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HISTORIA ISRAEL 5

 

 

    Durante el siglo I d.C., los conflictos religiosos causaron sangrientas batallas. Los gobernadores romanos de Judea eran déspotas y tenían muy poco respeto por la religión judía. En el 66 d.C., los zelotes encabezaron una violenta insurrección contra los romanos. El emperador Nerón envió al general romano Vespasiano, quien más tarde sería emperador, para poner fin al conflicto. Hacia el año 70 Vespasiano logró acabar con la revuelta, destruyó el Templo y arrasó Jerusalén. La última fortaleza en caer fue Masada, en el 73.

 

 

La fortaleza de Masada

    Judea siguió existiendo, aunque sólo de forma nominal. El centro de la sabiduría judía se desplazó a Yavné, bajo la dirección del gran sabio Yojanán ben Zakai. Durante la siguiente generación, y bajo el estricto control romano, Judea se mantuvo más o menos en paz. Por aquel entonces, el emperador romano Adriano mandó reconstruir Jerusalén como una ciudad pagana, y ordenó que se llamara Aelia Capitolina, en honor a Júpiter. También mandó publicar un decreto en el que se prohibía la circuncisión. Esta doble afrenta causó gran consternación, tanto entre los judíos de la diáspora como entre los de Judea.

 
Barcokebas:

 

    Bajo la dirección de Barcokebas, estalló una violenta revolución en Judea. Desde el 132 hasta el 135, los judíos hicieron un esfuerzo desesperado por defenderse de las legiones romanas; en un principio su oposición fue efectiva, pero cuando finalmente Roma decidió acabar con la revuelta Judea estaba devastada. Por orden del emperador, fue eliminado el antiguo nombre de la provincia, reemplazándolo por Siria Palestina. Jerusalén fue convertida en una ciudad pagana, y cualquier judío que entrara en ella era inmediatamente condenado a muerte. La persecución de judíos se transformó en algo habitual dentro del Imperio.

    Por otra parte, la caída de Judea ayudó a incrementar aún más la brecha entre judíos y cristianos. Los judíos consideraban su derrota como una calamidad. Los cristianos, por su parte, lo veían como una clara manifestación de que Dios había abandonado a los judíos, considerándose como los verdaderos portadores de la gracia divina. Durante los tres primeros siglos de la era cristiana, el cristianismo aumentó mucho su influencia. Después del año 313, en que el emperador romano Constantino I el Grande aceptó la nueva religión, tanto para él como para el Imperio, se generalizó la expansión cristiana y la consecuente persecución de los judíos.

 

Los judíos después del exilio:

 

    Pese a la destrucción del segundo estado judío, y del aumento del antijudaísmo, los judíos lograron mantener su identidad y sus tradiciones, por medio de profundos cambios culturales.

 
El desarrollo de la religión en el exilio:

 

    Los judíos reaccionaron ante la fragmentación de los comienzos de la era cristiana desarrollando una religión propia en el exilio: el judaísmo. La continuidad de la unión de los judíos se basó en una lengua común, herencia literaria que todos los judíos estaban obligados a conocer y a estudiar, en una vida comunitaria con una sólida organización y en el impulso que significaba su esperanza mesiánica.

    Durante los primeros seis siglos de exilio, los maestros y los rabinos establecieron en Mishná y Guemará, ambas integrantes del Talmud, las bases de la ley oral y de la interpretación religiosa. Los principales centros de enseñanza judía se transformaron en academias; surgieron en Palestina (especialmente en Galilea) y en Babilonia. En un principio estuvieron bajo la dirección de los partos y luego, desde el año 227, de los sasánidas. Desde el siglo VI a.C., había existido en Babilonia una importante comunidad judía, que con el tiempo pasó a ser un centro de gran influencia para los judíos del exilio. La colonia judía estaba dirigida por un administrador, que recibía el nombre de exilarca. Las dos academias babilónicas de Sura y de Pumbedita lograron gran renombre entre las comunidades judías. Los estudiosos que trabajaron durante los siglos I y II d.C. en la codificación y ampliación de la ley oral, recibieron el nombre de tanaim (del arameo, ‘enseñar’). Durante el siglo III fueron reemplazados por los amoraim (del arameo, ‘los que hablan’), y en el siglo V por los llamados saboraim (del arameo, ‘reflejar’). El Talmud babilónico se concluyó a comienzos del siglo VI, cuando se terminó la Guemará, es decir, los comentarios a la Mishná. Hubo otro Talmud, aunque menos completo que el anterior, el Talmud palestinense o de Jerusalén; éste se concluyó aproximadamente un siglo antes. Los últimos directores de las academias babilónicas recibieron el nombre de geonim (plural de la palabra hebrea gaón, ‘excelencia’); desde todas partes del mundo medieval recibían consultas relativas a la religión; sus contestaciones, denominadas responsa, fueron incorporadas a las prácticas religiosas habituales.