2008-2009

¿Una luz en la oscuridad? Los nuevos planes de estudio y el Plan de Bolonia

El mundo académico está agitado. Los insignes catedráticos se ven más apurados que de costumbre. Los titulares con vocación política no hacen más que reunirse, al igual que los que no la tienen pero no tienen más remedio. El resto de los profesionales académicos no para de soltar improperios... ¿y a causa de qué? De cierta ciudad italiana que a este paso va a ser sinónimo de ahogamiento, sofoco y dolor de cabeza.

Como se sabe este plan responde a una directiva europea para la normalización, y a ser posible homogeneización, de los estudios universitarios a nivel continental. Favoreciendo así el movimiento de profesionales y evitando las laboriosas gestiones de convalidación de títulos, a veces ardua tarea, por no decir imposible.

Resumiendo. El nuevo plan establece dos grandes ciclos: El grado y el postgrado. El primero es el equivalente de nuestras actuales licenciaturas, pero con la particularidad de que la carrera se limita a un máximo de cuatro años (las titulaciones médicas quedan excluidas). El postgrado realmente comprende dos títulos diferentes: el Master (de uno o dos años) y el doctorado. El caso es que ni siquiera ha empezado a ponerse en marcha cuando ya han surgido voces de ciertos rectores que anuncian que tendremos que realizar otra nueva reforma en breve plazo, porque no ven muy claro eso del grado y master... se quedaría en un grado de tres años y un master de dos para todos (aunque éstos son sólo comentarios a medio plazo). Hay dos objetivos en todo ello: uniformizar los estudios y hacerlos más prácticos a la vez que flexibles para el mercado laboral. A nivel de doctorado se potenciará la internacionalización de los estudios. Objetivos loables, no cabe duda. El problema es cómo llevarlo a cabo.

Los estudiantes, por si acaso ya se han echado a la calle. Sus motivos de protesta son básicamente tres: económico, cualitativo y cuantitativo. Económico porque, como suele ocurrir en España, los precios para cursar las carreras también tenderán a "normalizarse", pero, como no podía ser de otro manera, hacia la media europea. Eso quiere decir que algunas matrículas verán casi duplicadas su precio. La verdad es que este punto todavía está por decidir. Parece indudable que habrá un aumento de precio, cosa que, por otro lado, los propios rectores españoles vienen reclamando desde hace tiempo, siguiendo ese modelo de intento de autofinanciación universitaria. Pero lo cierto es, que sepamos, todavía no hay ningún precio establecido, así la protesta estudiantil, en este sentido es de cabreo porque sí, por si acaso y por adelantado... no protestaremos mucho en los restaurantes, pero buenos somos los españoles cuando realmente nos tocan las narices. En realidad ese aumento inevitable de precio viene justificado porque uno de los objetivos de este nuevo plan es que los estudios sean más prácticos, y las prácticas hay que pagarlas (nuevos laboratorios, materiales, etc). El caso es que las universidades españolas distan mucho del modelo norteamericano de captación de recursos privados, así que siguen esperando que les mantenga el estado o los alumnos.

El segundo motivo de protesta es cualitativo. El nuevo modelo implica una reducción del número de años a cursar para conseguir el título de grado, equivalente a licenciado. Entonces ¿qué pasa con los que les pillará el cambio de plan? ¿Tendrán que cursar cinco años mientras que sus compañeros hacen cuatro?, ¿se les convalidarán asignaturas para pasarles al nuevo plan...? Y los nuevos grados ¿tendrán la misma consideración que los antiguos licenciados habiendo hecho un año menos? Una de las posibles soluciones que se están barajando es que a los licenciados de cinco años se les reconozca uno de master...

El tercer motivo de discordia es cuantitativo. Como ya hemos dicho que se pretende potenciar el aspecto práctico de las materias, eso exige más prácticas, seminarios, etc... Y una práctica es para eso, para practicar. No vale con que le pidas a un compañero los apuntes de la práctica tal, porque en muchos casos,  y en buena lógica, te valdrán para muy poco. Ese objetivo se traduce, a nivel académico, en la obligatoriedad de asistencia a clase, con un mínimo de presencia a las mismas de un 70%. Es decir que se acabaron los cafés de por la mañana, mediodía, media tarde o el pinchito o cervecita de marras. Si uno quiere aprobar podrá saltarse muy pocas clases. Y esto, en el ámbito estudiantil, escuece, y escuece mucho. Ahora bien ¿cómo se pondrá en práctica esta medida? Para empezar obliga a los académicos a acudir religiosamente a sus clases, cosa que, como sabemos, no siempre acontece. Pero luego ¿cómo se controlará la asistencia? ¿Se pondrá el profesor o alguna persona auxiliar a la puerta de la clase a tomar nota de los asistentes? ¿pasará lista a voz en grito el profesor, como en los tiempos de nuestros padres? ¿Y qué pasa con esas clases de derecho o historia de primero donde se pueden llegar a juntar 300 matriculados? Como el profesor quiera pasar lista la clase habrá casi terminado para cuando acabe. ¿Entrarán todos en las aulas? Ya sé que hay cada vez menos estudiantes, pero recuerdo perfectamente la explicación de un decano de Salamanca aludiendo a la masificación de las asignaturas de primero de derecho. Afortunadamente, decía él, sólo una porción de los matriculados asistía a clase. Decía afortunadamente porque si asistieran todos sería imposible alojarles en las aulas; sencillamente no entrarían.

Pero eso en cuanto a los estudiantes. Antes, el profesorado se las está viendo y deseando para ajustar los nuevos planes de estudio a la nueva modalidad educativa, contexto y objetivos. Recordemos que hay un tiempo limitado; para el 2010 casi todas las universidades ya deben estar implementando los nuevos planes de estudios. Pero ello requiere modificar los planes propios, acortarlos, reformar las asignaturas, realizar nuevos materiales (caso de la UNED), etc. La idea del enfoque práctico no está mal, ¿pero cómo llevarla a la realidad? Por un lado exigirá más horas al profesorado, y eso hay que pagarlo. Exigirá nuevas instalaciones y equipos, que también hay que sufragar. En humanidades, por ejemplo, se empleará mucho el sistema de seminarios, artículo de investigación cortos y exposición personal de cada alumno en clase. Pero exige que el alumnado trabaje mucho más. Evidentemente no es imposible. De hecho este plan de Bolonia es una especie de copia del sistema anglosajón tradicional. Pero las sociedades son diferentes. El modelo universitario no es el mismo (estoy pensando ahora en el caso norteamericano... en Inglaterra hay que recordar que las clásicas universidades de Oxford y Cambridge se mantienen apartadas de todos estos cambios, como siempre lo han estado).

No cabe duda de que en principio tanto el nuevo plan de estudios, como la escasez de alumnos para la cantidad de oferta universitaria que hay hoy en día, supone un aumento de la competitividad... lo cual, en buena lógica podría llevar a que ciertas universidades o departamentos tuvieran que cerrar por falta de alumnos. Eso ocurre en el mundo anglosajón, y es bastante positivo porque fuerza a las instituciones y su personal  a ser innovadores, a superarse a sí mismo, a premiar la excelencia que atraiga alumnado, subvenciones públicas y fondos privados. Pero, sinceramente, creo que muchas de nuestras universidades están desaprovechando esta oportunidad y están repitiendo temarios y modelos antiguos, pero acortados, que realmente no aportan algo nuevo... pero quizás me adelante demasiado. Hay que dejar lugar a la duda y la esperanza.

En fin, nos quedan un par de intenso años de preparativos. El primer año de puesta en práctica será un follón, como siempre ocurre con cualquier cambio... pero siempre se ve la luz al final del túnel, ¿o no?



La página sobre el medioevo de Ana y José Manuel