Gonzalo Martínez Díez,

La Cruz y la Espada. Vida cotidiana de las Ordenes Militares españolas.

(Colección Así Fue. La Historia rescatada. Plaza y Janés, Barcelona, 2002, 312pp)

Lo primero que hay que decir son tres cosas. Una, que la idea del presente libro es elogiable e incluso necesaria ya que hasta ahora no existía ninguna obra de síntesis, y menos de divulgación, que recogiera la historia de la presencia de las Órdenes Militares en el suelo peninsular desde su formación a principios del s.XII, en el contexto de las cruzadas, hasta hoy en día, a principios del s. XXI.

Lo segundo, que aunque se subtitule "vida cotidiana de las órdenes militares", precisamente  de esto se habla bien poco, por no decir casi nada ( apenar una docena de páginas repartidas por todo el libro).

Lo tercero que hay que hacer notar es que aunque el jesuita y profesor Martínez Díez haya publicado en los últimos años tres libros referentes a órdenes militares no es un especialista en el tema, y se nota; como se nota que el presente es un libro de encargo hecho con prisas.

El que sea un libro destinado a la amplia divulgación excusa de algunas cosas (como que no se entre en profundidad en muchos temas, que no haya notas al pie, o que la bibliografía citada sea limitada), pero no de todas por mucho que el autor se haya querido curar en salud en su introducción al propio libro. Dice que muchos echarán de falta alguna obra pero que es normal tratándose de un libro de divulgación... sí y no.

Se entiende que no pueda aportar una abundante bibliografía pero no se puede por menos que echar en falta varias obras fundamentales. Por ejemplo, de la amplia labor del profesor Carlos de Aya sólo cita la recopilación bibliográfica llevada a cabo junto con sus doctorandos, pero no, como sería de prever, su último libro, también de divulgación, sobre las órdenes militares, en el que trata de un punto de vista institucional la formación y funcionamiento de éstas órdenes en la Edad Media (...). También sorprende que no se incluya ni el libro, considerado ya clásico, del profesor García-Guijarro (....), ni ninguno de los trabajos del doctor Carlos Barquero Goñi, probablemente el mejor especialista actual acerca de la historia de los hospitalarios en los reinos de Castilla-León; ni tampoco el reciente libro del Dr. Luis Corral Val, probablemente la única obra moderna sobre la Orden de Alcántara en conjunto (...). De la misma forma no se entiende que si ha incluido libros generales de cruzadas como la clásica obra de Runciman ( ), o el importante trabajo de Mayer, no haya citado al representante de la otra escuela cruzadística opuesta a los dos anteriores, el profesor Jonathan Riley-Smith (...).

Pero bueno, dejando a un lado el tema de la bibliografía y del hecho de que por límites de objetivos y espacio no se pueda extender en todos los aspectos, lo cierto es que el libro está plagado de incorrecciones que no se pueden perdonar como omisiones, cosas discutibles, fallos de edición e inexactitudes de vario género y tipo, algunas de ellas muy graves. De hecho han sido tantos los fallos encontrados que el presente autor de esta reseña decidió, a partir de la p.71, que lo siguiente lo miraría sólo por arriba, ya que mi labor no es la de corrector del libro... por lo tanto, aunque a continuación se describan algunos de los fallos más importantes encontrados hasta la citada página no se descarta que hayan más. En realidad este es el problema del libro: a pesar del esfuerzo, el encontrar tantos errores al principio da a pensar a uno que todo lo demás puede ser objeto de duda aunque acierte plenamente en otros casos (como cuando correctamente data el concilio de Troyes, en el que se aprueba por primera vez a los templarios, en 1129, y no en 1128).

Entre las omisiones: que al hablar de la Orden de Santa María (p.47) no se indique que el Papa se negó a aprobarla (1273). De echo, el autor insistirá más tarde en que todas las órdenes fueron aprobadas por el Papa (p.72), cuando en el caso de la presente orden es manifiestamente falso, lo que además podría haber llevado a un interesante debate en el que, por supuesto, el autor no entra. Otra omisión es que aún cuando se incluya un interesante apéndice con el nombre de los maestres de las órdenes en la península de éste falte una lista de los priores provinciales del Hospital (lista de maestres, por cierta, no exenta de incorrecciones cronológicas). Otra importante omisión es que en ningún momento se hable del papel de las Órdenes en América, el norte de África o Filipinas durante la Edad Moderna, limitándose a apuntar que algunos de los protagonistas de la expansión americana consiguieron el hábito de alguna orden.

Entre las cosas discutibles: la diferenciación que hace entre ordenes militares "nacionales" e "internacionales" en los ss.XII-XIII, máxime cuando reconoce que algunas ordenes "nacionales hispanas" tenían propiedades por toda Europa (pp. 29 y 45). Por supuesto, y esto habría que contabilizarlos entre las omisiones, tampoco hace referencia a los planes de intervención de las órdenes militares de origen peninsular, como Santiago y Calatrava, en otros ámbitos ultra pirenaicos como Italia, el Báltico, Tierra Santa o Constantinopla.

Entre las inexactitudes: algunas de tipo leve, como la confusión de fechas en los traslados de la sede de la orden Teutónica (p.27). Lo más importante es que dice que la orden trasladó sus cuarteles fuera de Tierra Santa antes de 1291 y entonces lo llevó a Marlenburgo, cuando en realidad la Orden se mantuvo en Acre hasta su caída (1291), momento en el que se trasladaron a Venecia y, luego, en 1309, a Marlenburgo (Prusia).     Otra inexactitud, esta vez de tipo muy grave, es cuando afirma que la orden del Hospital no contó con conventos femeninos (p. 56 y 70). Esto es una falsedad, difícilmente entendible máxime cuando en España, se encontraba, probablemente, el más importante convento de religiosas hospitalarias de Europa, el de Sigena (dirigido por miembros de la casa real aragonesa).

Entre los fallos de edición: creemos que podemos considerar como fallo de "edición" cuando al hablar de la creación de la orden de Montjoie o Monteagudo no da su fecha de inicio (ca. 1170), limitándose a consignar cuando se traslada a Tierra Santa (1180). Pero, sin duda, el fallo de edición más evidente se produce en los mapas. En ninguno se da la fecha que representa el mapa y, además, en el primero hay cosas consignadas en la leyenda (fronteras, caminos) que luego no aparecen representados en el mapa.

Dentro del apartado gráficos hay unos mapas (4), unas imágenes de sitios de órdenes militares y una galería de pinturas con miembros de la casa real en la época contemporáneo con el hábito de las órdenes. Se echa en falta algún mapa de la orden del Hospital así como más representaciones iconográficas pertenecientes a la Edad Media.

La estructura del libro, como su propio autor indica se divide en cuatro bloques, siguiendo un orden cronológico.

  1. Pp. 11-154. En dos partes: origen y organización (hasta la p. 71) y participación de las OM en la Reconquista hasta 1252
  2. Pp. 155-210: "inicio de la decadencia". Participación en la batalla del estrecho y actividades hasta 1450.
  3. Pp. 210-276. Edad Moderna: incorporación a la corona y ss. XVI-XVIII. EL problema es que está descompensado porque apenas si se menciona algo de los dos últimos siglos. Ninguna referencia a América, Filipinas, el norte de África o Europa, las órdenes y los Augsburgo...
  4. Pp. 277-304.Las órdenes militares en nuestra edad contemporánea. La parte más breve pero interesante del libro.

Si bien la división general se muestra equilibrada al contabilizar las páginas dedicada a cada una de las cuatro etapas; lo cierto es que un vistazo más cercano nos muestra que la obra está parcheada. Sobre todo en lo referente a la época moderna.....

Dentro del primer apartado también se discute el origen de las órdenes militares en los escenarios levantino y peninsular, así como su relación con el ideal de cruzada. Si bien se habla de la posibilidad de que en la Península se dieran los primeros elementos definitorios de cruzada no se da cuenta de que otras campañas en Italia presentaron características similares.

Al tratar el tema de los sargento (p.51) y los hábitos (p. 59.64) es otro de los momentos cuando se denota que el profesor Martínez no es un especialista dejando muchos cabos sueltos y evitando entrar en temas que podrían ser de gran interés para rellenar, precisamente, el aspecto de la vida cotidiana.

En definitiva: una buena y necesaria idea, pero un libro completamente fallido (aunque no deje de tener cierta utilidad para principiantes que buscan toda la información junta...).

 

José Manuel Rodríguez García

Septiembre 2002

 

La página sobre el medioevo de Ana y José Manuel