pudieran hacerse cargo de ello. El corte de gemas podía realizarse mediante la aplicación de calor a la parte posterior de la piedra (la que va engastada) para conseguir una superficie plana, pero puede producir modificaciones en el color si en la piedra hay componentes férricos. Deben enfriarse luego rápidamente con agua. Este procedimiento lo utilizaron sármatas, hunos y germanos del Este al principio de las invasiones. El arte de cortar y dar forma a las piedras duras se generalizó tras la conquista de la India por Alejandro Magno. En el momento de las invasiones las formas más corrientes son la cuadrada, redonda o de corazón. Ya no se hacen camafeos, simplemente se utilizan los romanos, y se prefiere la decoración en forma de palmetas, rosas o espirales incisas, como en las Galias en la última parte del siglo VI. Los talleres secundarios se limitaban a montar las piedras sobre láminas ya trabajadas. Para adaptar las formas a las celdillas o cabujones, se utiliza ya desde época romana un mecanismo con un arco bastidor al que se incorpora una cuerda tensa y más adelante una rueda de debastación de movimiento continuo para no dejar astillas. Luego se procedía al pulido. Probablemente hubo cierto movimiento de artesanos entre ambos tipos de talleres. Werner y Driehaus han demostrado la importancia de estos artistas itinerantes, en cuyas tumbas se han encontrado los instrumentos de trabajo en plata y bronce. En las fuentes merovingias se halla el termino "aurifex" aplicado a los orfebres, pero no está claro si su condición era libre o servil y por tanto su movilidad, que se vería también condicionada por la demanda de la clase alta, localizada en la corte, y la única que podía correr con los gastos de los materiales. La difusión de la técnica de "pasta fundida" parece demostrar la circulación de artistas -incluída a materia prima- desde las costas del Mar del Norte hasta las Islas Británicas y Escandinavia. Además de los "aurifex" se piensa en la existencia de patrones o distribuidores que proveyesen de materias primas; además, cada taller se compondría de uno o dos "aurifex" y algunos ayudantes. El significado social de este tipo de joyería es, evidentemente, una cuestión de estatus. En principio, son joyas de estatus típicamente germánicas las gargantillas, brazaletes, broches y vasos. Más tarde, las armas, el estribo y las joyas femeninas. Se intentan imitar los broches imperiales, aquellos que el emperador de Bizancio ofrecía como premio a sus oficiales, y se ha encontrado algún ejemplo en la tumba de Childerico. También están las monturas de espadas basadas en modelos bizantinos, conectados son los sasánidas, importadas y que a veces seguían el camino hacia el Norte, pues se han encontrado incluso en tumbas suecas. Los broches femeninos circulares francos se extienden hacia el Sur de Alemania, Hungría Italia y las Islas Británicas como manifestación de una exogamia matrimonial diplomática o de la actividad misionera de la Iglesia, pues quizá se intercambiaran como regalo en el matrimonio. Ya en época franca, Eginardo nos da detalles del uso de la joyería a través de una descripción idealizada de Carlomagno: "Se cubría con un sayo azul y siempre ceñía
una daga cuya empuñadura y cuya vaina eran de oro o de plata.A veces
saba una espada adornada de piedras preciosas, pero solamente en los días
de las grandes fiestas (...) Los días de fiesta se presentaba con
un vestido tejido en oro, un calzado adornado con piedras preciosas, una
hebilla de oro con la que sujetaba el sayo, una diadema también
de oro y luciendo piedras preciosas." (Vida de Carlomagno, cap.
XXIII)
Los anglosajones, por su parte, reciben una importante herencia céltica que se manifiesta en los entrelazados que decoran sus piezas, que guardan una similitud importante también con la decoración de las miniaturas y la culminan con importaciones del área escandinava propiciadas por las invasiones danesas y las incursiones vikingas. En principio, el contacto de los sajones con la civilización romana introduce técnicas como el esmaltado. A los jefes se les regalaron los famosos cinturones de antecesores romanos, que serían copiados en bronce, co el añadido de la estética celta. También utilizaron colgantes con monedas romanas, modelos de rosetas, estrellas, etc. El motivo másparadigmático son las pequeñas criaturas que se sujetan unas a otras por la cabeza y las manos. Pero es el nielado una de las técnicas preferidas por los pueblos célticos y, por su influencia, de los anglosajones y escandinavos. Tras realizarse una incisión con un buril en la pieza, ésta se rellena a presión con una sustancia negruzca aún blanda mezcla de plata, plomo, cobre y azufre diluídos en agua. Una vez seca, se procede al dorado o plateado del resto de la pieza. se utiliza mucho para cinturones y armas, aunque a veces también se encuentra en encuadernaciones de libros. En Islandia y Kent se
encuentran patrones más elaborados, con bandas de nielado, como
los broches circulares que incluyen también filigrana y cloisonné.
En cuanto a Escandinavia, en el denominado "periodo de la migración", que comprende los siglos V al VII d. C., se utilizan como técnicas referentes el nielado con un metal mucho más oscuro que la base, o piedras coloreadas. La filigrana, escasa, sólo aparece en forma de espirales sencillas. El nielado entre las tribus teutonas de Europa Central podía ser en plata, pero no así en Noruega. En un principio se eludieron los motivos animales, por lo que los primeros broches cuadrados en plata sobredorada se limitan a un material fino sin mucho relieve con formas geométricas, en anillos, arcos y triángulos estampillados (durante la primera mitad del siglo V). Otra posibilidad era llevar a cabo la decoración a la vez que se moldeaba la pieza, o realizarla a buril. La parte más débil era siempre el gancho de unión del broche cn la otra parte, tanto que a veces se encuentra reparada con parches pequeños de metal Pueden hacerse en tres partes, placa, gancho y base, cuidadosamente unidas después. Avanzado el siglo VI se encuentran en las tumbas de inhumación un estilo de figuras zoomórficas bordeadas por molduras rectilíneas que guarda paralelismos con el estilo anglosajón y el Sur de Escandinavia. El estilo va avanzando hacia el Oeste y se diversifica en escuelas. Los collares de anillas daneses del siglo VI, extendidos también a Suecia, presentan figuras humanas y animales diminutos, por o que se les ha supuesto una función ritual. Las espadas son al principio un objeto sin decoración, y los orfebres sólo se dedican a la joyería. Más adelante se decorarán el pomo, la guarda y el puño con dorado y nielado, así como la funda, con arabescos y motivos antropológicos o animales estilizados. Como puede verse por todo lo anteriormente explicado, la ruta
que siguieron las diversas tradiciones de orfebrería de los pueblos
invasores fue en general de Oriente a Occidente, aunque es verdad que se
pueden señalar grupos de influencia, como el bloque visigodo-merovingio
y el británico-escandinavo, por causa de los intercambios de población
y los enfrentamientos entre estos territorios. No se puede decir que hubiera
un verdadero comercio de estos productos, aunque es evidente que por su
facilidad de transporte una vez fabricados podría haberse producido.
Habrá que excavar muchas más necrópolis con ajuares
antes de poder aventurar respuestas a este respecto.
(El Museo Lázaro
Galiano de Madrid cuenta con una gran colección de joyas de todas
las época)
Vuelta al principio | Índice de Artículos de Investigación | Enlace a la pagina de conexiones |
La página sobre el medioevo de Ana y José Manuel |