DIARIOS Y DIETARIOS: UNA FORMALIZACION
DEL IMAGINARIO COTIDIANO.
Vicente Huici Urmeneta ( UNED-Bergara)
" Celebración y testimonio de los
trabajos y los días - testimonio de los días iluminados y de los días de sombra
-, de la lectura de esas páginas que nos abren puertas, nos muestran caminos
nuevos, hitos de intuiciones y perplejidades, de lo que uno ve, adivina o
sospecha en torno suyo con menos ironía y más distancia de la que quisiera. . .
"
( Miguel SANCHEZ-OSTIZ, Correo de otra parte [1])
1. Un registro de lo cotidiano.
Las obras diarísticas constituyen un singular registro literario. Por un lado se apartan de la convención literaria mayoritaria que supone la novela y por otro no renuncian a cierta narratividad que se diluye, por su estructura, en otros géneros literarios.
Tal singularidad viene , además, acentuada por el protagonismo que adquiere el autor o la autora, hasta el punto de que , siendo la autoría reconocida en otros ámbitos de la creación , la obra diarística se incorpora generalmente como un mérito menor, evaporándose en el caso de un creador desconocido. Aún así , autores como Ernst Jünger, Miguel Torga o Josep Plá han sido justamente conocidos y reconocidos precisamente por sus diarios.
Sin embargo, a pesar del predominio cultural de la ficción novelística, las obras diarísticas son leídas por un público cada vez más amplio[2]. Probablemente una de las razones de este interés reside en la combinación de descripción y reflexión que los diarios y dietarios ofrecen, combinación ciertamente sugerente en las postrimerías del siglo XX: a muchos lectores les seducen esos repertorios de apuntes que constituyen la trama diarística.
La seducción, por otro lado, es fácil de comprender. Diarios y dietarios hablan directamente de vivencias más o menos próximas sin las pretensiones del gran ensayo, la exaltación de la magna obra poética o la tensión tragico-cómica de la novela. Se habla acerca del mundo y de la vida sin muchas precauciones.Y, sobre todo, se escribe sobre un ámbito del mundo y de la vida demasiado inmediato como para que pueda ser eludido: el ámbito de lo cotidiano.
Así, diarios y dietarios se presentan en su singularidad como un registro directamente volcado del entorno cotidiano, recogido por alguien para quien lo cotidiano, sea en tiempo de paz o de guerra, sea desde la ciudad , en el campo o en el mar, constituye una parte importante del mundo de su vida.
2. Diarios y dietarios.
Una diferencia , sin embargo, señala los diferentes caminos de diarios y dietarios. En efecto, aunque las obras diarísticas posean las características comunes de remitir a un autor o autora específicos y acoger el entorno cotidiano, los diarios se suelen articular más en la referencia subjetiva de quien los escribe y los dietarios son más proclives a abrirse a una objetividad a veces un tanto forzada.
Así , en los diarios , entendidos como un registro de los avatares de la vida íntima de quien los escribe, predomina sobre todo el punto de vista del autor o de la autora, y esto es así hasta tal punto que los acontecimientos que se relatan sólo encuentran significación ordenándose desde dicho punto de vista. Quien escribe un diario se sitúa en el centro del mundo que describe y por ello la capacidad empática de su escritura viene condicionada por sus virtualidades analógicas respecto de la vida de quien lo lee. Esto es lo que viene a ocurrir, por ejemplo, con los diarios de los escritores de otros géneros y así es muy difícil que alguien que no pertenezca al mundo literario se entusiasme con la obra diarística de Virginia Woolf[3] o de José Saramago[4] aunque disfrute con su producción novelística.
Los dietarios, en este sentido, vienen a ser la otra cara de la moneda. En los dietarios -- muchos de ellos denominados, no obstante, diarios -- quien escribe se difumina , los acontecimientos de su vida tan sólo son una excusa para hablar de los temas más diversos y bajo las formas más insólitas. Quien escribe un dietario se sitúa sucesivamente en diversos lugares del mundo que describe y , en medio de esta peregrinación discursiva y referencial, la empatía se produce sorpresivamente , ahora aquí, después diez páginas más allá. Por eso el autor o la autora de dietarios a veces parece muy próximo y en otras ocasiones muy distante y hasta casi inhumano. Este es el caso, por ejemplo, de Ernst Jünger[5] o de Josep Plá[6], autores de una sólida obra dietarística.
Por supuesto hay autores y autoras en los que esta diferencia entre el diario y el dietario se desvanece y dan cuenta tanto de su vida íntima como de diversos acontecimientos exteriores, en una hábil combinación. Son escritores proteicos que consiguen un extraño equilibrio entre la descripción y la reflexión y que reclaman del lector o la lectora un esfuerzo particular de continua adaptación, eso sí, siempre recompensado. Entre este grupo se puede destacar, por ejemplo, la obra diarística de Franz Kafka[7] o de Miguel Torga[8].
3. El imaginario cotidiano.
Aún así, a pesar de la diferencia fundamental que discrimina entre diarios y dietarios, las obras diarísticas tienen en común la referencia puntual a la temporalidad cotidiana.
En efecto tanto un diario como un dietario dejan de serlo si pierden la referencia temporal cotidiana . La atemporalidad es así inconcebible en la obra diarística y por ello la marca temporal fundamental, la referencia del día del mes y año, aparece una y otra vez antes o después de cada parte de la obra.
Pero dicha referencia temporal fundamental no se articula en un régimen de Historia: no hay sometimiento de lo relatado y puntualmente cronificado a sentido apriorístico alguno. Y si lo hay se podría considerar la obra en cuestión como no diarística pues en este caso se estaría , de nuevo , jugando el viejo partido de la novela disfrazada.
Así pues, en esta temporalidad marcada tiene la obra diarística las fronteras de su género intergenérico, pero, para mostrarse en toda su plenitud, debe acoger lo cotidiano con los brazos abiertos.
Ahora bien, ¿ qué es lo cotidiano? Lo cotidiano es principalmente aquello que nos aleja de la Historia en cualquiera de sus versiones, incluso de nuestra Historia de Vida[9]. En efecto , lo característico de lo cotidiano es su mero pasar , su ocurrir sin aviso alguno, en perpetua repetición pero también en perpetua diferencia.
Y ahí, en lo cotidiano, es donde mejor opera la obra diarística mostrando el repertorio de imágenes de lo cotidiano, constituyéndose en una forma de expresión del imaginario cotidiano. Un imaginario que tiene una características ciertamente peculiares.
En primer lugar, el imaginario cotidiano es aleatorio, es decir que en él, las imágenes , imágenes visuales, pero también olfativas, auditivas, táctiles y gustativas, se mezclan sin orden ni concierto. Sin duda detectar este carácter aleatorio del imaginario cotidiano requiere un cierto esfuerzo, un esfuerzo de distensión que modere la dinámica febril de la inteligencia en su impulso permanente de claridad y eficacia. La detección del carácter aleatorio del imaginario cotidiano pone así a prueba la intuición.
Una segunda característica del imaginario cotidiano es su condición reflexiva. En efecto, la dimensión aleatoria del imaginario cotidiano genera una combinación permanente de imágenes, lo cual mueve a la reflexión. Dicha reflexión, si es tal, no lo es nunca, por lo tanto , conceptual. No se está hablando aquí de pensar por medio de conceptos sino de reflexionar por medio de imágenes. Se podría decir , incluso, que la irrupción de conceptos en este proceso reflexivo, algo a veces inevitable, lo interrumpiría debido a la condición generalizadora de los conceptos que subsumen sin cesar todo tipo de imágenes. Para pensar y calcular ya existen , ciertamente, otros medios.
Una última característica del imaginario cotidiano es su amoralidad. Por supuesto, de la reflexión que implica la combinatoria de imágenes de lo cotidiano, pueden surgir pautas, casi siempre muy limitadas, para la acción. Pero , en principio, el imaginario cotidiano no surte de pautas de acción vida alguna y no porque no pudiera ser de interés hacerlo , sino porque su material, las imágenes, no da para tanto. De aquí que , a veces, las obras diarísticas puedan parecer tan ajenas a los grandes problemas del mundo, pero también a las pequeñas tragedias cotidianas.
Así, imágenes como la contemplación de un atardecer, el olor del café, los sonidos del mar, la caricia de la persona amada, aquellos versos de Cavafis y el sabor del pan recién hecho , constituyen el material básico sobre el que operan diarios y dietarios.
4. Una forma del imaginario cotidiano.
Pero para que el imaginario cotidiano trascienda, como para que trascienda cualquier vivencia humana es necesaria la forma. Nada es para los demás sin forma ni , probablemente, tampoco para nosotros. Y de nada sirve tener muchas vivencias sino se convierten en experiencias.
El medio fundamental de creación de experiencias es la formalización y , a su vez, cada tipo de formalización precisa de un desarrollo y de un entrenamiento. De aquí , por ejemplo, algunas impotencias inconscientes e inocentes de letraheridos y letraheridas que no aciertan a encontrar la forma porque suponen que les va a ser otorgada por algún dios o alguna musa.
Así, en efecto, el escritor o escritora de diarios es alguien que escribe. Alguien que trabaja una forma, la escritura, como otras gentes pueden dedicarse a la pintura o a la escultura. Acentuar el carácter activo del escritor o la escritora de diarios es necesario para señalar un compromiso libremente adquirido, pero perseverante y tenaz. Como el de cualquiera que escribe.
Ahora bien , quien escribe una obra diarística sabe que tiene como material básico su imaginario cotidiano. Bien es cierto que dicho imaginario cotidiano puede formalizarse mediatamente, transformándose convenientemente, por medio de otros géneros literarios, y muchos escritores así lo hacen y lo confiesan en su obra diarística. Pero también es conocido que el diario o el dietario permiten una adecuación inmediata entre el mencionado imaginario cotidiano y su expresión.
Para ello , quienes escriben un diario o un dietario, recurren a los registros literarios genéricos más convencionales, alternándolos sucesivamente sin encomendar a ninguno la preeminencia. Así, en las obras diarísticas se puede encontrar un registro poético en sentido estricto o bajo la forma de prosa poética. Pero también puede aparecer un breve aforismo. O también la narración escueta de una anécdota. O un ensayo de tres o cuatro líneas, sugerido por una conversación o una lectura.
La formalización que implica el diario o el dietario resulta así intergenérica y esto no es sino una consecuencia de la adaptación formal al carácter aleatorio, reflexivo y amoral del imaginario cotidiano. De aquí el despiste y desasosiego que suelen generar a veces las obras diarísticas, al no poder ser ubicadas clara y distintamente en las rigurosas clasificaciones no tanto de la convención literaria cuanto del romo convencionalismo aprendido.
5. Entre diarios y dietarios. . .
La caracterización de los diarios y dietarios como formalizaciones del imaginario cotidiano puede sugerir algunas líneas de meditación tanto desde el punto de vista estrictamente filosófico , como también estético y antropológico.
Así, filosóficamente, la obra diarística es una manifestación formalizada de las vivencias de un sujeto. Esto quiere decir que quien lo escribe puede por medio de su escritura desprenderse de su condición de individuo, condición que en nuestra cultura occidental, precipitado de la tradición judeo-cristiana y griega, supone la sumisión a una trama trágica. Los diarios y dietarios constituyen precisamente un abandono , más o menos proclamado, de cualquier supuesto trágico y, como se ha dicho, la emergencia del sujeto frente al individuo.
Así mismo , la obra diarística reclama una temporalidad continuamente creada y recreada, sancionada una y otra vez por un dispositivo cronológico particular, que elude cuando le parece conveniente todo a priori temporal. El tiempo del diario y del dietario, por mucho que pueda parecer lo contrario , es un tiempo propio, muy alejado, en ocasiones, de los tiempos sociales, históricos o políticos.
Consecuentemente con lo anterior en la obra diarística se da un sentido polimorfo y en continua renovación al conjunto de las vivencias a que se hace alusión, sin que le sea aplicable ningún a priori ideológico que ordenara las vivencias, recolocando unas y despreciando otras, en función de intereses inconfesables y oportunistas. Así, incluso cuando la obra diarística pueda rezumar ideología, siempre lo hace pasando por el tamiz de ese sujeto que no está sujeto al individuo sino a sí mismo.
Estéticamente diarios y dietarios manifiestan una ruptura frontal con el ya aludido dispositivo trágico que condiciona la mayor parte de las manifestaciones de nuestra cultura, desde la Historia hasta la Novela, y desde el Drama hasta la Cinematografía. Así , la obra diarística consagra la posibilidad de una descripción y reflexión sin trama trágica, ofreciendo su peculiar trama cronológica.
Y , desde el punto de vista de una estética de la recepción, si es que verdaderamente fuera posible hacer algo así, diarios y dietarios ofrecen la posibilidad de una empatía mediada y en permanente construcción analógica. Pues si bien la obra diarística es, como toda obra, formalización, su registro no permite grandes distancias ni grandes proximidades: aquí el otro está muy cerca pero no puede estar demasiado cerca . De manera que todas las posibles interpretaciones han de ser de muy bajo calado.
Antropológicamente, y desde nuestra cultura occidental, diarios y dietarios configuran una de las posibilidades de la libertad como práctica. Como práctica de creación y , especificamente, como práctica de creación en el lenguaje. Práctica que permite un grado de libertad en la medida en que diarios y dietarios , por su condición intergenérica, no se suscriben a un modo determinado de utilización del lenguaje. Pero también en la medida en que ratifican la virtualidad siempre actualizable de una proliferación de redes que , aún en el caso de grandes obstáculos políticos, históricos ,sociales o naturales, pueden abrir un hueco, pequeño o grande, a la palabra.
Y así el viejo argumento aristotélico del ser humano como poseedor del logos, se da la vuelta como un guante para mostrarnos a un tenaz ser escribidor que genera por medio de sus palabras la posibilidad de la humanidad. Ciertamente, toda obra literaria puede conseguir efectos semejantes, pero sólo los diarios y dietarios lo pueden hacer tan directa e inmediatamente.
( publicado en biTARTE Revista cuatrimestral de humanidades, núm. 22, Diciembre 2000, pp. 121-127 )
[1].- Ed. Pamiela, Pamplona, 1993, p. 12.
[2].- Una interesante reflexión al respecto es la de
TRAPIELLO, Andrés , El escritor de
diarios, Ed. Península, Barcelona, 1998.
[3].- V. g. WOOLF, V. Diario íntimo III ( 1932-1941 ), Ed. Grijalbo Mondadori,
Barcelona, 1994.
[4].- SARAMAGO, José Cuadernos de Lanzarote ( 1993-1995) , Ed. Alfaguara, Madrid, 1997.
[5].- JÜNGER, E. Radiaciones,
Ed. Tusquets, Barcelona, 1992; Pasados
los setenta I, Ed. Tusquets, Barcelona, 1995.
[6].- PLA, J.
El cuaderno gris Ed. Destino,
Barcelona, 1981.
[7].- KAFKA, F. Diarios
( 1910-1913) , Ed. Lumen, Barcelona, 1975; Diarios II ( 1914-1923) ,
Ed. Bruguera, Barcelona, 1983.
[8].- TORGA, M. Diario
( 1932-1987) , Ed. Alfaguara, Madrid, 1988; Diario II. Ultimas páginas ( 1987- 1993) , Ed. Alfaguara, Madrid,
1996.
[9] .- Cfr. V. g. , HELLER, A. Sociología y vida cotidiana, Ed. Península, Barcelona, 1972; Historia y vida cotidiana, Ed. Grijalbo, Barcelona, 1972 ; Revolución y vida cotidiana, Ed. Materiales, Madrid, 1978.