LA JOYERIA MEDIEVAL

Rey de Mali. Detalle del Atlas Catalác, ca. 1340. BN Paris



 
 
 

METALES Y JOYERÍA DURANTE LAS INVASIONES BÁRBARAS.

Ana Echevarria Arsuaga

 La conocida como "época de las grandes invasiones" bárbaras, que asolaron el Imperio Romano a partir del siglo IV d.C., tiene su comienzo en la lenta introduccion de tribus germánicas como mercenarios a través de las fronteras (limes) romanos desde el siglo II. Podemos seguir sus desplazamientos a través de la actual Europa -que ellos configuraron durante siglos - desde antes de la era cristiana. Los pueblos germánicos se habían desplazado desde Escandinavia hasta las costas del mar Báltico y la desembocadura del Vístula, mientras que uno de sus subgrupos se desdoblaba para ocupar territorios ocupados hasta entonces por los celtas al Este del Rin, y mas adelante hacia los Cárpatos y la zona al Norte del Mar Negro. La presión sobre las fronteras del Imperio Romano comenzó pronto, pero fue la irrupción de los hunos desde Asia la que precipitó los acontecimientos. Se produjo un efecto "dominó" que impulso a los ostrogodos sobre los visigodos, a éstos sobre Roma, que fue saqueada en 410, y a los que siguieron alanos, suevos y vandalos, que descendieron hasta África antes de ser vencidos por los bizantinos.

 Las convulsiones que sacudieron Europa hasta el siglo VII y el término despectivo -bárbaros - con que los romanos conocían a los habitantes que se situaban fuera de sus límites y lejos de alcance de su legislación, pueden llevarnos a pensar que estas culturas no tenían una cultura y un arte propios. Sí es verdad que su constante movilidad les obligó a  tener un tipo de arte "portátil", que pudieran transportar cuando migraban de un sitio a otro. Sólo cuando se establecieron en los territorios que los romanos les cedieron, y que finalmente convirtieron en sus reinos (los ostrogodos en Italia, los visigodos en España, suevos en Galicia, etc.) procedieron a construir iglesias, palacios y otros monumentos.
 El estudio de sus joyas, que proceden normalmente del ajuar funerario de tumbas, es por tanto fundamental para conocer las costumbres y técnicas de estos pueblos supuestamente primitivos.

 Los materiales utilizados en joyería son variados según la clase social a la que se destinen los objetos. Aunque normalmente se asocie el término al oro o a la plata, se usan también como soporte el cobre y el bronce, así como las cuentas de cristal, esmalte, etc. San Isidoro, en las Etimologías -la mayor enciclopedia del conocimiento en el siglo VII - habla de siete clase de metales, incluyendo el oro, plata, cobre, estaño, plomo y hierro. Del oro, "radiante como el esplendor de la atmósfera", dice que puede presentarse de dos maneras distintas en la Naturaleza: en menas, mezclado con otros minerales o en forma de pepitas conducidas por las corrientes de agua. En época antigua los principales productores eran Egipto, Arabia, los Balcanes y Anatolia, desde donde se comerciaba con él, a veces transformado en cadenas.
 Hasta la época romana se solía trabajar un metal de gran pureza, cuyo refinado se realizaba de distintas formas según el material con el que el oro se encontraba en combinación, por ejemplo, para separarlo de la plata se le añadían azufre y sal. También hasta entonces la escasez de materiales se paliaba con el comercio a larga distancia: el lapislázuli procede de Afganistán, como la cornalina, y se comercia con ellos a través de Mesopotamia y la India; las perlas procedían del Mar Egeo, la turmalina y el aguamarina de la India. El problema, al legar la época que nos ocupa, es la decadencia del comercio mediterráneo, que motivó el que se utilizaran las piedras preciosas procedentes de los saqueos en iglesias y palacios para hacer las joyas más excepcionales, a la vez que se inventan nuevas técnicas de decoración - cristal, esmalte, nielado -, de las que hablaremos más adelante.

 Puesto que no existe documentación para las técnicas metalúrgicas en uso durante los siglos VI al X, deberemos extraer la información de las fuentes romanas teniendo en cuenta la nueva situación. A partir del siglo III se observa en Europa un descenso en la producción de metales acompañado de la vuelta a métodos primitivos de extracción: se aprovechan los filones situados a escasa profundidad y los pozos no pasan de los 12 m. Las minas más importantes se abandonan, y la disminución de la población incide tanto en la escasez de mano de obra como en la demanda de joyas. El Imperio Bizantino, rodeado de los pueblos bárbaros por todas sus fronteras, pierde el acceso a los territorios productores de oro de Nubia, al Sur de Egipto, del Cáucaso y los Urales. Además, el comercio mediterráneo se verá obstaculizado durante el siglo V por la piratería vándala.

 No tenemos documentación sobre la minería del cobre, y parece que el bronce se sustituye paulatinamente por el hierro, sobre todo en la industria del armamento. La Historia natural de Plinio el Viejo menciona la existencia en la Península Ibérica de minas de oro de elevada productividad, sobre todo en Lusitania, Galicia y Asturias, en la cuenca del Tajo y el Norte de Córdoba y Granada. Además existían "en el Pado de Italia, en el Hebro de Tracia, en el Pactolo de Asia y en el Ganges de la India" (Libro XXIII, cap. 4). Evidentemente, para los bárbaros serán los tres primeros lugares los que más importancia tengan. En época visigoda, sin embargo, no hay noticias de extracción de importancia. Las minas que había en explotación en Huelva durante el siglo IV se habían abandonado en el V, lo mismo que las de plata de Cástulo y las de estaño en Salamanca. En cambio, parece que las minas de oro de Gallaecia sí pervivieron, lo que pudo ser causa de la riqueza del reino suevo.

 La explotación en época romana se realizaba en los cauces de los ríos: una vez descubierto el yacimiento, setrazaba una red de canales y depósitos hidráulicos en los que el agua ayudase a la extracción, arrastre y lavado del mineral. Los topógrafos de las unidades auxiliares del ejército romano solían ser los encargados de iniciar el trabajo de nivelación, y el acabado a cincel de los canales se hacía después en sentido opuesto al de la corriente. Con el tiempo, algunos de estos conductos abandonados pasaron a convertirse en cañadas o caminos. A través de los canales llegaba el agua a depósitos ("piscinae") excavados en el terreno y con los bordes aumentados para obtener mayor capacidad. En ellas se obtenía el oro mediante el cribado, la desviación del cauce de un río para que las arenas auríferas se depositasen, o bien minando montículos al aire libre para luego utilizar el agua para que arrastre y lave el conglomerado de metales y tierra. Una vez empleado uno de estos procesos, se llevaba el oro hasta unos canales de madera ("agogae") con obstáculos en el fondo, para su lavado con agua.

 La plata seguía un proceso similar, una vez sacada de las minas. Diodoro Sículo (siglo I a.C.) se refiere ya a la explotación de plata en los Pirineos por parte de los fenicios e íberos. Su técnica de refinamiento, la copelación, estaba ya extendida por todo el Mediterráneo. Primero se fundía el metal para obtener la escoria (parte inútil, que se tira), y el régulo, mezcla de plata, plomo y oro con impurezas. Esta mezcla se coloca en otro recipiente y se vuelve a calentar para extraer el plomo por oxidación. El proceso necesita una temperatura de 1000-1200ºC en un horno alimentado a mano.

 La relativa complejidad de estas técnicas romanas y la necesidad de talleres estables para conseguir la materia prima hace sospechar que los pueblos bárbaros obtendrían el metal más bien por la fundición de botines de guerra o el aprovechamiento de las monedas, menos útiles para el comercio que en tiempos del Imperio. Estos pueblos pueden dividirse en Occidente en cuatro grupos según su cultura propia y las técnicas de orfebrería que utilizan en sus joyas. Entre ellos hay influencias e intercambios, y la mayoría se verán afectados por el gusto bizantino, sobre todo teniendo en cuenta que imitar al Imperio de Oriente y sus costumbres era la mayor aspiración de la nobleza. Cronológicamente, podemos hablar de visigodos, merovingios, anglosajones y escandinavos o vikingos.
 
 

TÉCNICAS DE ORFEBRERÍA UTILIZADAS POR LOS PUEBLOS BÁRBAROS

* Batido o martilleado: los trozos de metal se martillean sobre un yunque, calentándolos al rojo vivo para alandarlos y después se sumergen en agua. Luego se corta en trozos, en tiras o en alambres, según el uso a que se destine.
* Fundido: es más costoso, pues el punto de fusión del oro es de 1063ºC y el de la plata 961ºC. Una vez derretidos, se introducen en moldes (moldeado) de esteatita o deleznables. La fuente de energía de los hornos era el carbón vegetal.
* Chapado: se aplican láminas finas de metal a otro metal, envolviéndolo. Se suelen fijar por martilleo, calor o con puntas.
* Soldadura: unión de diferentes aleaciones a distintas temperaturas. Se puede utilizar cualquier aeación de oro con un punto de fusión nferior al de los otros metales que queremos unir. La aleación más frecuente es la de sal de cobre y cola.
 

Elementos básicos 

* Alambres: se pueden obtener de diversas maneras, y son muy útiles en sus distintas aplicaciones. Pueden ser cintas de metal batidas y rodadas entre láminas de piedra o bronce hasta hacerlas de sección circular; fundidas, o girando tiras de metal en espirales continuas. Los tubos se consiguen batiendo láminas de metal dentro de ranuras de forma semicircular cada vez más curvas, con un elemento cilíndrico en el interior. El hilo metálico o alambre es muy flexible, y se trabaja por medio de pinzas.
* Cadenas: se trabajan con anillas ya elaboradas, normalmente por moldeado, que se enlazan sin necesidad de soldarlas. No tiene por qué tratarse de anillas simples. Además de unirlas al eslabón anterior, puede unirse a los dos anteriores, obteniéndose ensamblajes dobles y hasta séxtuples.
 

Herramientas 

Tijeras, pinzas, barreno con brocas, limas, sierra de metales, buril y punzón chato para marcar; martillo de madera y lijas.
 

TÉCNICAS DECORATIVAS

* Repujado: la lámina se moldea con bajorrelieves.
* Estampillado: el motivo se trabaja por el reverso, quedando el relieve en el anverso. Una variante es el puntillado, que presenta una decoración de puntos en resalte.
* Embutido: Se utilizan cinceles de metal sin mango con la punta preparada y ángulos redondeados. La lámina se pone sobre un recipiente de metal lleno de viruta y recubierto de pez y la pieza se trabaja por el anverso sobre el cuerpo ya en relieve.
* Grabado o incisión: de forma gradual se extrae el material raspando con el buril.
* Cincelado: se cortan en una lámina series decorativas realizadas con cinceles especiales con punta cortante y diversas secciones. Se hacen incisiones discontinuas rebajando o marcando el material.


 
 
 

Los ejemplos más antiguos de joyería visigoda son los broches de cinturón de hebilla circular en oro o bronce , con gemas o esmaltes.  Son una versión germánica de la orfebrería bizantina, y tienen por lo tanto paralelismos con otros encontrados en la ruta de Crimea-Rusia- río Danubio-Italia-Francia. También aparecen en Portugal y en el Norte de África. La técnica que utilizaron para hacer los esmaltes, que a menudo sustituían a las piedras preciosas por falta de material o para abaratar el producto, era sencilla. El vidrio derretido se adhiere a cualquier metal con el que entra en contacto. En la época de las invasiones se utilizaba la técnica del cloisonné o incrustación en celdillas previamente preparadas: en ellas se colocaba el vidrio en polvo para luego someter toda la pieza al calor.

 En otros lugares de la vestimenta, y con fines más bien decorativos se utilizaban las fíbulas, que se encuentran a lo largo de todo el territorio recorrido por los godos desde Oriente hasta la Península Ibérica. La tipología se divide en dos grupos: las famosísimas fíbulas aquiliformes (en forma de águilas)  con la superficie cubierta de pasta de vidrio o gemas, utilizando técnicas romanas y una imaginería propia de los germánicos, y las fíbulas de placa, puente  o arco, que se caracterizan por tener un arco soldado y estar remachadas con clavos. Suelen tener poca ornamentación y tienen paralelos entre los merovingios y lombardos  (más adelante los celtas adaptarán este tipo de fíbulas a su gusto, mucho más ornamentado, dejando obras maestras de la joyería de los siglos VIII y IX). Estos tipos de fíbulas comienzan a desaparecer cuando se vaya sustituyendo el vestido germánico por el romano en las clases más altas de la sociedad visigoda. En ese momento, aunque son menos corrientes, aparecen las fíbulas circulares a la manera romana o bizantina para sostener sobre el hombro derecho el manto clásico o la capa.

 Además de la joyería incorporada al vestuario, encontramos otras obras de metalistería incorporadas a la vida corriente, pero no por ello menos curiosas. Es el caso de un pasarriendas en bronce con la figura de un caballo con sus arreos, del siglo V, asombrosamente parecida a una pieza del mismo tipo realizada en plata, hallada en el cementerio real de Ur, datada en el 2600 a.C. aproximadamente.

 En el 587 se produce la unión religiosa en el reino visigodo de Toledo, al desaparecer el arrianismo con la conversión de Recaredo. La desaparición de los ajuares en las tumbas y la evolución del vestido muestran cómo estas piezas comienzan a desaparecer. La influencia de Bizancio se deja sentir en la riqueza material y el gusto por la policromía, que se manifiesta en la profusión de las piedras preciosas, perlas y vidrios de colores. Se crean talleres en la corte de Toledo, donde trabajaban los "argentarii", siervos reales a cuyo frente se hallaba el "praepositus argentarium", según una ley de Chindasvinto. Es posible que el inspirador de estas manufacturas fuera Leovigildo, ya que su hijo Recaredo ya hizo una ofrenda a San Félix de Gerona proveniente seguramente de estos talleres.

 Era costumbre depositar sobre el altar de las iglesias coronas  o cruces  con cadenas para colgarlas, destacando especialmente las de los monarcas como signo de su poder. El primer emperador cristiano que hizo ofrendas de este tipo fue Constantino, adoptando costumbres orientales. Una vez más, la propaganda imperial llegaba al otro extremo de la Cristiandad.
 Además, contamos con un texto del epistolario del papa San Gregorio hablando de un cáliz que le regaló Recaredo al anunciarle su conversión a su vez, Suintila ofreció a Dagoberto de Neustria la joya más valiosa de su tesoro durante la rebelión del conde Sisenando en Septimania (630-631). Pero los tesoros visigodos más importantes que han llegado hasta nosotros son el de Torredonjimeno, ofrendado a las santas Justa y Rufina, y el de Guarrazar (Toledo), que reúne casi todas las técnicas en uso hasta el momento. La corona de Recesvinto  perteneciente a este tesoro tiene importantes semejanzas con la de Teodolinda , reina lombarda, que a ofreció a la basílica de San Juan de Monza. Ambas presentan la técnica de piedras preciosas y esmaltes engastados en cabujones, celdillas para gemas aisladas que se remataban presionando los bordes lisos o en ángulos para encajar la piedra ya insertada. Este tipo de engaste a era usado con maestría en la época romana , pero llega a su expresión más deslumbrante en estas coronas y cruces.

Los merovingios se habían asentado en las Galias y formaron un reino relativamente estable desde el 482 al ascenso de los carolingios en el 679. Los hallazgos en tumbas con ajuar indican un enriquecimiento progresivo durante el siglo VI a imitación de los príncipes y siempre con modas provenientes de Oriente. Uno de los ejemplos más típicos de ajuar completo es la tumba de Childerico, padre del primer rey merovingio cristiano, Clodoveo. Entre sus pertenencias encontramos espadas con pomos trabajados y hebillas en bronce y hierro de los mismos tipos que en la zona visigoda, aunque más gruesos. Destacan las limosneras con cierre terminado en cabezas de aves, que a su vez tienen conexiones con el hallazgo anglosajón de Sutton Hoo. En los ajuares posteriores, del siglo VII, el armamento se reduce al scramasax, y desaparecen hebillas y limosneras.

 En las tumbas femeninas abundan las fíbulas de arco, colocadas al nivel de la cintura o la cadera, a veces para sujetar otros adornos en forma de cadenas. Las cabezas se situaban hacia abajo. A la altura de las rodillas podían llevar colgado el remate de algún tipo de cinto, bien una gran perla decorada o de vidrio, lignito o cristal de roca, o bien un medallón. Otras fíbulas más pequeñas .

 Hacia fines del siglo VI se abandona el uso de este tipo de fíbulas en favor del broche circular o polilobulado mencionado previamente, coincidiendo con la introducción de modas bizantinas en el vestido. Los más lujosos utilizan la filigrana, elemento tradicionalmente oriental, como adorno. La filigrana consiste en hilos metálicos de poco grosor, sección circular, lisos o torneados, que forman motivos decorativos. Pueden estar asentados sobre una base laminar o al aire, sin soporte -este tipo es mucho más frágil y valioso. Uno de los ejemplos mejor conservados es el broche de Charnay (Saone-et-Loire, Francia), que reutiliza un camafeo de época romana.  También se hacen imitaciones recubiertas de bronce estampillado. Los anillos y las guarniciones de metal decorado aparecen en distintas partes del cinturón y los zapatos.

 El gran valor intrínseco de las joyas de oro sugiere que eran encargadas. Los trabajos más dificultosos, como el corte de las gemas, se limitaban a algunas áreas geográficas precisas con talleres que pudieran hacerse cargo de ello. El corte de gemas podía realizarse mediante la aplicación de calor a la parte posterior de la piedra (la que va engastada) para conseguir una superficie plana, pero puede producir modificaciones en el color si en la piedra hay componentes férricos. Deben enfriarse luego rápidamente con agua. Este procedimiento lo utilizaron sármatas, hunos y germanos del Este al principio de las invasiones. El arte de cortar y dar forma a las piedras duras se generalizó tras la conquista de la India por Alejandro Magno. En el momento de las invasiones las formas más corrientes son la cuadrada, redonda o de corazón. Ya no se hacen camafeos, simplemente se utilizan los romanos, y se prefiere la decoración en forma de palmetas, rosas o espirales incisas, como en las Galias en la última parte del siglo VI. Los talleres secundarios se limitaban a montar las piedras sobre láminas ya trabajadas. Para adaptar las formas a las celdillas o cabujones, se utiliza ya desde época romana un mecanismo con un arco  bastidor al que se incorpora una cuerda tensa y más adelante una rueda de debastación de movimiento continuo para no dejar astillas. Luego se procedía al pulido.

 Probablemente hubo cierto movimiento de artesanos entre ambos tipos de talleres. Werner y Driehaus han demostrado la importancia de estos artistas itinerantes, en cuyas tumbas se han encontrado los instrumentos de trabajo en plata y bronce. En las fuentes merovingias se halla el termino "aurifex" aplicado a los orfebres, pero no está claro si su condición era libre o servil y por tanto su movilidad, que se vería también condicionada por la demanda de la clase alta, localizada en la corte, y la única que podía correr con los gastos de los materiales. La difusión de la técnica de "pasta fundida" parece demostrar la circulación de artistas -incluída a materia prima- desde las costas del Mar del Norte hasta las Islas Británicas y Escandinavia. Además de los "aurifex" se piensa en la existencia de patrones o distribuidores que proveyesen de materias primas; además, cada taller se compondría de uno o dos "aurifex" y algunos ayudantes.

 El significado social de este tipo de joyería es, evidentemente, una cuestión de estatus. En principio, son joyas de estatus típicamente germánicas las gargantillas, brazaletes, broches y vasos. Más tarde, las armas, el estribo y las joyas femeninas. Se intentan imitar los broches imperiales, aquellos que el emperador de Bizancio ofrecía como premio a sus oficiales, y se ha encontrado algún ejemplo en la tumba de Childerico. También están las monturas de espadas basadas en modelos bizantinos, conectados son los sasánidas, importadas y que a veces seguían el camino hacia el Norte, pues se han encontrado incluso en tumbas suecas.

 Los broches femeninos circulares francos se extienden hacia el Sur de Alemania, Hungría Italia y las Islas Británicas como manifestación de una exogamia matrimonial diplomática o de la actividad misionera de la Iglesia, pues quizá se intercambiaran como regalo en el matrimonio.

 Ya en época franca, Eginardo nos da detalles del uso de la joyería a través de una descripción idealizada de Carlomagno:

"Se cubría con un sayo azul y siempre ceñía una daga cuya empuñadura y cuya vaina eran de oro o de plata.A veces saba una espada adornada de piedras preciosas, pero solamente en los días de las grandes fiestas (...) Los días de fiesta se presentaba con un vestido tejido en oro, un calzado adornado con piedras preciosas, una hebilla de oro con la que sujetaba el sayo, una diadema también de oro y luciendo piedras preciosas." (Vida de Carlomagno, cap. XXIII)
 

Los anglosajones, por su parte, reciben una importante herencia céltica que se manifiesta en los entrelazados que decoran sus piezas, que guardan una similitud importante también con la decoración de las miniaturas y la culminan con importaciones del área escandinava propiciadas por las invasiones danesas y las incursiones vikingas.

 En principio, el contacto de los sajones con la civilización romana introduce técnicas como el esmaltado. A los jefes se les regalaron los famosos cinturones de antecesores romanos, que serían copiados en bronce, co el añadido de la estética celta. También utilizaron colgantes con monedas romanas, modelos de rosetas, estrellas, etc. El motivo másparadigmático son las pequeñas criaturas que se sujetan unas a otras por la cabeza y las manos.  Pero es el nielado una de las técnicas preferidas por los pueblos célticos y, por su influencia, de los anglosajones y escandinavos. Tras realizarse una incisión con un buril en la pieza, ésta se rellena a presión con una sustancia negruzca aún blanda mezcla de plata, plomo, cobre y azufre diluídos en agua. Una vez seca, se procede al dorado o plateado del resto de la pieza. se utiliza mucho para cinturones y armas, aunque a veces también se encuentra en encuadernaciones de libros.

En Islandia y Kent se encuentran patrones más elaborados, con bandas de nielado, como los broches circulares que incluyen también filigrana y cloisonné.
 Los granates, tan utilizados en la zona merovingia-franca, se producen en las Islas Británicas en talleres de producción en masa, alcanzándose gran maestría en el corte de las piedras.  En cuanto a las joyas femeninas, se utilizan pendientes con granates y colgantes, a veces con granulado e incluso importados desde Francia.

En cuanto a Escandinavia, en el denominado "periodo de la migración", que comprende los siglos V al VII d. C., se utilizan como técnicas referentes el nielado con un metal mucho más oscuro que la base, o piedras coloreadas. La filigrana, escasa, sólo aparece en forma de espirales sencillas. El nielado entre las tribus teutonas de Europa Central podía ser en plata, pero no así en Noruega.

 En un principio se eludieron los motivos animales, por lo que los primeros broches cuadrados en plata sobredorada se limitan a un material fino sin mucho relieve con formas geométricas, en anillos, arcos y triángulos estampillados (durante la primera mitad del siglo V). Otra posibilidad era llevar a cabo la decoración a la vez que se moldeaba la pieza, o realizarla a buril. La parte más débil era siempre el gancho de unión del broche cn la otra parte, tanto que a veces se encuentra reparada con parches pequeños de metal Pueden hacerse en tres partes, placa, gancho y base, cuidadosamente unidas después.

 Avanzado el siglo VI se encuentran en las tumbas de inhumación un estilo de figuras zoomórficas bordeadas por molduras rectilíneas que guarda paralelismos con el estilo anglosajón y el Sur de Escandinavia. El estilo va avanzando hacia el Oeste y se diversifica en escuelas.

 Los collares de anillas daneses del siglo VI, extendidos también a Suecia, presentan figuras humanas y animales diminutos, por o que se les ha supuesto una función ritual. Las espadas son al principio un objeto sin decoración, y los orfebres sólo se dedican a la joyería. Más adelante se decorarán el pomo, la guarda y el puño con dorado y nielado, así como la funda, con arabescos y motivos antropológicos o animales estilizados.

 Como puede verse por todo lo anteriormente explicado, la ruta que siguieron las diversas tradiciones de orfebrería de los pueblos invasores fue en general de Oriente a Occidente, aunque es verdad que se pueden señalar grupos de influencia, como el bloque visigodo-merovingio y el británico-escandinavo, por causa de los intercambios de población y los enfrentamientos entre estos territorios. No se puede decir que hubiera un verdadero comercio de estos productos, aunque es evidente que por su facilidad de transporte una vez fabricados podría haberse producido. Habrá que excavar muchas más necrópolis con ajuares antes de poder aventurar respuestas a este respecto.
 
 



 


 (El Museo Lázaro Galiano de Madrid cuenta con una gran colección de joyas de todas las época)
 
 

Vuelta al principio  | Índice de Artículos de Investigación   | Enlace a la pagina de conexiones


 

La página sobre el medioevo de Ana y José Manuel