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Publicado en EL PAÍS el 27 de junio de 2000

EL MAPA DE LA VIDA, DESCIFRADO
España queda fuera de la carrera

Errores de estrategia y un precario nivel alejaron a la ciencia nacional del genoma

MÓNICA SALOMONE
"Inapreciable". Así describen destacados investigadores españoles el papel de España en el proyecto genoma humano. Sí hay grupos españoles que han identificado genes de enfermedades humanas, pero en el esfuerzo de descifrar las letras del genoma no ha habido sudor español. Para muchos es culpa de un claro error de estrategia cometido cuando el proyecto empezó, hace una década; para otros, algo inevitable dado el escaso potencial científico español de entonces. ¿Y qué depara el futuro? Optimistas y pesimistas empatan: unos creen que España aún está a tiempo de coger el tren de la revolución económico-genómica; otros, que el país no se librará de pagar a precio de oro una tecnología revolucionaria e indispensable. Los investigadores reclaman más inversiones en genómica de las previstas hasta ahora.

Los investigadores españoles sí han participado en el descifrado o secuenciado de otros genomas: el de la levadura Sacaromices, la levadura del pan, el genoma más pequeño y el primero secuenciado de un organismo cuyo material genético está en el núcleo de la célula, como en los humanos, el de la Arabidopsis, la planta modelo en biología, y el de la mosca de la fruta, la Drosophila. En todos los casos el trabajo se financió en su mayor parte con fondos europeos. En cuanto a la genética humana, España ha contribuido a identificar genes de distintas patologías, como la alcaptonuria y otras enfermedades metabólicas, y la epilepsia.

"Sin embargo, no ha habido grupos españoles participando en la secuenciación del genoma humano. Nos hemos quedado completamente al margen y esto tendrá consecuencias importantes. Nos supone un retraso significativo, también en falta de formación", señala Miguel Ángel Piris, gestor del Programa Nacional de Salud. Su homólogo en el Programa Nacional de Biotecnología, Miguel Ángel Peñalva, afirma que "la secuenciación es cosa de grandes laboratorios y en España desgraciadamente no los hay".

¿Por qué el vacío español? Varios expertos denuncian una grave falta de visión política, económica y científica en las etapas iniciales del programa. "En España no ha habido una participación comparable a la de otros países. La escasa inversión en investigación, en relación con los otros países desarrollados de Europa, ha hecho que las prioridades no hayan incluido el genoma humano y los genomas de otros organismos", explica Xavier Estivill, del Institut de Recerca Oncológica (IRO), en Barcelona. Carlos Martínez, director del Centro Nacional de Biotecnología (CNB), coincide: "Hubo una absoluta falta de visión. Se pensó que el proyecto no iba a interesar. En España nadie supo ver que aquello traería desarrollo científico y tecnológico".

Jaime Prat, director de Patología del hospital Sant Pau (Barcelona) y miembro de la comisión evaluadora de la investigación médica en la universidad, cree en cambio que la comunidad científica no era lo bastante rica entonces para asumir el reto. "Eso está bien para quien esté preparado. Nosotros no lo estábamos", dice.

Pero el proyecto genoma humano está en realidad en sus inicios. Una vez descifradas los 3.000 millones de letras de que se compone hay que averiguar cuáles son realmente las que forman los genes, y además la función de tales genes. Es esta tarea, que para algunos llevará decenas de años, la que producirá tantos resultados aplicables para las personas como dinero para las compañías farmacéuticas.

En la era posgenoma esta información favorecerá especialmente a los países más preparados. "Las diferencias entre poderosos y débiles se incrementarán. Cada vez será más difícil hacer contribuciones importantes sin tener infraestructuras y personal investigador de gran nivel", afirma Estivill.

¿Habrá sitio entonces para los investigadores, e incluso para las empresas españolas? Depende, dicen los investigadores, del esfuerzo que se haga para superar las taras del pasado. En este momento los grupos son débiles, les falta destreza en las técnicas más modernas y necesitan equipamiento. Para contrarrestar tal situación los expertos dan dos recetas: más dinero para investigar, y que ese dinero se use bien.

La inversión prevista para el nuevo programa de genómica, inserto en el IV Plan Nacional de I+D, es de 700 millones para este año, la décima parte del presupuesto de un laboratorio estadounidense medio. Las convocatorias para el programa deberán publicarse en breve y se estima que unos 50 grupos podrían solicitar proyectos. Éstos no se concederán, tras la correspondiente evaluación, hasta probablemente principios del año próximo.

"Sin una inversión valiente por parte de la Administración nos quedaremos fuera de los avances científicos y seguramente los tendremos que seguir a través de Internet", vaticina Estivill. Otros temen que el nuevo Ministerio de Ciencia y Tecnología olvide que las biotecnologías están demostrando en las bolsas ser tan rentables como las telecomunicaciones, sector del que procede la ministra, Anna Birulés.

Pero además de dinero hace falta "una investigación de calidad, que permita hacer algo más que copiar el modelo de otros", afirma Prat. "Copiar es un arma de dos filos: cuando se acaba el producto los demás ya tienen otro mejor... Por supuesto, cuanto más dinero mejor, pero debe aplicarse racionalmente. La ciencia en España ha mejorado mucho, pero no se debe pensar en competir con EE UU. Sí aprendemos, y cada vez más, a integrar los datos que salen de los laboratorios estadounidenses".

Piris, director del programa de patología molecular de Centro de Investigaciones Oncológicas (CNIO), liderado por Mariano Barbacid, cree que este aprendizaje sí permitirá a España obtener el valor añadido de la información genética. "Aún tenemos la posibilidad de subirnos al análisis funcional del genoma".


Dos catalanes en la corte de Craig Venter

XAVIER PUJOL GEBELLÍ
Trabajar ahora mismo en Celera Genomics produce como un hormigueo extraño. Nervios, prisas y excitación recorren los pasillos del lugar donde se ha escrito una de las páginas más importantes de la ciencia moderna. Es la satisfacción, según describen Roderig Guigó y Josep Francesc Abril, de colaborar con un fin, secuenciar el genoma humano, que a buen seguro pasará a la historia.

Guigó y Abril, investigadores del Instituto Municipal de Investigaciones Médicas de Barcelona (IMIM), han mantenido durante estos últimos meses relaciones con Celera, lo que les ha permitido captar algo de ese ambiente que parece tan especial. La primera visita se produjo en las semanas previas a la publicación en la revista Science del genoma completo de Drosophila melanogaster, para muchos el ensayo general de lo que vendría después. Los investigadores del IMIM aportaron entonces un programa informático que demostró ser capaz de procesar los datos necesarios para generar el gráfico del genoma, un póster desplegable que dio la vuelta al mundo.

"Te integras enseguida, como un colaborador más", relata Abril, que estuvo casi dos semanas en el centro de Celera, en Rockville (Maryland). Durante ese tiempo ajustó el software de visualización y elaboró una imagen que representaba 120 millones de nucleótidos. El resultado, a la postre, permitió integrar datos y ajustar parámetros informáticos en el resto de la maquinaria de Celera, al tiempo que proporcionó información valiosa para biólogos sin conocimientos informáticos.

En el caso de Guigó, que comparte con Abril el desarrollo del programa de visualización, la visita tuvo un carácter más concreto. Pero igualmente se impregnó del ambiente que reina en Celera. "No es como cuando se construyó la bomba atómica en Los Álamos o cuando se pisó por primera vez la Luna", dice, "pero algo de eso tiene". Guigó atribuye ese estado entre excitado y entusiasta a la mezcla de investigadores venidos de todo el mundo para colaborar en un logro que se presume trascendente. "El ritmo de producción era muy intenso, con mucha presión pero también con una carga de estrés positivo", reflexiona. "Ese tipo de estrés que sólo te proporciona el saber que estás haciendo algo muy importante".

La visita de Guigó surgió de una invitación de los responsables de Celera para "intercambiar opiniones" acerca de un segundo desarrollo informático que el investigador está llevando a cabo en el IMIM. Se trata de un programa predictor de genes, una herramienta básica una vez ensamblado el genoma. Hasta la fecha, su programa ha demostrado una enorme rapidez para procesar secuencias genómicas e identificar genes potenciales. Su eficacia, sin embargo, es por ahora limitada, aspecto que de momento no parece preocupar demasiado a Guigó. "En general", indica, "la eficiencia con la que trabajan los programas predictores no es muy alta". Guigó publicó un análisis comparativo entre las dos decenas largas de programas de este tipo que existen en el mercado, lo que le ha valido ser uno de los autores más citados en este campo.

Ambos científicos esperan colaborar en el futuro con trabajos de características similares, sea o no con Celera. "No tenemos un interés especial en Celera", admite Guigó. Pero sí lo tienen con el proyecto y con los investigadores implicados en él. "Son los mismos que ves en otros centros y haciendo trabajos parecidos", añade Abril. Que sean los mismos, concluyen ambos, ha permitido reproducir entre las paredes de una compañía privada la excitación que se vive en un laboratorio académico de primera fila cuando se está a las puertas de un gran descubrimiento. Tal vez, uno de los mejores logros de Craig Venter, el polémico director de Celera.

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