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El futuro es presente

Aunque no fue hasta la década de 1990 cuando la videoconferencia basada en IP (Internet Protocol) se hizo posible, y se desarrollaron las tecnologías de compresión de vídeo lo suficientemente eficaces como para permitir el establecimiento de videoconferencias desde los ordenadores personales (con las siglas en inglés: PC, de Personal Computer), ya en el año 1889 en un artículo de periódico titulado En el siglo XXIX: La jornada de un periodista americano en el 2889, Julio Verne describió una tecnología que denominó como el "fonotelefoto". Se trataba de lo que hoy en día sería la tecnología de videoconferencias. El sistema ideado por el escritor permitía "la transmisión de imágenes por espejos sensibles conectados con cables". Sin duda el “fonotelefoto” es una de las primeras referencias a las videollamadas en la ficción, pero no es la única. En 1954 Isaac Asimov publicó su novela Bóvedas de Acero, en la que describe cómo, en un planeta lejano, los colonos, que vivían en fincas separadas por miles de kilómetros, todos los días cenaban juntos. Cada cual en su casa conectaba su equipo para sincronizarse con el comedor de sus vecinos, de esta manera podían hablar entre ellos mientras cenaban cada uno en su propia casa.

Hay muchos más ejemplos de referencias a esta forma de comunicación en los relatos de ciencia ficción, pero en la actualidad la videoconferencia es una realidad que amplía de forma notable las posibilidades de las telecomunicaciones al incluir la imagen en tiempo real de dos o más interlocutores.

Desde hace varios años el teléfono, el correo electrónico o la mensajería instantánea se vienen utilizando como herramientas de apoyo y seguimiento en los procesos de atención psicológica. En general, estos procedimientos de comunicación mediada, son utilizados como una forma de completar la información obtenida en las reuniones del psicólogo con sus clientes, pero es poco frecuente que estas formas de comunicación sean el método exclusivo utilizado por los psicólogos para atender a sus clientes.
Entre las razones que pueden explicar esta cuestión se suele señalar el hecho de que la interacción cara a cara debía considerarse un aspecto fundamental en la comunicación psicólogo-cliente, debido probablemente, además de al contacto físico que en ocasiones resulta necesario en psicoterapia, a la gran cantidad de información relevante (principalmente la relativa a lo “no verbal”) que se obtiene en situaciones de entrevista cara a cara y que se ve obviada cuando se utilizan medios exclusivamente de voz (como el teléfono) o escritos (como el email o el chat).

En este orden de cosas la videoconferencia supone un avance importante en la atención psicológica al facilitar esa interacción cara a cara que no tienen los otros procedimientos de comunicación mediada.

Como se puede suponer visto lo visto, la videoconferencia ofrece muchas ventajas en la atención psicológica, sin embargo son sus inconvenientes los que proporcionan relevancia a este curso. Así, entre los inconvenientes más frecuentemente citados en la literatura científica destacan los siguientes:

Falta de regulación legal
Acreditación de la identidad de los intervinientes (profesionales y usuarios)
Garantizar la confidencialidad de las entrevistas
Protección de datos personales
Requerimientos tecnológicos
Habilidades técnicas de los interlocutores
Falta de seguridad de Internet
Falta de profesionales cualificados

Una formación adecuada del profesional eliminaría algunos de estos inconvenientes y minimizaría otros al proporcionar una información rigurosa y actualizada. En el artículo Internet y Psicología Clínica: Revisión de las Ciber-terapias ( Soto-Pérez, Franco, Monardes y Jiménez. Revista de Psicopatología y Psicología Clínica 2010, Vol. 15 (1)), se destaca la importancia del entrenamiento profesional:

“La formación es compleja y se ve dificultada debido a la escasez de programas de instrucción y supervisores (Maheu, 2003). La bibliografía señala que un ciber-terapeuta debe acercarse a la informática y al diseño web suficientemente como para adquirir conocimientos y destrezas que le permitan determinar cuál psicotecnología es indicada para cada cliente, en qué punto del tratamiento, y cómo realizar su combinación con los cuidados habituales. El ciber-terapeuta tanto como debe tener nociones sobre legalidad y principios éticos debe conocer las aplicaciones clínicas, y desarrollar una experiencia práctica previa en ciber-terapias (Oesterheld, Travers, Kofoed, y Hacking, 1999; Rizzo, Strickland, y Bouchard, 2004; Soto-Pérez, 2008)”.

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