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Armas japonesas para el rey de España:Las relaciones entre los Imperios del Sol Naciente y Donde Nunca se ponía el SolJOSÉ MANUEL RODRÍGUEZ GARCÍACLIO, 44 (2004): 42-46 El Palacio Real de Madrid conserva una asombrosa, aunque reducida, colección de armas y armaduras japonesas que constituyen, probablemente, la panoplia más antigua de este tipo de armas en una colección europea. Desgraciadamente éstas son sólo los restos supervivientes del terrible fuego que destruyó la antigua armería real en 1884. Su recatalogación, y la apertura de la nueva sala de la armería del Palacio Real permite volver a echarlas un vistazo luego de años de olvido. Las relaciones entre el imperio español y el Japón tuvieron lugar entre 1543 y 1640, aunque se desarrollarían de manera más intensa en el período 1574-1624. Se empezó con desconocimiento y curiosidad, le siguió un período de conversión y relaciones amistosas, a lo que continuó una creciente desconfianza, que acabaría con el inicio de la persecución de los cristianos y la expulsión de españoles y portugueses entre 1624 y 1639. Los primeros occidentales en contactar con Japón (Çipango), en la Edad Moderna, fueron los portugueses. Estos, desde su base de Molucas (junto con Macao y Malaca) establecieron embajadas desde 1540 conjugando intereses misioneros y mercantiles. Como elemento catalizador para facilitar ambas misiones se usaron las armas. Tanto misioneros, como soldados como comerciantes portugueses vendieron y enseñaron su uso como manera de congraciarse con los poderes locales, atraer la atención y conseguir dinero. Evidentemente lo que más interesaba a los señores de la guerra nipones eran las armas de fuego, en un primer momento mosquetes y pequeñas piezas de artillería ligera (junto con la artillería embarcada).
La aparición de las armas de fuego suponía una pieza más en el ajedrez de los enfrentamientos bélicos internos. Sin embargo, durante esta primera fase (1540-1570) las armas de fuego serían relegadas a un segundo plano en beneficio de las tradicionales armas blancas indígenas, aunque también se apreciasen las armaduras de metal modelo occidental. Según la costumbre japonesa cada embajada (y así consideraban a cualquier barco extranjero que llegase a sus puertos) tenía que seguir el ritual del intercambio de presentes, antes de negociar. Rápidamente las telas y especias orientales y las armas japonesas se convirtieron en objetos de lujo apreciados. Misioneros españoles también llegaron en esta primera fase, donde destaca la actividad de jesuitas y franciscanos, seguidos por dominicos y agustinos; y todos rivalizando entre sí por conseguir prebendas de japoneses y occidentales (Madrid y Roma). Los contactos diplomáticos a nivel "gubernamental" llegarían con el establecimiento de los españoles en las Filipinas, especialmente desde la fundación de Manila en 1571. Filipinas era la base más cercana para enviar embajadores, misioneros y mercaderes. Sin embargo todo se llevaba a cabo desde la supervisión del virrey de Nueva España (Méjico) como delegado real. Ciertamente la famosa ruta de Acapulco a Manila (el "Galeón de Manila") se convirtió en el cordón umbilical de las posesiones hispanas en esa parte del Pacífico y sus relaciones con Europa. Desde Filipinas también se accedía a China, otro lugar de misión y mercado económico. En 1575 se realizan las primeras embajadas a ambos países. Embajadas encabezadas por nobles de corte militar, como Francisco Zapata y Maldonado (luego caballero de Santiago, 1614), capitán de infantería de México, o por eclesiásticos... siendo respondidos de forma equivalente por los japoneses, enviando éstos a religiosos occidentales o samurais. Hasta ese momento los mercaderes portugueses y las distintas órdenes religiosas habían actuado por su cuenta, pero desde 1581 Felipe II se va a convertir también en rey de Portugal, y eso provocará un cierto monopolio a nivel de interlocutores respecto a Japón. Es justamente de esa época cuando data la primera embajada japonesa a Occidente.
La primera embajada. Primeras armas como presente real (1582-1590) Esta embajada, además, va a coincidir con la terrible guerra civil que tendrá como conclusión final (treinta y cinco años más tarde) el fin de la etapa de inestabilidad interna y disgregación política del Japón, donde los grandes señores feudales actuaban como reyes independientes bajo el teórico dominio de un emperador oculto y encerrado. Es ahora cuando las armas de fuego introducidas por los occidentales se hacen sentir en el campo de batalla con compañías de arcabuceros. La embajada, con destino Madrid y Roma, y de mano del jesuita padre Mezquita, será ordenada por los nuevos señores cristianos de Kyushu, que enviarán a cuatro jóvenes samurais de sangre principesca, de apenas diecisiete años, y a sus guardaespaldas (febrero de 1582). Sus componentes eran Martín Hara; Julián Nakaura; Mancio Ito, hijo del daimyo de Hyûga, y Miguel Chijiwa, nieto del daimyo de Arima. Hay que destacar que esta era una embajada de la que sólo se puede sospechar el visto bueno de Nobunaga, pero no era una embajada ordenada directamente por él. La embajada arribará a Lisboa en febrero de 1584, siendo recibidos por el mismo Felipe II en su monasterio del Escorial ese noviembre de ese mismo año (el padre jerónimo Siguenza, que vivía en el monasterio lo recoge en su famosa obra). De las cuatro armaduras que conserva hoy la Armería Real, dos bien pudieron ser presentes de esta embajada (conjuntos E-133 y E-135/6 con dos kabutos (cascos); período Muromachi-Momoyama; ya mencionados en el catálogo de 1595), de acuerdo con la costumbre japonesa de intercambiar armas; a lo que habría que sumar la naginata (especie de lanza con hoja larga y curva) M-130 y el sable G-176. Esta última armadura, consistía de un arnés completo o "gusoku" (kabuto, peto, espaldar, etc), y su kabuto incluía ojos postizos y un forro de piel de fócido que se prolongaba formando una larga cola. Estos detalles, junto con buena parte de las telas y sedas que cubrían parte de las armaduras y que formaban los atalajes de las piezas se quemaron en el incendio de la armería de1884. Los japoneses siempre se mostraron interesados, y por lo visto orgullosos, de este tipo de intercambio. Con los portugueses no habían tenido ningún problema, y a los españoles no cabe duda que les causaba extrañeza y admiración su armamento. Sin embargo, la política española iba a ser bastante cauta a la hora de entregar armas y armaduras. Estos resquemores aumentaron después del poco exitoso final de esta embajada y los claros síntomas expansionistas del primer shogún del Japón unificado, Hideyosi, con los ojos puestos en Corea y, probablemente, en Filipinas; o así por lo menos se informaba desde Manila.
La segunda etapa En 1600 el almirante de las Provincias Unidas, Olive van Noort, logra sobrevivir a un enfrentamiento con buques españoles en Manila y regresa a Holanda comunicando la ruta hasta las Filipinas y el Japón; abriendo así un nuevo período. Los españoles, especialmente los de Filipinas, no solo se tendrán que enfrentar a piratas chinos y japoneses, sublevaciones de población china en Filipinas, la lucha contra los "moros" filipinos y a la posible amenaza del nuevo shogún, sino que también tendrán que competir en el orden político y comercial con ingleses y holandeses. [Por cierto, en el Museo Naval de Madrid -sala VI-se conservan algunos restos de esa batalla naval de Manila, incluyendo diversas armas blancas -ir katanas-, balas de cañón, etc]. Hay un interesante artículo sobre esa batalla en la Revista de defensa española, Oct-dic, 1999 por Agustín Ramón Rodriguez González (La última batalla del San Diego)] Todo esto provocará la disminución del comercio de armamento al exterior para intentar mantener abastecidas las guarniciones españolas. Ciertamente desde la metrópolis ya se habían tomado medidas que limitaban el uso de las armas por gente privada desde mediados del s. XVI. Esas medidas restrictivas también se aplicarán a América y las Filipinas. El archivo de Indias (Sevilla) está lleno de permisos de "licencias de armas" a fin de conseguir llevar unas cuantas espadas, armaduras y arcabuces en manos privadas a esas tierras. Otras medidas son referentes a cuándo se pueden portar armas (no de noche), cómo (no de forma encubierta) y el tamaño de las mismas (longitud de hoja, etc.). Curiosamente ello va parejo a un movimiento similar en Japón, cuando en 1588 se decreta, de forma encubierta, el desarme del pueblo llano japonés. Medida reforzada por las nuevas leyes militares de 1615, estableciendo una clara diferencia a favor de la clase samurai. En 1601 parece que Ieyasu (Daifu Sama) ha tomado firmemente las riendas del país. A ello le seguirán un período de diez años en los que se volverá a realizar un esfuerzo diplomático por ambas partes. La misión en Japón se encuentra en un momento crítico tras las primeras medidas represivas del cristianismo en 1587 y 1597. El comercio de vituallas con Japón se ha convertido en algo muy importante para la colonia española en Filipinas. Ese clima dará lugar al llamado proyecto de la "nao del Japón", un intento por regularizar los contactos diplomático y mercantiles entre Japón, Filipinas y Méjico de tal manera que en 1602 se propone que se establezca en seis el número de navíos japoneses que pueden llegar a Manila para comerciar cada año, tres en cada monzón. Todos estos tratos van salpicados de los consabidos regalos. El dirigido al emperador es pagado por la Hacienda real, mientras que los del japonés para el rey de España se reparten entre los miembros de la Audiencia de Manila (1609) Por aquel entonces ya hay tropas samurais al servicio de España. O mejor dicho quizá sólo debiésemos hablar de soldados japoneses, sin especificar su categoría social, ya que la prohibición de llevar armas a todo aquel no samurai no se hizo efectiva hasta 1615, además de que podamos estar hablando de substratos marginales de población. La mayor parte de las veces se encuadran como mercenarios al mando de oficiales españoles, aunque también hubo casos e oficiales indígenas. En la famosa batalla de Manila, parte de cuyos restos se pueden ver en el Museo Naval de Madrid, se tiene constancia de la participación de estos guerreros japoneses del lado español. También se usaron en la sofocación de la rebelión de los sangleyeses (chinos) de Manila, en 1606, y es probable que igualmente formasen parte de la expedición española de castigo contra la base pirática de lo que hoy en día es Tawian. Prontamente los holandeses también echarán mano de estos mercenarios. Aquí se enfrentan katanas con espadas roperas y sables de abordaje. Lo importante no es el arma sino la persona que la empuña.
Últimas embajadas. Últimas armas Consta documentalmente que en mayo de 1610 el Universal Señor del Japón, Ieyasu Tokugawa (Minamoto Yeas, o para las fuentes españolas Dayfu Sama), y su hijo el shogun Hidetada Tokugawa (Minamoto Hidetada) envían embajada con cartas de mano del padre franciscano Alonso Muñoz para el rey de España. Esta embajada va acompañada de ocho armaduras, tres que debían entregarse al virrey de Nueva España y cinco al propio rey Felipe III (quien recibe a Alonso Muñoz a fines de 1611) y a su primer ministro el duque de Lerma. Sin embargo, la comisión hispana que, en 1612, debía decidir los regalos de respuesta pedía que se evitara entregar armas, aunque era algo originalmente propuesto por el mismo padre Muñoz. La segunda embajada (1613-1620), enviada por Data Masamune, señor de Sendai, y encabezada por el capitán de los arcabuceros de la guardia real, Hasekura Tsunenaga, la componen ciento cincuenta japoneses, entre soldados, comerciantes y personal de servicio. Se enmarca en la etapa final de la ofensiva de Ieyasu por la unificación del país y el comienzo de las persecuciones sistemáticas de cristianos en las islas. A pesar de su espectacularidad tuvo menos éxito, aun si cabe, que la primera de 1584. Sabemos que pasaron por Méjico (quedándose la mayoría allí) y que fueron agasajados en Sevilla, donde celebraron fiestas y torneos. Las actas del cabildo hispalense dan fe de que los embajadores dejaron como presente y testimonio una katana y un wakizashi, armas de las que se perdería su huella apenas medio siglo después. En 1615 son recibidos por Felipe III, en Madrid, a quien, suponemos, que debieron regalar más armas, aunque éste les despediría rápidamente para Génova y Roma. No sabemos que pasaría con todas estas armas y armaduras, pero sólo se conserva en el Palacio Real dos conjuntos de esta época, la llamada armadura Usukurenai Ito Odoshi Dou Maru -no expuesta y aún por catalogar definitvamente-, así como el conjunto E-134 (expuesto sólo el kabuto) y las espuelas E-136 de una silla de montar hoy perdida. También se preservan cuatro katanas, ninguna expuesta: las G-176 (s. XVI), G-177, G-357, y la hoja de sable G-178. La katana G-177 era parte de la armadura regalada por príncipe Arisugawa a Alfonso XII en 1883. Ultimamente se está estudiando una quinta katana que puede que arroje sorpresas en cuanto a su datación, remontándose quizás a la época medieval. FIN La situación en Japón ya había cambiado. El shogun está decidido a unificar el país por todos los medios, y el que haya súbditos cristianos no está en sus planes. Se intensifica la política de persecución que influirá en los tratos con España (y por ende Portugal), siendo finalmente expulsados sus ciudadanos y considerado el cristianismo algo a erradicar de raíz. 1620 marca el declive vertiginoso de las relaciones entre ambas potencias. Tras la expulsión y el cierre de fronteras aún se mantendrían contactos "militares" entre españoles de filipinas y japoneses a través de la acción pirática de unos y otros. Pero esto es otra historia
Para saber más Juan Gil, Hidalgos y samurais (Madrid, 1991) Luis Caeiro Izquierdo, La cultura samurai: armas japonesas en las colecciones españolas (Madrid, 1992) Agustín Y. Kondo, Japón. Evolución histórica de un pueblo (hasta 1650) (Hondarribia, 1999) Ratti, O y Westbrook, A. Los secretos del Samurai (Alianza, Madrid, 1994)
Principales sitios para ver armas japonesas en España: Real Armería (Madrid), Museo Naval de Madrid, Museo Etnológico Nacional (Madrid), Museo del Ejército de Madrid, Museo Cerralbo (Madrid), Museo de Bellas Artes de Bilbao, Museo Nacional de artes decorativas (Madrid, depósito del museo arqueológico), Museo de Artes decorativas (Barcelona), Museo militar de Montjuich, Museo del pueblo español (fundación San José), Biblioteca museo Balaguer de Vilanova y la Geltrú, Museo Mateo Hernández (Bejar, piezas tardías)
JOSÉ MANUEL RODRÍGUEZ GARCÍA CLIO, 44 (2004): 42-46 |
La página sobre el medioevo de Ana y José Manuel |