Reunión de eunucos indios en Bophal. (Foto:
EFE)
DIEGO A. AGÚNDEZ (EFE)
NUEVA DELHI.-
El caso de
Soundarajan Santhi, la atleta india que perdió su
medalla en los recientes Juegos Asiáticos por dudas sobre su
feminidad, ha reavivado el debate sobre la violenta
exclusión social que sufre en el país el llamado "tercer
sexo".
"Santhi tiene toda nuestra solidaridad, y esto debería
servir para que la gente detenga la discriminación
que sufre la gente con 'sexo ambiguo'. Si las minorías
sexuales quieren participar en una competición, ¿existe una
categoría?", se quejó Asha Barathi, presidente de la
asociación de transexuales del estado sureño indio de Tamil
Nadu.
Santhi, de 25 años, aún no ha alcanzado la pubertad pese
a que su certificado de nacimiento reza que al nacer era
"una niña", de ahí que su caso haya atraído la atención de
las organizaciones de un grupo estigmatizado en la India:
los 'hijra'.
Apenas un puñado son verdaderos hermafroditas entre los
no más de cinco millones de "hijra" (literalmente,
impotentes), en su mayoría varones de nacimiento que más
tarde deciden operarse sus genitales y vestir
"saris" y ropa de mujer.
Vida paralela
Los miembros del "tercer sexo" indio tienen una vida
paralela que se organiza por barrios, con un maestro
encargado de cuatro o cinco "chelas" (aprendices) que
van ascendiendo escalones de "femineidad"
hasta llegar a la castración, dentro de un mundo marginal y
cercano al hampa.
Casi todos ellos, transexuales, eunucos y
hermafroditas, comparten la misma situación de
prostitución y discriminación laboral y social, que
lleva a los hospitales a "no atenderles cuando solicitan
ayuda", denuncia Manvendra Singh, de la ONG Lakshya Trust.
"No es sólo que estén criminalizados, es que siendo uno
de los colectivos más vulnerables al sida no tienen acceso a
medicinas y la gente, en lugar de prestarles ayuda,
se ríe de ellos tanto como les teme", dice Singh,
que se ocupa de los "hijra" de la ciudad de Surat, en la
región de Gujarat.
En Bombay, por ejemplo, la mitad de los "hijra"
están infectados de sida, sin que el Gobierno
escuche sus "problemas", denunció Lata Guru, presidenta de
la principal asociación del grupo en la ciudad, la Dai
Welfare.
"En la ciudad somos 30.000 "hijra", la mayoría
dedicados al espectáculo y la prostitución, y
sufrimos una situación muy grave: necesitamos cartas de
racionamiento, casas, medicamentos, doctores y también ayuda
policial, para acabar con los grupos de suplantadores que
bailan en nuestro nombre y se quedan las ayudas", asegura
Lata.
Con "baile", Lata se refiere a la costumbre de muchos "hijra"
de acudir a nacimientos y bodas para pedir cuantiosas sumas,
que los afectados casi siempre pagan por temor tanto
a una maldición como a soportar gestos obscenos o
incluso sufrir la pérdida del bebé a manos de los "hijra"
con el argumento de que el niño es "uno de ellos".
Más de 2.000 años de tradición
En la India, la tradición de este colectivo se pierde en
la historia, y de hecho su existencia está reconocida en una
gramática en sánscrito de hace 2.200 años, el Mahabasya,
donde se afirma que "los tres géneros gramaticales (del
sánscrito) se basan en los tres sexos naturales".
Hoy en día, sin embargo, entre el temor y el desprecio de
la supersticiosa sociedad india, los "hijra" son objeto de
rumores como el que les adscribe a extraños
funerales nocturnos, en los que la comitiva golpea
al muerto a zapatazos mientras le felicitan por haberse
librado del "castigo" sufrido en esta vida.
En línea con estas supuestas atribuciones, los miembros
del "tercer sexo" se mueven por los bajos fondos y al margen
de las instituciones, sometidos a maltratos públicos
y haciendo de la prostitución y el crimen su medio de vida.
Aunque el Gobierno indio reconoció su existencia
añadiendo a sus pasaportes la letra "e" ("eunuco"),
los "hijra" indios tienen por delante un largo trecho, al
menos hasta lograr que los médicos no les echen de los
hospitales, alegando que no pueden ingresarlos ni junto a
los hombres ni junto a las mujeres.