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Bienvenido a Página Web de  la dra. Ana Maria Vázquez Hoys - Profesora de Historia Antigua, UNED, Madrid, España

                                                           

 

 

 

 

 

 

 

 

Historia de las Religiones Antiguas (2007-8)                                                                                                                                   
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Las Sacerdotisas

INTRODUCCIÓN.

Ya desde la antigüedad, sea bajo la perspectiva del ocioso erudito o viajero, se han venido trasmitiendo de una forma más o menos afortunada, la vida y las costumbres de pueblos lejanos. Sin ir mas lejos, el propio Heródoto, afirmaba en uno de sus libros: "Ninguna mujer ejerce el sacerdocio de dios o diosa alguno; los hombres en cambio, ejercen el de todos los dioses y diosas". 

 

En este trabajo se intentará aclarar algunas de estas y otras afirmaciones con datos más precisos, procedentes de la propia documentación que el Egipto Faraónico nos proporciona.

Ciertamente la mujer tuvo una función importante en el mundo del Antiguo Egipto, no sólo como componente activo de un cuerpo sacerdotal, sino también marcando su presencia imprescindible en la sociedad egipcia, ya fuera realizando las humildes labores del hogar, como trabajadora en diferentes oficios o desempeñando el papel de madre, esposa, etc.

Puede pensarse equivocadamente en un cuerpo sacerdotal dirigido y estructurado sólo por personal masculino. Este error, el mismo en el que cayó Heródoto, omite la presencia de la mujer en el clero sin percatarse de que, en ocasiones ocupó puestos de competencia y formó un grupo importante en la estructura jerárquica y sacerdotal del Antiguo Egipto.

LAS PHYL

El término griego Phylê (en egipcio Sa) sirve para designar a un grupo de personas que trabajan en una misma institución, de forma periódica y reunidas en una estructura jerárquica común. Según este punto de vista podemos hablar de las Phyl desde el periodo Arcaico, pero no es hasta el Reino Antiguo cuando constatamos la presencia de mujeres.

Nada sabemos de los requisitos necesarios para entrar a formar parte de una de estas Phyl, ni la edad mínima para incorporarse en ellas. Algunos autores creen tentador la idea de que estas féminas, al igual que sus homónimos masculinos, ingresarían después de haber pasado ciertos ritos relacionados con la circuncisión en los hombres y la ablación del clítoris (circuncisión sudanesa) en las mujeres no obstante, por el momento, no puede constatarse esta práctica con precisión. De hecho, otros estudiosos opinan que la ausencia de cuerpos femeninos circuncidados, sustenta la teoría de que esta práctica no se empleó en Egipto, aunque puntualizan que los cuerpos momificados que han sido hallados pertenecen a la capa social más elevada, no pudiéndose confirmar que dicha practica no fuera utilizada por otros grupos de la población.

Los primeros indicios del caminar de la mujer en el clero apuntan hacia labores enmarcadas dentro del culto funerario, siendo estas esposas de altos oficiales. Más tarde su actividad se amplió en el seno del culto de los dioses y diosas, como músicos y bailarinas. Estaban encuadradas dentro de cuatro o cinco Phyl o grupos, estructuradas jerárquicamente de forma piramidal, de forma análoga a sus homónimos masculinos.

Aunque podría pensarse que las mujeres formaban un cuerpo sacerdotal independiente del de los hombres, existen algunos indicios de lo contrario. En ocasiones se ha encontrado que el número o designación de una Phylê era el mismo en el que un padre y su hija prestaban sus servicios. También es cierto que hombres y mujeres sacerdotes oficiaban juntos en muchos pasajes del ritual, por lo que una estructura común facilitaría su organización.

De cualquier modo, de lo que no cabe duda, es que en mayor o menor medida todas las estructuras femeninas y aun las dirigidas por mujeres, estaban supeditadas, de un modo u otro, a la supervisión masculina. Pese a estas consideraciones y hasta que no hallar datos concluyentes al respecto, en este trabajo seguiremos optando por una casta sacerdotal segregada por sexos.

Sin embargo, algunos de sus títulos no tenían paralelo con los del clero masculino, y aun hoy no se ha podido desvelar el alcance de su responsabilidad o el exacto nivel dentro de su estructura. Valgan como ejemplos los títulos sacerdotales de: «La más bella de todas las mujeres de esta Tierra y de su Frontera» ó «Ella, la que se distingue por la excelencia de sus extremidades, quien es como creada por Isis» . Realmente desde el punto de vista del hombre del siglo XX, nos encontramos más ante frases explícitas, ante bellísimos piropos, que ante una denominación de abolengo. Para los antiguos egipcios además de esta significación, cumplía una labor estrictamente religiosa.

El puesto de sacerdotisa, igual que el de sacerdote, no era exclusivo para el servicio a un solo dios; todo lo contrario, podía simultanearse en diferentes cultos e incluso disfrutar de puestos, de diferentes niveles jerárquicos, en distintos templos y localidades. Este es el caso de Nesjonsu, hija de Smendes y esposa del «Gran Sacerdote de Amón» Pinedyem II (Dinastía XXI) que ostentó los cargos de «Jefe de las Concubinas de Amón», «Profeta Femenina de Amón», «Profeta Femenino de Jnum, Señor del Distrito de la Catarata», «Profetisa de Jnum Señor de Gehesti», «Profetisa de Nebet-Hotep de Seruedet» y «Profetisa de Hathor Señora de Aagana».

Ya en el Reino Antiguo y a partir de la Dinastía IV las sacerdotisas eran escogidas entre miembros de la alta sociedad, por lo que su dignidad era ciertamente codiciada. Ésta situaba a su posesora en un nivel superior en relación a otras de su mismo status social. Si bien es cierto que inicialmente sus funciones se centraban en el culto funerario, éstas fueron ampliándose a otras ramas del clero como «Vigilantes del Tesoro» o incluso «Sumos Sacerdotes». Tal es el caso de Meresanj III, una nieta del rey Jufu (Keops), nombrada máxima responsable del culto a Thot y de la hija de un noble provincial de Beni Hassan durante la Dinastía V nombrada «Gran Sacerdotisa de Hathor». En otro nivel, a finales de esta misma dinastía o comienzos de la sexta, una mujer llamada Intkaes fue «Sacerdotisa de Hathor y Neith». Su estatua se encuentra expuesta en el Museo Fitzwilliam de Cambridge (Gran Bretaña).

El resto de los puestos sin cometidos de cierta responsabilidad o de jefatura eran completados por mujeres de más baja alcurnia, que realizaban las tareas más simples, hasta completar todo el personal necesario de las Phyl

Inicialmente su servicio se realizaba de forma gratuita aunque posteriormente los altos cargos fueron remunerados. Por ejemplo, 1« Ha. de terreno cultivable y parte de las ofrendas que recibía el lugar de culto donde desempeñaba su labor era una forma de pago. Recordemos que en Antiguo Egipto la mujer y el hombre gozaban de la misma igualdad ante la ley y por tanto podían ser propietarias de tierras, vender, comerciar, heredar o legar. Incluso alguna llegó a gobernar el País de las Dos Tierras.

Las sacerdotisas no sólo competían en el terreno sacerdotal con los hombres sino también, en cierto modo, compartían ciertas indumentarias especializadas. Vistieron la tradicional piel de leopardo, símbolo de su pertenencia al clero. Citemos dos ejemplos al respecto: la ya mencionada Meresanj III en su mastaba de Guiza y la princesa Nefertiabet que vivió bajo el reinado de Jufu (Keops, Dinastía IV), cuya efigie se conserva en el museo del Louvre. Sin embargo su vestimenta habitual difería poco o nada del resto de las mujeres egipcias; detalles pequeños como el tisú rojo de algunas sacerdotisas de Hathor o vestimenta con tendencia arcaica pueden hacernos notar su función clerical.

Paralelamente al clero masculino, el acceso de la mujer a las escuelas sacerdotales se realizaba por designación, cambiando paulatinamente a puesto hereditario ya fuera por descendencia directa patriarcal o por línea materna.

La relevancia de la mujer en el clero sufrió variaciones a lo largo de su historia. Su ascenso a cargos importantes en el Reino Antiguo se vio mermado en el Reino Medio y volvió a resurgir durante el Reino Nuevo. Es a partir de este momento cuando generalmente la mujer accede al clero en empleos de responsabilidad, por medio de su relación matrimonial con algún sacerdote. Parece que en este caso sus labores no fueron remuneradas, beneficiándose únicamente de un status social más elevado. No obstante, existieron ciertos pagos que los documentos egipcios recogen cuidadosamente.

A continuación se ha creído conveniente adjuntar un pequeño cuadro que servirá para aclarar la estructura básica del clero femenino.

Parece acertado pensar que la mujer no oficiaba en el templo de manera permanente durante un mes, como era el caso de los sacerdotes y que lo hacía sólo cuando era necesaria su presencia en un determinado acto, desarrollando sus funciones musicales o bien representando a determinadas deidades. No obstante, algunos estudiosos opinan lo contrario. De nuevo se deberá tener calma y esperar el hallazgo de nuevos documentos que esclarezcan la cuestión. Sea de un modo u otro, su adscripción a una phylê determinada está documentada en Egipto con toda claridad.

 

El término que tradicionalmente se ha venido empleando para designar a algunas mujeres vinculadas al santuario es el de Concubina y éste puede dar lugar a equívocas interpretaciones. Esta denominación también se utilizaba para referirse ocasionalmente a aquellas mujeres que desarrollaban sus funciones de sacerdotisas en el «Cuerpo Musical Sagrado de Amón». A diferencia con otras culturas del mundo antiguo, el clero femenino no mantenía relaciones sexuales de carácter religioso, ciñéndose únicamente a un vínculo místico con su dios. Es decir, no había ningún tipo de prostitución religiosa.

A modo de resumen y siguiendo las teorías de Naguib Sephinaz-Amal clasificaremos los títulos del clero femenino según el siguiente esquema:

* Títulos puramente honoríficos, que son designaciones de rango social.

* Títulos estrictamente religiosos (dotados o no de una función efectiva).

* Títulos correspondientes a una función real.

 

* Títulos femeninos con connotaciones religiosas.

MÉDICOS, ESCRIBAS, VISIRES Y JUECES.

 

 

Ya que en teoría las enseñanzas de la medicina y de la escritura no eran discriminatorias para hombres y mujeres, sabemos que algunas de ellas ocuparon puestos importantes relacionados con estas disciplinas. Bien es cierto que su directa conexión con el cargo sacerdotal no puede ser establecido con certeza, debido a las escasas fuentes y datos de que disponemos. Uno de estos ejemplos lo tenemos en lo que podría denominarse como una escuela de obstetricia, ubicada en el templo de la diosa Neith en la ciudad de Sais. Allí, según el texto siguiente, era donde presumiblemente aprendían su profesión algunas comadronas: "Yo he venido desde la escuela de medicina de Heliópolis y he estudiado en la escuela de mujeres de Sais donde las madres divinas me han enseñado como curar las enfermedades". Por todo ello y como hipótesis de trabajo, podríamos hacer una conexión entre las mujeres que se relacionaron con la medicina y su participación en un clero específico, como ocurre con el caso de los médicos masculinos.

 

 

 

a mujer egipcia marcó una acusada diferencia en relación con sus coetáneas extranjeras, ya que pudo tener acceso al estudio y la práctica de la medicina, aunque este hecho no sea tan numeroso como para hablar e un grupo de médicos femeninos similar al de los hombres. En algunos casos como simple ayudante de sacerdotes médicos y en otros como verdaderas especialistas, practicando incluso cirugía menor en operaciones de circuncisión, cirugía del pie y otras. Finalmente, se cree que también actuaron como maestras de sus compañeras. Mostremos algunos ejemplos al respecto de la mujer en las prácticas de sanación: Peseshet fue «Supervisora o Directora de Médicos» en la Dinastía IV, dirigiendo presumiblemente a un grupo de médicos femeninos; Taua ostentó el título de «Mujer-médico», ejerciendo su profesión entre las mujeres.

 

L

Son muy escasos los datos referentes a mujeres escribas o relacionadas con cargos próximos a las labores de escribas, función por otra parte realizada mayoritariamente por varones y, por cierto, profesión envidiable y deseada. Su ejercicio las situaba en una posición privilegiada, pues estaba muy considerado el conocimiento de la lectura y de la escritura. Veamos tres ejemplos.

 

   
En la tumba de Irterau, en Assasif (TT390), mujer que vivió en tiempos de Psamético I, figura en una inscripción ostentando el cargo de «Escriba Femenino», inusual alto privilegio, además de ser «Jefe Asistente de la Divina Adoratriz Nitocris». Nesi-Tanebet-Isheru (Dinastía XXI) hija de Pinedyem II y de la dama Nesjonsu y madre de Nes-Jonsu-Pa-Jered, reunió en su persona los títulos de «La que Trabaja en los Rollos de Papiro de Amón Ra», «Gran Superiora del Harén Musical de Amón Ra Rey de los Dioses», «Superiora de Shepsut», «Sacerdotisa de Amón Ra, Señor de Iurud», «Sacerdotisa Nejbet, la Blanca de Nejen», «Sacerdotisa de Onuris-Shu, hijo de Ra», «Sacerdotisa de Pajet, la Gran Señora de Sty», «Sacerdotisa del Señor de Abidos», «Sacerdotisa de Mut, Señora de Isheru», «Grande en la Casa de Mut», «Sacerdotisa de Osiris que está sobre el Trono en Abidos», «Sacerdotisa de Osiris, Horus e Isis en Abidos», «Sacerdotisa de Horus, Señor de Dyuef», «Sacerdotisa de Min-Horus, hijo de Isis en Panópolis», «Grande del templo de Jonsu Neferhotep en Tebas», «Gran Sacerdotisa de Amón-Ra Rey de los Dioses», «Madre Divina de Jonsu Niño», «Sacerdotisa de Hathor, Señora de Cusae»; parece que, gracias al primero de su innumerable lista de cargos, actuó como copista a la vez que ofició al servicio de dioses importantes. En la tumba de Seshseshet Idut (Dinastía VI) en Sakkara (cerca de la pirámide Unas), existe una curiosa representación de la finada con útiles de escritura. Desafortunadamente no podemos asegurar que éstos le pertenecieran, ya que pudieron se añadidos en sus manos por el «Jefe de Justicia» y «Visir» Ihy, usurpador de la mastaba en la misma dinastía, con intención de adecuar las figuras a su propia personalidad. [egipto1.jpg]

 

 

Como vemos son pocas las evidencias encontradas de mujeres escribas, sin embargo, cuesta creer que damas de alto rango e incluso reinas, como Hatshepsut o Tiy, se encontraran imposibilitadas o con serias dificultades para leer textos de su incumbencia, confidenciales o de rango diplomático, y tuvieran que acudir a la ayuda de lectores y escribanos.

Otros altos cargos no sacerdotales fueron ocupados ocasionalmente por mujeres. Tales son los casos de Nebet, posible suegra de Pepy I (rey de la Dinastía VI), Berenice II, cónyuge de Ptolomeo III o Cleopatra I, esposa de Ptolomeo VI, que ejercie?on el puesto de Visir. Además tenemos documentado el empleo de Juez en mano de dos mujeres, la ya mencionada Nebet y 1681 años más tarde la Divina Adoratriz Ajnesneferibra, una hija del faraón Psamético II, en la Dinastía XXVI. Si esto fue realmente cierto, tanto Nebet como Ajnesneferibra, estarían relacionadas con el culto a Maat, diosa de la justicia y del orden cósmico.

LOS DIOSES EN LAS TITULATURAS.

Antes de abordar los diferentes rangos sacerdotales ocupados por mujeres, es preciso aclarar un concepto que se repetirá con frecuencia en sus titulaturas, cuando aparezcan relacionados diferentes nombres de deidades. El panteón egipcio está compuesto por un gran número de dioses y diosas, todos ellos independientes que en muchas ocasiones pueden considerarse aspectos distintos de una sola entidad, masculina o femenina; dependiendo del carácter que se quiera enfatizar y de la historia mitológica a la que se haga referencia se podrán denominar de uno u otro modo.

Pongamos por ejemplo Hathor, Mut, Sekhmet, Tefnut, Bastet, Isis y Neftis o Meret, entre otras muchas. Haciendo una burda comparación, podríamos pararnos a pensar cuál podría ser el pensamiento de los historiadores y arqueólogos del año 7497 de nuestra era (tiempo aproximado transcurrido desde el comienzo del Predinástico hasta 1997) cuando excaven los restos de, por ejemplo, un país mayoritariamente católico como España ¿Cuál será su opinión al contemplar la infinidad de advocaciones de la Virgen con nombres distintos? ¿Qué creerán al encontrar una importante cantidad de santos en nuestras iglesias? Es muy probable que piensen que fuimos un país politeísta y no lleguen a adivinar el fondo de la cuestión. Salvando esta circunstancia, el panteón de dioses egipcios puede quizá reducirse, mediante estas asimilaciones, en más del 50%.

 

 

 

LA ESPOSA DEL DIOS.

 

 

La estructura piramidal del clero femenino se configuraba de forma análoga al clero masculino. Al «Alto Clero» de éstos se correspondía un grupo dirigente compuesto por damas de alta alcurnia a cuyo frente se encontraba la reina. El «Bajo Clero» masculino tenía su paralelo en un grupo de sacerdotisas, de orden menor. Sobre todas ellas se situaba la «Esposa del Dios» . Tras ésta la «Supervisora de las Concubinas», también llamada «La más grande del Harén de Músicos de Amón». Por fin, y para cada una de las cuatro Phyl o grupos existía el cargo de «Supervisora». El título de «Primera y Segunda Sacerdotisa de Amón Ra, Rey de los Dioses» ( y respectivamente) encontrado en determinadas ocasiones, induce a pensar que la estructura del clero femenino se correspondía casi fidedignamente con el masculino, es decir, cuatro máximas sacerdotisas (Alto Clero) y el conjunto de las demás mujeres encuadradas en las cuatro Phyl (Bajo Clero)

 

 

El título, de «Esposa del Dios», que en egipcio se denominaba Hemet Neter, fue inicialmente honorífico y no reportaba responsabilidad sacerdotal alguna. Aparece ya desde la Dinastía XI en la persona de la princesa Neferu, en Imertnebes, hija de Duy y algunas reinas lo llevaron esporádicamente desde la Dinastía XII. En el Reino Nuevo este cargo cambia su denominación pasando a ser «Esposa del Dios Amón» o «Gran Profeta Femenino del Dios Amón-Ra» adquiriendo poder político. Entre sus atribuciones, además de estar al frente de todo el clero femenino, se encontraban las de representar en la tierra a la diosa Mut, consorte de Amón en Tebas, aunque a la vez guardaba cierta relación con la diosa Tefnut de Heliópolis, mediante un juego sincretizador.

 

 

 

Las primeras mujeres que llevaron el rango de «Esposas del Dios Amón» fueron la reina Aahotep, madre de Ahmose Nefertari, y Satkamose, hija de la misma reina, ambas a título póstumo. La primera que ejerció el cargo en vida fue Ahmose Nefertari en el año 18 ó 19 de su esposo Ahmose (Dinastía XVIII); curiosamente renunció al titulo de «Segundo Profeta de Amón», puesto tradicionalmente masculino, hecho que se relata en una estela encontrada entre los bloques de relleno del tercer pílono del templo de Karnak en la actual ciudad de Luxor.

 

 

 

En este templo, el cargo más importante del clero femenino fue el de «Esposa Divina» y como tal la mujer era propietaria de una casa que dirigía un «Director de la Casa de la Esposa del Dios», encargado de controlar las labores administrativas de la institución a su servicio. Además de un mayordomo asistente, poseía almacenes, talleres de fabricación, rentas supervisadas por el «Jefe del Doble Granero de la Casa de la Esposa Divina», rebaños, labriegos, una remuneración consistente en donación de terrenos, etc. Todos estos bienes, así como el personal a su servicio eran heredados por su sucesora en el cargo y se localizaban en la orilla Occidental de Luxor, cerca del actual pueblo de Sheikh Abd el-Gurna.

 

 

 

El puesto de «Esposa del Dios» con el paso del tiempo fue adquiriendo mayores atribuciones e incluso su nombre sufrió variaciones, hasta llegar al de «Divina Adoratriz de Amón-Ra». Ambos títulos existieron a veces simultáneamente y fueron llevados por una misma persona.

 

 

 

 

 

 

Durante el período comprendido entre el reinado de Thutmose I a Thutmose III, el grado de «Esposa del Dios» normalmente (salvo excepciones) pasó de madres a hijas de reyes cuyo futuro fuera convertirse en reinas. Desapareció temporalmente con Amenhotep III para reaparecer con Thutmose IV, que se lo dio a Tia, su madre. El resto de las reinas de la Dinastía XVIII no llevaron el título que renació inexplicablemente con el reinado de Ramsés I (Dinastía XIX), en manos de su esposa Satra. Obviamente el cargo en esta época no exigía el celibato de la mujer, al recaer en «Esposas Reales».

 

 

 

 Después de este nuevo resurgimiento decayó lentamente, empleándose intermitentemente por las mujeres e hijas de los reyes y no teniendo otro sentido que el de un mero título nobiliario o de la realeza, sin responsabilidades sacerdotales. De esta forma reinas tan nombradas como Nefertari, esposa de Ramsés II o Tausert, esposa de Sethy II lo incluyeron en su titulatura, incluso fue utilizado por la alta nobleza sin tener línea directa descendiente con los faraones. Nuevamente reaparece durante la Dinastía XXI, añadiendo a su cargo el de Ueret Hesit en Jenu en Imen es decir, «Gran Cantora de los Espacios Interiores de Amón» controlando y dirigiendo a las «Cantoras de los Espacios Interiores» y portado por la hija natural o adoptiva del «Primer Sacerdote de Amón» y en algunos casos adoptado por la «Divina Adoratriz» (Maatkara, hija de Pinedyem I). Como puede observarse, la dignidad de «Esposa del Dios» no fue mantenida de una manera homogénea y uniforme a lo largo de la historia sino, todo lo contrario, sufrió altibajos.

 

 

 

Un caso a tener en cuenta es la sucesión de la «Esposa del Dios» en tiempos de la reina Hatshepsut, cuestión aun no resuelta definitivamente. En el año segundo de su reinado abandonó algunos de sus títulos en favor de su hija Nefrura, que murió prematuramente. Hatshepsut iba a ser nombada Faraón y por ello debía delegar estos cargos religiosos en una segunda persona. ¿Quién mejor que su propia hija?. Así la pequeña princesa Nefrura añadió a sus títulos los de «Esposa del Dios» , «Mano del Dios» y «Divina Adoratriz» .

 

 

 

A la muerte de la pequeña quedaron vacantes los puestos, pero éstos debían de ser ocupados por personas de solvencia, ya que los ritos religiosos tenían que desarrollarse con normalidad y era imprescindible que la mujer o mujeres representantes de estos tres cargos oficiaran en ellos. Por todo ello parece que a la muerte de Nefrura el puesto de «Divina Adoratriz» lo ocupó Senseneb, hija del «Gran Sacerdote de Amón» Hapuseneb y posiblemente durante unos años por Huy. madre de Meritra Hatshepsut.

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Las funciones iniciales de las sacerdotisas, participando activamente en las liturgias, fueron incrementándose, teniendo su máximo exponente en la figura de la «Esposa del Dios». Llegaron a oficiar en los «Jubileos», coronaciones, ritos de purificación y ofrendas (en Tebas) y en gran variedad de actos públicos. Dependiendo directamente de ésta, y a la cabeza del clero femenino, encontramos a la «Directora Jefe de todo el Personal Femenino de los Templos del Alto Egipto y Nubia», un título que según algunos autores podría ser una variación del de «Virrey de Kush». Posiblemente tenía su homónima en el Bajo Egipto

 

Los bloques graníticos de la "Capilla Roja" de la reina Hatshepsut son un valioso documento que nos muestran diferentes funciones y el carácter marcademente religioso de este cargo, cuya portadora, en este caso, quizá fuera Nefrura, su hija, o bien una sacerdotisa de alto rango. También de esta misma reina, las paredes de su templo en Deir el-Bahari nos acercan al concepto de Teogamia. En este caso la «Esposa del Dios», función que ostentaba la madre del futuro rey, era visitada por la propia divinidad, encarnada en la tierra por su esposo, para engendrar al que sería el próximo faraón; el relato prosigue con el embarazo y finalmente con el parto. Sin embargo, Ahmose, madre de Hatshepsut y esposa de Thutmose I, no llevó el título de «Esposa del Dios», ya que en principio, su hija no estaba destinada a convertirse en faraón.

 

 

 

 
Fig. 81 - La reina Ahmose, embarazada de Hatshepsut, conducida a la sala del parto, llevando el tocado de buitre
 La reina Ahmose, embarazada de Hatshepsut, conducida a la sala del parto, llevando el tocado de buitre

 

 

LA DIVINA ADORATRIZ.

 

Como se ha expuesto, Duat Neter , el nombre egipcio de la «Divina Adoratriz», apareció en el reinado de Hatshepsut, consolidándose el título y heredándose de madres a hijas hasta la Dinastía XX. A este respecto, Ratie, basándose en una cita tardía de Heródoto, nombra a Nefrura, hija de Hatshepsut, como la segunda «Divina Adoratriz» de la historia, tomando la dignidad en el segundo año de reinado de su madre. Aunque esta afirmación pueda parecer aventurada teniendo en cuenta sólo la citada fuente, Bryan y Saphinaz-Amal son de la misma opinión, basándose en otras fuentes de época faraónica. Ratie, también censó como «Divina Adoratriz» a un personaje ajeno a la línea de la realeza, Maatka, que fue esposa de Senna, «Jefe de los trabajadores de Oro del Dios Amón», que vivió bajo el reinado de Amenhotep II (Dinastía XVIII), y se enterró en la tumba tebana 169.
La divina Adoratriz Amenardisdis

 

 

A partir de Ramsés III su esposa, la reina Isis III adoptó el título y con Ramsés VI (Dinastía XX) se produjo un cambio a destacar en la sucesión del cargo. Su hija fue nombrada «Divina Adoratriz» pero se incorporó la obligación de permanecer célibe, sin duda para evitar la creación de una posible dinastía colateral que pusiera en peligro la normal y pacífica sucesión del heredero.

A partir de la Dinastía XXI, un cambio en el mapa político provoca una nueva dimensión en las atribuciones de la «Divina Adoratriz». En efecto, Egipto se disgrega en dos poderes: en el norte los reyes de Tanis, apoyados por el clero menfita y en el Sur, los «Grandes Sacerdotesde Amón», controlando el área de Tebas. El nexo de unión entre ambos poderes recayó en la figura de la «Divina Adoratriz», que, como se ha citado, además se hizo con el título de «Esposa del Dios». El acuerdo suscrito entre los monarcas del norte y del sur (los «Sumos Sacerdotes») fue que las hijas vírgenes de los monarcas norteños, condicionadas a permanecer célibes, tomaran este título, siendo su lugar de residencia el sur del país, Tebas. Para asegurar la sucesión la «Divina Adoratriz» reinante adoptaba una niña entre las princesas del rey sucesor. Por ello, a partir de Shepenupet I (Dinastía XXIII) el nombre de estas mujeres se acompañó del título de «Madre de ...» es decir, de la mujer que la sucedería por adopción.

Fue Pinedyem I el primer faraón que situó en Tebas a una de sus hijas, Maatkara. Pero fue a partir de la Dinastía XXIII, con el gobierno de Osorkón III cuando realmente la figura de «Divina Adoratriz» cobró relevancia y poder, igualando e incluso sobrepasando las atribuciones del «Primer Servidor del Dios» e intentando doblegar o igualar al monarca. Llegaron a controlar, al menos teóricamente, los «Dominios de Amón». Gracias a una inscripción hallada en el Wadi Gasús junto al Mar Rojo podemos afirmar que su poder, aunque local, se extendía hasta este lugar.

El siguiente cuadro muestra una lista de «Divinas Adoratrices» y sus progenitores, siempre que éstos fueran conocidos.

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La suerte y el poder del clero masculino y femenino en la Dinastía XXVI, bajo el mandato de Psamético I y reyes posteriores, corrieron paralelos. Ambos decayeron hasta tal punto que el puesto de «Sumo Sacerdote» (tradicionalmente masculino) pasó a manos de la máxima sacerdotisa. Así ocurrió con Ajnesneferibra y Nitocris II. Incluso se dio el caso de corregencia, por ejemplo Amenirdis II y Nitocris I, se repartieron el poder ya que la primera reinó en Napata y la segunda en Tebas. Las dos últimas mujeres que disfrutaron de este rango fueron Anjnesneferibra y su sucesora Nitocris II, hija del rey Ahmose II, ya sin poder político y simplemente con carácter religioso. Con la dominación persa desapareció el rastro de ésta y con ella su título. Los últimos datos que tenemos de ella están inscritos en una estatuilla de bronce que representa a Amón sentado en su trono. Esta pieza está alojada en el Instituto Oriental de Chicago (10584) y dice lo siguiente:

"Amón Ra, Señor de los Tronos del Doble País, que ama Tebas. Protección del [ primer] Profeta de Amón, Nitocris, hija del Señor del Doble País, Amasis hijo de Neith, viviente; su madre, la Divina Adoratriz, Ajnesneferibra".

 

       Nitocris I

 

 

 

 

 

Sin embargo, mientras existió el cargo de «Divina Adoratriz», su poder y ambición fue palpable. Sus ceremonias de entronización eran similares a las de los faraones reinantes. Por ejemplo, la «Divina Adoratriz» Nitocris arrodillada ante Amón, recibía del dios la corona  azul  o Keperesh, mientras éste posaba la mano en ella. Situaron su nombre dentro de cartuchos, vistieron el Ureo real y adoptaron la prerrogativa de «Horus Hembra», una encarnación pensable únicamente para el «Faraón». Ya en época Ptolemaica, las soberanas imitaran esta costumbre (Berenice II, Cleopatra I, III,y VII).

 

 

 

Usurpando el poder a reyes débiles las «Divinas Adoratrices» no sólo realizaban ritos mágico-religiosos que incluían la demostración de fuerza, puntería y dominación de fuerzas apotropaicas, sino también ceremonias de fundación, adoración, inauguración de capìllas, consagración de ofrendas y oficio en el culto. Llegaron a celebrar realmente ceremonias Heb-Sed o «Fiestas de Renovación del poder real ».

Paralelamente a su poder fáctico, sus bienes y riqueza marchaban en paralelo. He aquí la fortuna de Nitocris I y los bienes u ofrendas que le debían entregar, mensual o diariamente, según lo que nos transcribe Robins: "De siete Nomos del Alto Egipto ella recibió (como dote): 1800 Aruras de tierra junto con todo lo que procede de éstas en el campo y en la ciudad, junto con sus tierras de secano y sus canales.

También recibió, en las mismas condiciones, 1400 Aruras de cuatro nomos del Bajo Egipto. Cada día tenía que recibir del «Cuarto Sacerdote de Amón» un total de 600 Deben de pan, 11 Hin de leche (un Hin es poca más de medio litro), 2 1/6 pasteles, 2 2/3 manojos de hierbas. Cada mes tenía que recibir 3 bueyes, 5 terneras, 20 Heben de cerveza y el producto de 100 Aruras de tierra. Varios templos le daban 1500 Deben de pan". Los numerosos bienes que le fueron entregados en el momento de su ascensión procedían tanto de su madre adoptiva, Shepenupet, como de la familia del poderosísimo «Cuarto Profeta» Montuemhat, del clero de Amón, de su padre Psamético I y de numerosos santuarios del Delta y del Egipto Medio. Detalle de la Heb-Sed de la reina Hatshepsut Maatkare Jurunnit

 

EL HARÉN DEL DIOS.

Lejos de responder a la concepción moderna de harén, hemos de entender el «Harén del dios» como un conjunto de sacerdotisas cuya función era la de celebrar y participar en el culto de un dios, desarrollando actividades relacionadas con el mundo de la música básicamente, u otras funciones específicas.

El primer dato que se conserva de su aparición es el de una supervisora del culto al dios Iunmutef de Heliópolis, en la Dinastía IV. Inicialmente esta función se denominó «Supervisor de Cantantes» y ya en la Dinastía XVIII cambió a «La Grande del Harén de Cantantes del dios Amón» (Ueret Heneret Neter).

Damas importantes llevaron este título, por ejemplo Ahmose Nefertari, Tuya esposa de Sethy I y Bananit ,hija de Ramsés II. A partir de la Dinastía XIX también lo ostentaron hijas o esposas de sacerdotes del «Alto Clero», personajes de la alta jerarquía e incluso esposas de «Sacerdotes Uab», pertenecientes al bajo clero.

 Más tarde, el cargo pasó a manos de las mujeres del «Primer Sacerdote de Amón».

Esta dignidad no era excluyente y daba opción a la dirección de varios harenes. Tal es el caso de Tuya, madre de la esposa de Amenhotep III, que fue la «Superiora del Harén de Amón y de Min». Por el contrario, varias mujeres podían dirigir una misma institución, aunque distribuyendo sus responsabilidades y portando títulos diferentes: «Esposa del Dios», «Divina Adoratriz» y «La Grande del Harén de Cantantes del Dios Amón» .

Igual que el faraón delegaba sus funciones en el «Sumo Sacerdote», que el «Primer Profeta» masculino» comisionaba los suyos a otro miembro del Alto Clero o que la propia reina facultaba a una «Gran Sacerdotisa» para realizar ciertos actos religiosos en los que no pudiera estar presente, la «Supervisora del Harén» tenía la potestad de hacerse suplir en algunas ceremonias por una «Superiora» de alta jerarquía, generalmente elegía a princesas y esposas de sacerdotes de alto rango. Entre sus funciones encontramos las de presentación de ofrendas, tanto materiales, sólidas, líquidas, como fumigaciones de incienso, todas ellas cargadas de grandes responsabilidades y habilidades especiales.

Como sus homónimos masculinos, las componentes del harén debían de somerterse a purificaciones rituales, antes de las ceremonias, realizando varias inmersiones en las aguas del Nun, simuladas por el estanque del templo, donde estaba contenida toda la potencialidad de la creación. Es decir, gracias a esta agua de vida, renacían en cada purificación. Además debían depilarse y fumigarse con incienso. Básicamente sus funciones eran las del entretenimiento del dios mediante cánticos, música y bailes; también se dedicaban a la preparación de la vestimenta litúrgica y de los objetos de tocador que el dios precisaba para su aseo diario. Pese a que a la cabeza del harén se encontraba una mujer influyente, ésta no alcanzó nunca el poder de su homónimo masculino y jamás pudo optar, en igualdad de condiciones, a desempeñar labores administrativas o intelectuales dentro del santuario. Esta afirmación es solamente válida para aquellas anteriores a las «Divinas Adoratrices» de Época Baja.

Generalmente el «Harén del dios» estaba formado por mujeres de la alta sociedad, aunque cabe la posibilidad de que cierto número de ellas fuera reclutado entre los estratos sociales más bajos. A partir de la Dinastía XXI una parte importante se formó con las hijas de los «Grandes Sacerdotes», seguramente debido a motivos políticos. Se les exigía el celibato y se las instruía en los misterios del dios, por lo que estaban preparadas para participar en los rituales de representación de las deidades, ya fuera a cara descubierta o con una máscara representando las facciones del dios; tocaban instrumentos musicales y estaban al cuidado de las pertenencias sagradas. Se las denominó «Reclusas» o «Concubinas» y bajo las órdenes de una «Directora» vivían y pertenecían a la «Casa de la Esposa del dios». Esta institución desapareció en la Dinastía XXII.

Un elemento importante en los ritos que debía desarrollar el «Harén del Dios» era la música, ya que ésta servía para adorar, animar y regenerar al dios o al difunto. Desafortunadamente el Antiguo Egipto no nos ha legado elementos con los que reconstruir su música, aunque sí sabemos el tipo de instrumentos que utilizaban, relacionados en documentos o inscripciones. Podemos aventurar que en las ceremonias, los textos eran salmodiados y las melodías monótonas y repetitivas favorecieran el estado de trance que en ocasiones era necesario para el culto. Todo ello se acompañaba de danzas cuyas ejecutoras, ya desde el Reino Antiguo, correspondían a sacerdotisas bailarinas, cantantes y músicos.

 

 

 

Cabe destacar el Sistro y el Menat entre los instrumentos utilizados únicamente con fines rituales.

 

 

 

El sistro consistía en un mango que soportaba en su parte superior una forma ovalada o de capilla con cuernos, hecho con los más diversos materiales. Atravesando esta forma mediante unos taladros, se hacían pasar unas varillas. Al agitarlo estas varillas producían un sonido característico.

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Sistrum from 26th Dynasty (Late Period)              Greco-Roman Bronze Sistrum
El Menat tenía la forma de un collar de cuentas con varias vueltas que se completaba con un añadido a modo de contrapeso, el cual servía para cogerlo y al moverlo hacer sonar las cuentas. Más comunes eran los címbalos (pequeños platillos), el crótalo (a modo de castañuelas), la pandereta, la lira, la flauta y el arpa.

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Counterpoises featuring HetHert (left) and Sekhmet (right), used with menit necklaces

 

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Mirror of Sat-Hathor-Iunet, and Ivory and Hippopotamus-tooth clappers with Het-Hert images

 

Aunque en un principio el personal femenino que componía esta institución era laico, su especialización y número indujo a introducir una estructura y una jerarquización. El personal directivo que podía ser masculino, respondía a distintos títulos como los de: «Supervisor de las Cantoras del Norte y del Sur», «Inspector de Cantantes», «Supervisor de Cantantes Femeninas o de Bailarinas Femeninas » e «Inspector de Bailarinas». Su remuneración corría paralela al clero masculino, disfrutando de una parte de las ofrendas del templo. También formaban parte del «Harén del Dios» grupos de danzarinas que, junto con bailarines, se denominaban Neheret.

 

 

 

 

La diosa por excelencia de estos trabajos era Hathor, «Señora de la Danza y de la Música» y patrona de la orilla occidental de Tebas; indicábamos al principio la posibilidad de asimilación de varios dioses y poníamos el ejemplo de Meret y Hathor. La personificación de la «Sacerdotisa Cantora» fue Meret y aunque carecía de centro de culto, gozaba del fervor popular y en especial de las mujeres del harén; la representante terrena de la diosa Hathor fue, por tanto, la «Superiora del Cuerpo Musical Sagrado».

 

 

 

Ya desde la Dinastía XVIII se registra la aparición de las «Cantoras de Coro» Shemayt . Ciertos estudiosos son de la opinión de que, aunque las sacerdotisas, en general, no tenían obligación de servir sexualmente en el templo, algunas de ellas (posiblemente las de la capa social más baja) prestaban sus favores a cambio de remuneración pero siempre de forma completamente voluntaria.
La extracción social de este cuerpo especializado fue variopinta, ya que el puesto fue desempeñado por hijas de Visires, de trabajadores jefes de grupo de la ciudad obrera de Deir el-Medina o por simples madres y esposas. Incluso varias hijas de una misma familia podían prestar sus servicios aunque su progenitor no perteneciera al culto de su dios y esposas de sacerdotes de Amón llegaron a ser cantoras al servicio de otra deidad. Sus familiares directos también podían oficiar en el culto de iguales o distintos dioses. Así comprobamos como se encuentran adscritos tanto a la adoración de una sola divinidad, como a la veneración de un grupo familiar, ya que en el caso de Amón, se ha constatado el título de «Cantora de la Divina Triada»

 

Existían diferentes clases de cantantes y músicos; así las Shemayt, ocupaban el puesto de coro y no necesitaban una educación musical muy intensa, las Jeneret eran escogidas por su buen timbre de voz y las Hesyt eran las encargadas de tocar los instrumentos. Todas ellas estaban dirigidas por otra cantora que, además de llevar "la voz cantante", coordinaba a todo el grupo. Generalmente pertenecían al culto de la diosa Mut, esposa de Amón. Lógicamente, antes de su actuación en las ceremonias, necesitaban ensayos dirigidos y supervisados por el «Instructor de Cantantes», cargo que, durante el Reino Antiguo, llevaron algunas mujeres. Para aquellas componentes novatas también había "profesores" que enseñaban a tocar los instrumentos musicales. Así los textos nos muestran que a partir de la Dinastía XVIII existía una escuela de «Cantoras» relativas al culto de Amón.

 

L

 

os cargos de Shemayt y Hesyt fueron adoptados en ocasiones por mujeres de alta alcurnia, como es el caso de Mutnodyemet, esposa del faraón Horemheb o de las hijas adoptivas de las «Divinas Adoratrices» en la Dinastía XXII.

 

 

 

 

 

This wooden model represents a girl playing a harp. Note how she holds it against her body. In real life she probably would have rested it on a stand whiles she played it.
 

 

 

Las mujeres del harén podían también relacionarse con el culto funerario, ya que algunas veces, aparecen en escenas acompañando al banquete fúnebre, sin duda para atraer con su música y baile al finado y facultar a

 

 

 éste a participar de las ofrendas y comida rituales. Algunos autores son de la opinión que también eran contratadas para fiestas particulares, pero esta aseveración parece haber sido tomada de los relieves y pinturas de las tumbas, en las que las fiestas tienen una función ritual relacionada con el banquete funerario que se celebraba en los funerales. Ciertamente es difícil imaginar a la esposa del rey Horemheb, amenizando un banquete privado, aunque quizás, aquéllas de clase baja, utilizaran sus conocimientos musicales para ganar algo más de sustento.

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  • PINO FERNANDEZ, CRISTINA. Arte y Eternidad. La decoración de las tumbas privadas en el Reino Nuevo. Cuadernos de Egiptología Mizar Nº 8. Librería Mizar. Barcelona. 2003.
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  • WERBROUCK, MARCELLE. Les Pleureuses dans l'Égypte Ancienne. Bruxelles. 1938.

 

 

 

El grupo de cantores estaba formado tanto por personal masculino como femenino de distinta posición social. En el caso de las mujeres cantoras, no todas ellas eran sacerdotisas del tipo de las «Cantoras de Amón de los Espacios Interiores» (dirigidas obviamente por «La Gran Cantora del Interior del Templo») cuya vida quedaba recluída en el santuario, sino que también existían cantoras laicas. Sin embargo, con el paso del tiempo, la complicación del ritual exigió una mayor preparación y especialización a la par que cobró importancia su cargo, y a «las Cantoras de Amón de los Espacios Interiores» a partir de la Dinastía XXII se les exigió incluso el celibato. Su importancia alcanzó su máximo exponente en el período Ptolemaico, debido a la complejidad del culto.

 

A partir del Reino Nuevo «Los Músicos de Amón» integraron en sus filas a las bailarinas (bailarina era ibat en el Reino Antiguo , keskeset en el Medio e iheb en el R. Nuevo ) y a las acróbatas (jebyt), siendo dirigidas por la «Grande de la Compañía de los Músicos Ejecutadores» o por la «Supervisora del Cuerpo Musical Sagrado de Amón», o sea, la esposa de un gran sacerdote. Ya se ha comentado que estaban estructuradas en Phyl, e igualmente que las cantoras, con el paso del tiempo y a partir de la Dinastía XXII comienzó su integración total en el templo.

 

Detail of a flute player and listener from the tomb of Niankhkhnum and Khnumhotep, 5th Dynasty.
 

 

Resaltemos un caso particular entre las músicos: las tocadoras de Sistro y Menat.

 

Parece que éste era el grupo más numeroso de sacerdotisas, no sin razón, ya que estaban bajo el patrocinio directo de la diosa Hathor. Incluso los mangos de los sistros representaban la efigie de la diosa con cabeza humana y orejas de vaca.

 

 

Además de ser el grupo más grande era también el de mayor relevancia ya que dichos instrumentos eran característicos exclusivamente de ceremonias religiosas.

 

 

Estas tocadoras de sistro están documentadas de antiguo. Concretamente desde la Dinastía IV aparecen con cierta asiduidad, aunque es posible que su existencia se remonte a tiempos anteriores. Su título varió ligeramente con el paso de los siglos, así se denominaron Sejemyt entre las Dinastías XVIII a XX. La primera mujer que portó este título fue Mutemuia, madre de Amenhotep III, desapareciendo con TiTi, esposa de Ramsés III. Ahmose Nefertari llevó otra nueva titulatura, Seshesheti, que duró hasta Nefertari. No siempre estos títulos estuvieron en posesión de reinas, pues el primero de ellos fue llevado también por féminas no afectas a la realeza. Ahmose Nefertari además ostentó los títulos de «Señora de la Casa de los Sistros» , «Pura de Manos llevando el Sistro» y «Bella de Cara en la Casa de los Sistros», lo cual nos afirma en el hecho de que existiera una escuela especializada.

 

 

 

Entre las mismas «Sacerdotisas Músicos» o «Concubinas», se extraía un grupo que se denominó «Sacerdotisas Puras» o Uabet , igualmente estructuradas en Phyl, cuya función, según los autores que se consulten, era desempeñada en ocasiones especiales, cuando debían realizar rituales cercanos al dios Amón u otras divinidades, o durante un período de un mes.

De cualquier modo, el grupo estaba formado por músicos y sacerdotisas comunes, que por su designación de «Puras», estaban cualificadas para llevar a cabo ritos y actos cercanos a la divinidad. Es decir, podían estar en contacto con objetos destinados al dios, trabajar en determinados aspectos del ritual y, especialmente, en sacrificios de animales, participando de forma activa en la interpretación de éstos.

 

Sacerdote Yunmutef  y dama agitando el sistro. Papiro de Ani

L

 

En este bajorrelieve en piedra caliza de la tumba de Ramose, vemos al hermano del fallecido en compañía de su esposa

 

as «Sacerdotisas Puras» ya aparecen en el Reino Antiguo, concretamente en la Dinastía IV, de manos de Neferet, desapareciendo posteriormente y volviendo a resurgir en el Reino Medio. El cargo va decayendo hasta la Dinastía XXI en la que encontramos a una sacerdotisa denominada Uab, solamente, sin que aparezcan otros apelativos. Es posible que a partir de este momento se considerara "pura" a cualquier sacerdotisa.

Inicialmente tenían los mismos deberes que sus homónimos masculinos, los sacerdotes «Uab», y así estaban dirigidas por un «Supervisor o Inspector de las Uabet».

 

 

SACERDOTISAS FUNERARIAS.

Llamadas Hemet Ka, existieron desde el Reino Antiguo, y al igual que el resto de las sacerdotisas mencionadas, estaban integradas en una estructura de tipo piramidal, a cuya cabeza figuraba la «Supervisora o Supervisor del Culto Funerario», cargo de gran importancia y alta responsabilidad. Sin embargo la relevancia del puesto remitió muy pronto y, excepto en casos puntuales, ninguna mujer volvió a desempeñar ese alto empleo a partir de este período. En Época Baja, se produjo un renacimiento para la mujer que oficiaba en esta rama del clero y éstas se sucedían de forma profesional.

 

 

Su misión estaba íntimamente ligada a los servicios fúnebres; recordemos ya desde antiguo a Meritites, hija del rey Jufu (Keops) y esposa de Ajtihotep, «Sacerdotisa de Jufu, de Hathor y de Neith», responsable de servir en el culto póstumo del rey, entre otras funciones.

Dos figuras básicas e imprescindibles en los ritos funerarios y en el «Ritual de la Apertura de la Boca» eran «Las Enterradoras» (Dyeret ), a las que particularizando, las llamaron «La Grande y la Pequeña Enterradora» (Dyeret-Ueret y Dyeret Sheret).

 

 

 

Estas dos figuras femeninas aparecen representadas en multitud de tumbas y papiros, de pie o arrodilladas al lado del féretro, llorando, lamentándose y llevando las manos a la cabeza en actitud luctuosa, mientras se practicaba la ceremonia de «La Apertura de la Boca». Aparecen ya en los «Textos de las Pirámides», y encarnaban a las diosas Isis y Neftis, y al igual que éstas, en ocasiones, eran representadas como milanos. Dentro del juego mitológico, efectuaban los ritos que estas dos diosas habían practicado sobre Osiris, acompañándole en su viaje ritual a Abidos, embalsamándole y actuando como "Plañideras Divinas". De esta forma, el difunto era asimilado al dios de la muerte y el renacimiento. No sólo las sacerdotisas se encargaban de esta función en los funerales, sino que también podía ser la esposa del finado y otra figura femenina que no se ha podido determinar

 

 

Necesarios para la supervivencia del difunto en el Más Allá, los ritos funerarios debían cumplirse todos los años. Para ello estas sacerdotisas eran remuneradas por fundaciones creadas a tal efecto, mediante pagos en especie, que eran en parte utilizados en las ofrendas al fallecido. De este modo, es muy frecuente encontrar en los textos, sacerdotisas que llevan a cabo el culto de un rey fallecido en dinastías anteriores. Su función era socorrida por los «Sacerdotes Lectores», de vital importancia en el desarrollo del culto, ya que los textos funerarios debían de ser leídos con escrupulosa exactitud, para asegurar la vida post mortem.

 

Las de la Morada de la Acacia era la denominación de las plañideras, cuya presencia también era necesaria en los funerales. Presentes desde el Reino Antiguo su función consistía en llorar, gritar de dolor y entonar cantos fúnebres. Así, estaban adscritas al grupo de cantoras de Mut, aunque como tales pertenecían al Clero de Hathor. Además su denominación las conectaba directamente con la diosa Sejmet (aspecto feroz de la diosa Hathor) posibilitando que las fuerzas malignas del Más Allá quedaran derrotadas en favor del renacimiento del difunto.

Debido a la importancia de los rituales, las "lloronas" debían realizar ritos de purificación previos, cuatro veces durante siete días, depilarse, fumigarse con incienso y lavarse la boca con natrón, además de sumergirse en las aguas del Nun representado en los templos por sus estanques. Todas estas medidas, aunque religiosas, tenían una función profiláctica.

 

 

A partir de la XVIII dinastía aparecen en tumbas, más adelante también en papiros y templos, detalladas representaciones del ritual de la “Apertura de la Boca”.

 

 

6a8ae053258d8defc9c9bde8ea32d998.jpg Parece que también la «Esposa del dios» o más frecuentemente las «Cantoras de Amón» y familiares de personajes importantes de la ciudad obrera de Deir el-Medina podían, durante la Dinastía XIX, denominarse «Sacerdotisas Muu y Tyeset», cuya función, aun no del todo esclarecida, era la de acoger al difunto a su llegada a la Orilla Oeste bailando enigmáticas danzas y ofreciendo cerveza. No sabemos por qué razón tenían una influencia especial en la necrópolis tebana y eran imprescindibles en los funerales.

 

 

Por último es preciso nombrar a las «Sacerdotisas Semet», cuya contrapartida masculina era el «Sacerdote Sem». Al igual que los sacerdotes Sem, cumplían una importantísima función participando en los funerales. Podían ejecutar su función las hijas del difunto, aunque también era posible (pero no imprescindible) que fuera realizada por mujeres de alta alcurnia. En opinión de Saphinaz-Amal, durante la Dinastía XXI, el título sólo se encuentra en un caso, la sacerdotisa del templo funerario de Ramsés III en Medinet Habu, Dyed-Mut-Ives-Anj.

Ellas no llegaron a alcanzar el poder de los hombres que portaban el mismo título, pertenecían a la escuela sacerdotal del dios menfita Ptah y, como ya se ha citado, aparecen participando en los cultos fúnebres.

 

Le masque funéraire de Kanefernefer (XIXe dynastie), l'un des plus beaux de cette époque jamais découverts à Saqqara est actuellement exposé au Saint Louis Art Museum aux Etats-Unis (SLAM)

 

 

CONCLUSIONES

Evidentemente Heródoto de Halicarnaso no recogió correctamente algunas tradiciones y usos de los habitantes del Antiguo Egipto, como demuestra la cita de su libro Historias II, que abre este artículo. La causa no puede ser otra que una recopilación muy tardía de ciertas costumbres que venían ocurriendo en Egipto desde el lejano Reino Antiguo. Además es de suponer que sus fuentes de información no siempre fueron sacerdotes de alto rango sino que también consulto miembros menores del clero cuya memoria histórica no podía por menos que ser muy escasa. Sin embargo hay que considerar la importancia de su obra, que en muchos casos nos aporta datos muy fehacientes y ser conscientes que éste no debería ser el único a enjuiciar en los textos que recogen diversos aspectos del Egipto Faraónico desde la antigüedad.

 

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BIBLIOGRAFÍA COMPLEMENTARIA

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ABREVIATURAS

  • BES Bulletin of the Egyptological Seminar. New York.

  • BIFAO Bulletin de l´Institut Français d´Archéologie Orientale. Cairo.

  • BM British Museum.

  • BSFE Bulletin de la Société Française d´Égyptologie. Paris.

  • CG Número de registro en el Catálogo General del Museo de El Cairo.

  • CRAIBL Comptes Rendus des séances de l´Académie des Inscríptions et Belles- Lettres. Paris.

  • DB Deir el-Bahari.

  • DE Discussions in Egyptology. Oxford.

  • E Número de inventario del Museo del Louvre de París.

  • EA Número de registro del Museo Británico (Egyptian Antiquities).

  • GM Göttinger Miszellen. Göttingen.

  • GL Número de registro del Ehemals Glyptothek, Wittelsbacher Ausgleichsfond del Museo de Munich.

  • J Número de inventario en el Journal del Museo de Luxor.

  • JE Número en el Journal d´Entrée del Museo de El Cairo.

  • JEA Journal Egyptian Archaeology. London.

  • KMT A Modern Journal of Ancient Egypt. San Francisco.

  • RdE Revue de l´Égyptologie. París. Antes del volúmen 7, El Cairo).

  • TT Tumba Tebana (Theban Tomb).

Esposa del dios

De Wikipedia, la enciclopedia libre

 

El título de "Esposa del dios" fue el máximo apelativo que podía alcanzar una mujer en circunstancias normales en el Antiguo Egipto. En la mayoría de los casos, ser "esposa del dios" incluía más títulos rituales como "Divina Adoratriz" o "Mano del dios", además de la administración del rico patrimonio del templo de Amón en Tebas. No hay muchos datos de las primeras dinastías, pero era detentado por mujeres ajenas a la casa real. En la Dinastía XII, se conocen los nombres de Min, Amun y Ptah. Este título era una muestra más de la importancia del dios Amón, y sus posesiones se administraban con su propio aparato oficial. Durante el Imperio Nuevo, que fue cuando este título alcanzó su máxima importancia, equivalía a demostrar su origen real, el poder de su sangre y la legitimidad de su descendencia. Como no todas las reinas egipcias de la época gozaron de esta alta distinción, por lo que las afortunadas por el hecho de descender de una mujer portadora de dicho título eran siempre las escogidas para dar a luz futuros reyes, por encima del resto de las mujeres.

Imagen:Ahmès Nofrétari.jpg
 

Funciones

Desconocemos las funciones exactas de las Esposas del dios, pero probablemente fueran todas rituales relacionadas con el culto de Amón.

Una serie de escenas en el Templo de Hatshepsut muestra a la Esposa de Dios y a un sacerdote masculino que experimentan un ritual que parece estar dedicado a destruir los nombres de los enemigos. Otras escenas muestran a la Esposa de dios que venera a los dioses, para ser purificada en el lago sagrado y seguir al rey en el santuario. Esto muestra la importancia del papel, pero da muy poco información sobre las tareas y responsabilidades verdaderas.

Hatshepsut parece haber utilizado el poder y la influencia asociados con su título como una base de poder para su subida eventual a la realeza doble al lado de Thutmose III. Después de su reinado, el poder y el prestigio del papel fueron disminuyendo, hasta la Dinastía XIX, cuando una hija de Ramsés VI, Aset, tuvo el título, así como el adicional de Adoratriz Divina de Amón.

Descontando unos pocos precedentes aislados del Imperio Medio, las mujeres que gozaron de estos beneficios fueron:

La Dinastía de las Esposas del dios

Ahmose-Nefertari ............................................................................

.....................................................................................

Ahmose-Nefertari

 

Ahhotep: esposa del rey Seqenenra de la Dinastía XVII.

Se ha hablado mucho de este asunto, y aún se está por demostrar que esta mujer,

uno de los motores de la lucha contra la invasión de los hicsos llegase a contar con este título.

Imagen:Ah hotep.jpg
  • Ahmose-Nefertari: considerada la matriarca de la Dinastía XVIII,
  • el ser descendiente suya era un inmenso honor y un requisito imprescindible de
  •  todo candidato al trono era casarse con una mujer de su linaje.
  • Imagen:Ahmès Nofrétari.jpg Ahmose-Nefertari: considerada la matriarca de la Dinastía XVIII, el ser descendiente suya era un inmenso honor y un requisito imprescindible de todo candidato al trono era casarse con una mujer de su linaje.
 
 
  • Sitamón: primogénita de Ahmose-Nefertari. Murió antes de tener descendencia, luego pasó el título a su hermana.

 

Ahmose-Meritamón: tampoco tuvo descendencia, pese a ser la gran esposa real de Amenhotep I.

Ahmose-Sitkamose: su parentesco se desconoce, pero posiblemente fuese otra hija más de Ahmose-Nefertari, o del rey Kamose, y el título de "esposa del dios" fue en memoria a este monarca.

  • Hatshepsut: su madre Ahmose no ostentó nunca el título, pero sí ella, mientras fue la gran esposa real de Thutmose II. Cuando se autoproclamó faraón, traspasó toda su titulación femenina a su hija.

     

     

    • Neferura: la hija de Hatshepsut. Murió joven y sin haber tenido descendencia, por lo que la rama se interrumpe por segunda vez. A partir de entonces, muchas de las siguientes "esposas del dios" ni siquiera tuvieron la sangre de Ahmose-Nefertari en sus venas.

     

    Imagen:Hatshepsut.jpg  

 

*Isis: concubina real, que fue madre de Thutmose III. Éste le regaló el título cuando murieron Hatshepsut y Neferura, lo que sin duda habría sido una gran ofensa para la familia real, pues esta mujer no tenía ni una pizca de sangre real.
*Sitah: primera gran esposa real de Thutmose III. Era la hija de la nodriza de este rey, y por consideración a ella, también le regaló un título impropio a sus orígenes.

 

*Hatshepsut Meritra: segunda gran esposa real de Thutmose III y madre de Amenhotep II. Le fue concedido el título por su hijo, no por su marido. Tal vez fuese hija de Hatshepsut, y por ello Thutmose III nunca quiso halagarla con esta función.

 

Meritamón: hija de la anterior y hermana de Amenhotep II. Murió antes de poder traer descendencia al mundo, y una vez más la línea sucesoria de las "esposas del dios" quedó interrumpida.

 

Tiaa: madre de Thutmose IV. Como en los casos de Isis y de Hatshepsut Meritra, fue otorgado sólo cuando su hijo alcanzó el trono. Quizás fue la última mujer en ostentar este título en la Dinastía XVIII.
 

Mutemuia: por ser la madre de Amenhotep III. Los expertos no se ponen de acuerdo en si llegó a recibir o no tal título. Lo cierto es que de las reinas posteriores a ella (Tiy, Nefertiti, Meritatón, Anjesenamón, Tey, Mutnedymet) ninguna volvió a usarlo

 

 

  •  .
    David, A. Rosalie "The Egyptian Kingdoms"
    Hart, George "Ancient Egypt"
    Manniche, Lise
    "Music and Musicians in Ancient Egypt"

    Manniche, Lise"Ancient Egyptian Musical Instruments"
    Steedman, Scott "Pocket Ancient Egypt"
     


 

Las Esposas del dios después de la Dinastía XVIII

Ramesseum
Ramesseum

El título se recuperó bajo los Ramésidas y fue ostentado prácticamente por todas las Grandes Esposas Reales y en circunstancias completamente diferentes a las anteriores. La sangre de Ahmose-Nefertari estaba más que agotada.

Bajo la Dinastía XXI, la institución sufre una transformación: de ahora en adelante, la Esposa de Amón permanece soltera toda su vida. Se denominarán "madre en la hija", por medio de la adopción (a menudo de tía a la sobrina). Las Adoratrices de la Dinastía XXII son enterradas en el Ramesseum, las de la Dinastía XXIII y XXIV en Medinet Habu.

Este sacerdocio femenino pierde importancia en la familia real a partir del reinado de Thutmose IV, y finalmente, desde el Tercer Periodo Intermedio hasta el saita, asumirán la función las princesas y no la reina. Estas servidoras de Amón son descritas con un cartucho que les define formado en el nombre de Mout, compañero de Amón.

La oficina de la Esposa del dios alcanzó gran poder político durante el Tercer Período Intermedio, cuando Shepenupet I, hija de [[Osorkon III] fue designada en Tebas. Más tarde, el rey saita Psamético I obligaría a la entonces Esposa del dios, Shepenupet II, a designar a su propia hija Nitocris como su sucesora. La oficina continuó existiendo hasta que el Imperio Persa invade Egipto derrocando al último gobernante saita, Psamético III. Después, la oficina desaparece de la historia: el estatuto real de adoratriz es abolido, pero jóvenes vírgenes de familias modestas continuarán casándose con Amón.